Revista América Latina

Videla un Genocida versus Condorcanqui un Libertador

Publicado el 18 mayo 2013 por Tetenoemi @TeteNoemi
mural Juan Bravo [Videla un Genocida versus Condorcanqui un Libertador]

Sacrificio de Tupac Amaru, detalle de mural de Juan Bravo, Cusco, Perú

Hoy falleció el dictador argentino Jorge Rafael Videla. Todos los medios, oficiales y no oficiales, públicos y privados, convencionales y alternativos, digitales y redes del país y la región (desconozco en otras partes) anunciaron hoy la noticia. Todos, incluso los más conservadores, coinciden sin duda en que fue un dictador.

Dicen que murió durmiendo. Durmiendo en su cama en el pabellón de condenados por delitos de lesa humanidad en Marcos Paz. Dicen que murió a las 6:30 de la mañana de muerte natural.

Muchos festejan la noticia, a otros les es indiferente. Muchos dicen que lo positivo es que haya muerto en la cárcel, penado bajo sentencia a cadena perpetua. Nora Cortiñas, Madre de la Plaza de Mayo, dijo que lo negativo de su muerte es que se ha llevado “secretos importantes” consigo.

Tenía 87 años, murió durmiendo en su cama de muerte natural.

Pero hoy, 17 de mayo, mi memoria se dirige a otra sentencia y otra muerte que es la que quiero recordar: la de José Gabriel Condorcanqui. Esa es y será mi efémerides de hoy.

Dice la dicha sentencia firmada por el Visitador general del Reino José Antonio de Areche:

«… debo condenar y condeno a ]osé Gabriel Túpac Amaro a que sea sacado a la plaza principal y publica de esta ciudad, arrastrado hasta el lugar del suplicio, donde presencie la ejecución de las sentencias que se dieren a su mujer, Micaela Bastidas, sus dos hijos, Hipólito y Fernando Tupac Amaro, a su tío Francisco Tupac Amaro, a su cuñado Antonio Bastidas, y a algunos de los otros principales capitanes y auxiliadores de su inicua y perversa intención o proyecto, los cuales han de morir en el propio día, y concluidas estas sentencias, se le cortará por el verdugo la lengua, y después, amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes, y de modo que cada una de estas se pueda atar o prender con facilidad a otras que pendan de las cinchas de cuatro caballos, para que, puesto de este modo, o de suerte que cada uno de estos tire de su lado mirando a otras cuatro esquinas o puntas de la plaza, marchen, partan o arranquen a una voz los caballos de forma que quede dividido su cuerpo en otras tantas partes, llevándose éste luego que sea hora al cerro o altura llamada de Piccho, a donde tuvo el atrevimiento de venir a intimidar, sitiar y pedir que se le rindiese esta ciudad, para que allí se queme en una hoguera que estará preparada, echando sus cenizas al aire, y en cuyo lugar se pondrá una lápida de punta que exprese sus principales delitos y muerte, para sólo memoria y escarmiento de su execrable acción.» (Aquí se puede leer el documento transcripto completo)

Dicho y sentenciado, Tupac Amaru padeció el día siguiente 18 de mayo de 1781, y junto con los suyos, las torturas indicadas más arriba. Pero «No sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo estuvieron tironeando», y fue entonces que el Visitador «despachó de la Compañía una orden mandando le cortase el verdugo la cabeza, como se ejecutó», según relatan luego sus mismos asesinos. En ese entonces José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, tenía 41 años de edad.

 

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