Revista Cultura y Ocio

Vida hogareña - Marilynne Robinson

Publicado el 28 junio 2017 por Elpajaroverde
No sé cómo empezar. Debería comenzar por hablaros de Ruth y de Lucille. Pero antes debería hablaros de su madre, y, antes, de la madre de ésta y también del padre: los abuelos de Ruth y de Lucille. También debería hablaros de sus tías abuelas, las cuñadas de su abuela y hermanas de su abuelo. Y, tras Ruth y Lucille, debería hablaros de su tía Sylvie, hermana de su madre, aunque ésta en realidad ya estaba antes que ellas. O no, porque en ocasiones la frontera entre presencia y ausencia tiene los límites muy difusos.
"-Eso es lo que pasa con la familia -dijo Sylvie-. Sientes más su presencia cuando se han ido."
Y si no sé cómo empezar es porque tardo en ubicarme en este libro. Tardo porque transcurren páginas hasta que comienzo a identificar las teclas que toca, si bien la melodía es pura armonía desde el principio. La música de Marilynne Robinson es bella, sinuosa, extraña, magnífica. Sus acordes son insólitos pero gloria para el oído, y de ellos se desprenden notas que tardo en aislar y reconocer. Mi desubicación no se debe por tanto a una falta de inmersión en la historia, al contrario, es imposible abstraerse de ella tal y como escribe la escritora norteamericana, si no a mi ignorancia hacia dónde nos quiere llevar, lo cual siempre es un estímulo. Poco a poco voy descubriendo que, al igual que todas las partituras musicales, por más que difieran unas de otras, están compuestas sobre la misma base de siete notas, la vida también se compone de la misma serie de sensaciones: pertenencia, identidad, soledad, carencia. La diferencia en este caso (en el de la vida contada en los libros) estriba en el talento del compositor, la pericia del intérprete y la receptividad del oyente, y, con la exquisita sensibilidad de la prosa musical de Robinson, la vida de Ruth y Lucille es una pura explosión sensorial y un deleite para cualquiera que se anime a descubrirla, si bien, como cualquier vida, por muy solitaria que sea, no se puede entender únicamente por si misma. Los solos cobran mucha mayor dimensión cuando los arropa una orquesta, incluso cuando gran parte de la partitura a interpretar de ésta está compuesta por silencios.
"Es la soledad -dijo-. La soledad perturba a mucha gente".
Vida hogareña - Marilynne RobinsonRuth y Lucille llegan de niñas a la casa familiar en Fingerbone, un pueblecito religioso en donde nunca pasa nada y cuyo centro neurálgico es el lago del mismo nombre sobre el que pasa un puente y las vías del tren. En Fingerbone la vida transcurre marcada por las estaciones, por el hielo, el deshielo, la escarcha sobre el prado y el lago, las posibilidades del bosque y las terribles inundaciones que anegan viviendas y vidas.
En la casa familiar tan solo vive la abuela. Antes vivían también sus tres hijas y, aún antes, vivía también su marido. Las hijas, tres niñas calladas, se fueron marchando en la juventud y nunca más volvieron; el marido, se fue un día por trabajo en un tren que, por accidente, se precipitó al lago en cuyo fondo reposa.
Ruth y Lucille también son calladas y, como el resto de su familia, distantes en su relación con los demás, lo cual les otorga ante los ojos ajenos la cualidad de extrañas.
A Ruth y Lucille las lleva su madre a la casa, pero ella no se queda. Se va en coche y, sin accidente esta vez, se precipita hacia el lago.
"Pero ella nos dejó, rompió la familia y la pena se liberó y vimos sus alas y la vimos volar por mil caminos hacia las colinas, y a veces pienso que la pena es un depredador porque los pájaros chillan al amanecer con un terror maravillado, y se percibe, como he dicho antes, una amargura letal en el olor de los estanques y acequias".
La abuela, una mujer serena, se ocupará de ellas hasta su propia muerte y buscará quien se ocupe tras ella. Sus dos hermanas políticas llegan a la casa para cuidar de Ruth y Lucille. Son, psicológicamente hablando, dos miembros de un mismo ente. La responsabilidad de amparar y educar a dos niñas las abruma y desborda; piensan que es tarea para una mujer más joven, motivo por el cual deciden buscar a su sobrina Sylvie, hermana de la madre de Ruth y Lucille.
Sylvie llega una mañana sin avisar, apenas sin ropa de abrigo y con sus mocasines encharcados. Sus tías vuelven a su monótona y apacible vida y sus sobrinas se quedan a su cargo. Pero Sylvie es un alma errante, una mujer con hábitos de vagabunda. Parece estar y no estar. Comienza a acumular papeles y objetos inservibles en la casa, que se convierte en nido de arañas y pequeños pájaros. Adquiere también la costumbre de ingerir solamente alimentos fríos y de cenar en completa oscuridad. A Sylvie le pesan las ausencias, las siente más vivas que las presencias, por eso parece no estar del todo en este mundo. Verá en una de las niñas a su hermana muerta, de la misma forma que la muchacha vislumbrará en ella a su madre reinventada.
"Sylvie no quería perderme. No quería que creciera gigantesca y múltiple, de manera que pareciera llenar la casa entera, y no quería que me volviera sutil y miscible, de manera que pudiera traspasar las membranas que separan un sueño de otro. No quería acordarse de mí. Prefería mucho más mi presencia sencilla y ordinaria, por más silenciosa y torpe que yo pudiera ser. Porque podía mirarme sin sentir emociones fuertes: una forma familiar, un rostro familiar, un silencio familiar. Podía olvidarse de que yo estaba en la misma habitación que ella. Podía hablar sola, o con alguien en su imaginación, alegre y animadamente, incluso mientras yo estaba sentada a su lado: eso daba la medida de nuestra intimidad, el que ella casi no pensara en mí para nada".

