Revista Cultura y Ocio

Vidas paralelas – @alasenvuelo

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

-No lo entiendes, gordita. – se mofó él.

Ella lo miró como si fuera un completo desconocido. Bastantes batallas habían librado, para que él no supiera que eso no era un apodo cariñoso.

No era gordita, ya no, al menos. Pero lo había sido 15 años de su vida, y el sobrepeso le había comprado desordenes alimenticios que casi le arrebatan la vida y eso no sucede sin dejar cicatriz. Ya no era gordita, pero esos kilitos de más le habían costado tantas lágrimas, tanto dolor.

Ella era más que eso. Siempre lo había sido, pero en esos años oscuros, de rechazo social, dietas estúpidas y hambre, baja autoestima, tras años de odiar al espejo, la ropa, el ejercicio, ella descubrió que la infelicidad engorda. Y era un círculo vicioso. Se deprimía, comía, engordaba, se veía al espejo, se deprimía, comía, engordaba…

A partir de ese momento, en lugar de adelgazar, matarse en dietas, vomitar, hacer horas de ejercicio exhaustivo, se dedicó a ser feliz.

Hizo una lista de lo que disfrutaba, que podía ayudarla. Ella amaba a los perros, así que se consiguió uno. Y se propuso jugar y pasear con su perro todos los días, al menos una hora. Su cachorro se encargaba de escapársele en el parque, y ella acababa corriendo tras él, de manera cotidiana.

Odiaba pasar hambre, así que decidió que NUNCA MÁS lo haría. NO MÁS DIETAS.

Hizo un listado de las cosas que le gustaban y que no eran agresivas para la báscula. Descubrió que amaba la zanahoria con chile piquín, los pepinos con sal y limón, le gustaba mucho la gelatina y el yogurth y las nueces y almendras. Decidió que a donde fuera llevaría consigo al menos una porción de eso que le gustaba y una botella de agua.

Dejó los refrescos. Cambió las frituras por palomitas de vez en cuando, cambió los quesos que amaba, por el botanero, que es un panela con chiles, delicioso. Hizo una lista de los gustos “pecaminosos”, y los relegó a ocasiones especiales.
Borró la palabra “dieta” de su vocabulario y automáticamente, desechó todos los pensamientos y comentarios de todo mundo respecto a su “gordura”.

Al poco tiempo, ella había “sanado”, empezó a sentirse más ligera. Comía cada dos o tres horas, nunca padecía hambre y con su nueva figura, le provocaba hacer cosas que antes no hacía, pasear en bicicleta, nadar, meterse a una clase de baile; comprarse ropa, arreglarse más. El mundo hostil que le gruñía por ser “descuidada” con ella misma, empezó a mirarla con nuevos ojos. Resulta que la “gordita”, sin sus kilos de más, era una chica preciosa, de un cuerpazo, además.

Aparentemente, nada había cambiado. Ella era la misma. Seguía amando escribir. Seguía siendo sensible, disfrutando el cine, o las tardes lluviosas, amando a los perros, eterna enamorada del amor. Seguía siendo brillante en la escuela y trabajo, sus “amigos” o las personas que querían estar a su alrededor se multiplicó. La gente comenzó a ser amable con ella. Empezaron a brincarle galanes por todos lados, incluso, tipejos que antes la molestaban y humillaban por su sobrepeso intentaron inútilmente conquistarla.

Sofía llevaba 10 años delgada, pero algunas cicatrices de dolor se quedan contigo toda la vida. Cuando conoció a Jorge, entrenador de un gym, (se enamoraron cuando él comenzó a entrenarla para su primer maratón), ella le había confiado que era una ex – gorda. Verdad que Jorge tuvo mucha dificultad en creer. Nunca hasta ese momento, había conocido una chica como ella. Brillante, con un sentido del humor único, hermosa y de un cuerpo atlético y sexy como pocos. Nunca la vio titubear por una comida, o sufrir por comer o no comer. Ella, a sus ojos, era el modelo perfecto de quien le da a la comida la importancia que tiene para alimentarse, nada más. Su felicidad era tan atractiva. Lo volvía loco. Era su alma gemela… o lo parecía, hasta ese preciso momento en que todo cambió.
—–
– ¿Cómo es posible que una chica de 26 años suba 40 kilos en un año? ¿Qué te sucedió? –

Ella se mordió el labio. Pensó en Jorge; sus vidas paralelas. Eran perfectos para el otro… hasta hace un año.
Pensó en todo lo que lo amaba.
– Él me llamó “gordita”… – dijo fríamente y le dio una mordida a un chocolate.

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