Cuentan de Videla que decía que todos sus adversarios políticos fallecían de muerte natural: “les disparábamos y, naturalmente, morían”.
Con la muerte de Videla me alegro por dos cosas, naturalmente. Por la muerte en sí y por haberse producido en la cárcel, donde deberían morir todos estos personajes con tantas facturas pendientes.
Videla, tenemos memoria para recordarte. Eso sí, naturalmente, como lo que fuiste: un asesino.
Naturalmente, solo un puñado de descerebrados te echarán de menos.