Vida hogareña - Marilynne Robinson

engine 157, 16 of 17. Fotografía de Richard


Ruth y Lucille crecen sin la certeza de que Sylvie se quede con ellas. Van cumpliendo años y se adentran en la pubertad, y con ella descubren lo que ya sabían, que existe otro mundo paralelo a su extraño mundo. La dicotomía se presentará cuando se enfrenten a la decisión de a qué mundo pertenecer. Demasiado pronto han aprendido una gran lección: la vida es incertidumbre; no existen certezas, no se ha de dar nada por supuesto, nada permanece eternamente, todo momento es efímero, cualquier apuesta por lo tangible está condenada al fracaso.
"Yo detestaba esperar. Si tuviera que hacer una única queja, diría que mi vida parecía compuesta enteramente de esperas. Esperaba: una llegada, una explicación, una disculpa. Nunca había recibido ninguna, un hecho que podría haber aceptado si no fuera porque, cuando me había acostumbrado a los límites y dimensiones de un momento, me veía expulsada al siguiente y tenía que preguntarme otra vez si en sus sombras se ocultaban nuevas presencias. El que la mayoría de los momentos fueran sustancialmente iguales no reducía en lo más mínimo la posibilidad de que el siguiente no fuera completamente distinto. Y así, lo ordinario exigía una atención absoluta. Cualquier hora de tedio podría ser la última hora de tedio."
Vida hogareña es una defensa de la vida de puertas hacia adentro, tanto personal como familiar, y de los lazos invisibles que las conforman independientemente de su grosor, longitud, calidad e intensidad; aquellos que pocas veces nos sostienen pero que tiran de nosotros hasta que, en ocasiones, el dolor y la pulsión que nos producen se tornan propios. La narración es bella, salvaje, no me duelen prendas en reiterar la magia y magnitud de la prosa de Marilynne Robinson. Las inundaciones cobran categoría de mito bíblico, la casa familiar tiene personalidad propia, el lago y el bosque son cómplices de la historia y los personajes son seres etéreos, baluartes de lo que casi parece una maldición familiar.
Ruth y Lucille, en sus primeros años, recuerdan a sus tías abuelas en cuanto a que parecen compartir una única voz, si bien es cierto que su espíritu se asemeja más al de su madre o su tía. La adolescencia disolverá ese tándem que amenazaba indivisible. Una de las grandes lecciones de la vida ya la han aprendido. Les queda otra aún más importante, y su descubrimiento no les hará la vida más llevadera. O tal vez sí. Tal vez sean los seres como Sylvie los auténticos sabios a seguir, una especie más evolucionada cuyo estadio alcanzar. Ella sabe que lo material es superfluo, que es inútil tener o atesorar, que el único bagaje son los sueños y recuerdos y que éstos se mimetizan y confunden con la realidad. Ella sabe. Y nosotros deberíamos saber. De este mundo nos vamos igual que hemos venido. Aunque a veces alguien oye alguna nota escapada y distorsionada de lo que fue nuestra melodía que se une cual coro a su canto solitario. Se obra así el milagro. No puede escucharse música más triste ni más hermosa.
"Porque, una vez que uno se queda solo, es imposible creer que podría haber estado de otro modo. La soledad es un descubrimiento absoluto. Cuando uno mira desde dentro a una ventana iluminada o contempla el lago desde arriba, ve la imagen de sí mismo en una habitación iluminada, la imagen de uno mismo entre lo árboles y el cielo: el engaño es obvio, pero no por ello menos halagador. Sin embargo, cuando uno mira desde la oscuridad hacia la luz, percibe toda la diferencia entre el aquí y el allí, entre esto y aquello".

Vida hogareña - Marilynne Robinson

Flooding. Fotografía de U.S. Fish and Wildlife Service Northeast Region



Vida hogareña fue la lectura conjunta de junio en el grupo de facebook Los libros de Carmen y amig@s.

Ficha del libro:
Título: Vida hogareña
Autora: Marilynne Robinson
Traductor: Vicente Campos González
Editorial: Galaxia Gutemberg
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 224
ISBN: 9788415863861

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