Revista Opinión

Virgilio. (parte dos)

Publicado el 25 julio 2011 por Bc

Virgilio. (parte dos)

La Lechiguana -caracterización de la actriz Nora Cullen


Quedó dicho que Porota era devota católica, lo cual no era óbice para que confiara en recursos tal vez considerados un poco en contramano a su fe cristiana, pero es bien sabido aquello de “a Dios rezando y con el mazo dando”. Ese asunto del coludo la tenía muy preocupada a la Porota, que bien temprano dejó sus quehaceres y se encaminó hacia las afueras del pueblo, más precisamente a la casa de "la lechiguana" una curandera muy conocida por el lugar, que tanto curaba del empacho, te hacía un payé para el amor o un conjuro para alejar a los malos espíritus. Le llamaban Lechiguana, porque al igual que a la avispa productora, la Eresmilda (tal su nombre de pila) gustaba mucho de la miel, producto que solía incluir entre los medios de pago de su comercio que tal vez hoy con tanto merchandising bien podría llamarse "La boutique del Hechizo Drugstore" dado que también preparaba yuyos medicinales para el hígado, el resfriado, el dolor de cabeza, un atraso menstrual, o bien cualquier otro que el ocasional cliente pudiera necesitar.
-Y a vos, que te anda pasando?? Fue el saludo con que recibió a la Porota. -Y aquí ando, haciendo una consultita. -De que tipo che..¡ -Sobre un hombre. -Já, ya decía yo que el luto por el Mencho te iba a durar poco; si no tienen un tiento al lado se enloquecen Uds.; pasá y contame. La lechiguana era muy directa en su forma de expresarse y nadie en el pueblo se asombraba por ello, por lo cual Porota sonrió estúpidamente ante el comentario como presumiendo que no sería el único durante la entrevista. - Y quien es el guacho?, preguntó Eresmilda, lo conozco sin duda. -No, es un forastero, se llama Virgilio. -Rió fuerte la Lechiguana al escuchar el nombre que repitió con sorna: “Virgilio”, nombre de maricón, y como es el fulano. -Hermoso, joven, fuerte, agradable, simpático, bronceado.´…., -Pará che que te derretís solita, cortó la curandera, no hace falta que me vendas a mí la mercadería que te interesa a vos, y cuál sería la consulta?
Contó Porota su aprehensión con aquello que había escuchado de Virgilio ( no totalmente comprendido) de su visita acompañando a uno cuyo nombre no recordaba al infierno y el purgatorio, esperando recibir el mejor consejo pues en el pueblo se rumoreaba que la Eresmilda le había cortado un cacho de oreja al mismísimo mandinga (*) cuando este desde la chimenea del rancho la provocaba diciendo” caigo o no caigo” amenazando hacerlo justito sobre un asadito de cordero que esta se disponía a disfrutar. Fue allí que a la tercera vez que escuchó el “caigo o no caigo”, la Lechiguana grito con fuerza “Caéte mierda, si es que te vas a caer” y cuando el mandinga se zambullo, de refilón le rebanó un cacho de oreja que presurosa guardó antes que el coludo se diera cuenta. Dicen que el pedacito lo conserva en una especie de cartera de cuero sin curtir que lleva con ella a sol y sombra, y que cuando mandinga se pone pesado, la Eresmilda saca el pedazo de oreja y le da un mordisco con sus pocos pero afilados incisivos, y así  lo mantiene lejos. El impacto emocional que Virgilio, a quien Porota conocía poco menos que nada, causó en ella preocupó a la vieja que pensó, si esta está así sin siquiera rozarlo no quiero imaginar lo que vendrá después. Su fino olfato le decía que la viuda estaba queriendo pedirle que utilizara el cacho de oreja para poder así comprobar  si estando cerca de Virgilio y dándole un mordisco al pedacito de pabellón auricular, el forastero acusaba algún movimiento extraño. Pero ese no era su estilo y tampoco este era un pleito amoroso de magnitud tal que requiriera de semejante compromiso. A nadie le gusta que le muerdan la oreja, y el sulfuroso no era la excepción.
Más de dos horas estuvo la Porota en el rancho de la Lechiguana, y sobre lo que allí se habló nadie tuvo conocimiento cierto, solo es sabido que un poderoso payé (**) le fue entregado para ser utilizado en la conquista del corazón de Virgilio, a quien por otro lado ya varias damiselas del pueblo le habían echado el ojo. El Comisionado Municipal, con una hija que no cumplía los veinte, el Comisario del pueblo y hasta el cura Bernardo todos ya hablaban maravillas de Virgilio, que aprovechando un suceso no buscado, empezó a considerar seriamente la posibilidad de quedarse varios días más de lo pensado en este particular pueblo de provincia perdido entre montañas. Se dio cuenta que buena comida, cama calentita con variada compañía, y algún que otro beneficio extra no le faltarían. Continuará  NR: (*) mandinga: diablo (**) payé: especie de amuleto

Virgilio. (parte dos)

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