Revista Política

Víctor Barrio

Publicado el 21 julio 2016 por Alejandropumarino

Víctor Barrio

En el fondo, la emoción radica en eso, en que el toro coja al torero, igual que en la fórmula uno, sobrevuela la pista la posibilidad de que algún piloto pierda el control del vehículo y destroce el bólido contra las protecciones mientras el público contiene la respiración. No me gusta ni uno ni otro espectáculo, aunque reconozco que me emociona conocer como jóvenes genios en sus respectivas actividades, pierden la vida antes de la treintena; sucedió hace escasos meses con Jules Bianchi y el pasado día nueve de los corrientes con Víctor Barrio. No cabe duda de que cierto riesgo va incluido en el sueldo, y que los galenos encargados de una Unidad de Infecciosas, por poner un ejemplo, fallecen con más frecuencia que los toreros, como consecuencia de su trabajo.

No obstante lo anterior, no prohibiría los toros. Vivimos en un país en el que el derecho a la libertad prima sobre el derecho a la vida; un testigo de Jehová no será transfundido, aún en riesgo vital, si conscientemente y siendo adulto, manifiesta su deseo de no recibir donación alguna. Si un ciudadano se encierra en una plaza, muleta en mano con un astado de media tonelada, de forma libre y voluntaria, sigo pensando que no debería prohibirse; menos aún después del precio que, en esta vieja Europa, se pagó por alcanzar determinadas libertades. Cercenarlas suele ser un ejercicio frecuente y propio de la izquierda progresista que solamente lo hace en defensa de nosotros mismos, y de forma altruista, como suele suceder entre tantos próceres que sacrifican su vida por el pueblo al que representan.


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