Revista Arquitectura

Visita de obra: RCR en la plaza Europa

Por Jaumep
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
(fotos tomadas el 26 de septiembre de 2009)
RCR está construyendo en edificio corporativo en la plaza Europa de l’Hospitalet.
Justifico mi interés por este equipo de arquitectos más allá de la producción de algunos edificios interesantes: su obra tiene valor como serie, y, actualmente, ha cogido velocidad de crucero y un estado de gracia que se traduce en una espiral ascendente de creatividad que, de momento, parece no tener límite definido.
Siempre me han gustado los arquitectos que parecen repetirse. Recuerdo una reflexión de Enric Miralles sobre Le Corbusier, leída, creo, en una entrevista que ‘El Croquis’ le hizo. Hablaba de lo que, según él, era el acto más increíble de los que había hecho el maestro: repetir tres o cuatro veces, clavada, la Unité d’Habitation. Miralles sabía perfectamente que la repetía para insistir en los matices: colocación respecto de la ciudad, del sol, de las vistas. Diferentes colores de fachada. Diferentes toits-jardin. Diferentes soluciones de pilotis.
RCR explora hasta el infinito dos o tres recursos muy sencillos, y de esta economía de gestos que, cuando se explica, deja el mismo regusto que el descubrimiento de un truco de ilusionista, han sido capaces de extraer una manera de trabajar que, de momento, permite resolver con mucha solvencia cualquier programa y escala.
El grupo empezó organizando espacios muy diáfanos, blancos, luminosos, a base de objetos insertos en medio (cuerpos que contienen baños, escaleras, barras de bar) que los compartimentaban sin cerrarlos. Unida a esto hay una sensibilidad paisajística que los lleva a tratar sus edificios como piezas de land-art que juegan con su contexto natural (caso que haya contestos naturales en algún lugar de este país). Cuando este contexto se urbaniza decididamente, harán exactamente lo mismo.
La cota cero de sus edificios (la que suele corresponderse con los espacios de estar) está situada en cualquier posición respecto de la calle o de la propia parcela: más alta, más baja, hasta en un primer piso.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
casa para un herrero y una peluquera: estar en el primer piso en una parcela plana
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casa-mirador: estar ligeramente elevado respecto de una parcela inclinada no modificada
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casa para un carpintero: parcela en falla con diversos estares dispuestos a tres niveles
El interés del grupo pivotará cada vez más, una vez se sientan cómodos con la definición de sus espacios, hacia las fachadas de los edificios, hasta acabar resolviéndolas con un tipo de barra seriada, vertical u horizontal, a junta abierta (como en un brise-soleil eventualmente) o cerrada.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
Uno de los primeros proyectos resueltos así de los que tengo noticia es el nuevo restaurante Les Cols, en Olot, para la chef Fina Puigdevall. Allá, el típico barrote del balcón que tenemos asociado al modernismo (en realidad, usado por diversos estilos de arquitectura), consistente en una helicoide realizada retorciendo sobre sí mismo un helicoide de hierro dulce, se cambia de escala y de ritmo, haciendo los pliegos (en los primeros proyectos, a mano) de un modo más arbitrario, más casual, para contribuir con esta homogeneidad a parar la vista allí, usando para ello pletinas de quince o veinte centímetros, o más, de ancho.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
Des de ese momento, sus sólidos platónicos empiezan a vibrar y transformarse, a volverse inestables a la vista, a confundirse con su entorno, a desdibujar sus límites.
Todo esto no se habría logrado sin el interés que RCR ha demostrado por la construcción, traducido en una serie de bellísimos detalles constructivos producidos por el método ensayo-error: recuerdo que el decano de la facultad de derecho del campus de Montivillí, a quien encontré casualmente durante mi visita al edificio, un sábado por la mañana, encontrando en él a un excelente cicerone muy consciente del valor del edificio y de sus errores debidos a su carácter de prototipo, me contó que los arquitectos habían conseguido cargarse la totalidad de las barandillas de cristal del edificio descuidando la dilatación diferencial entre un marco de acero perimetral muy delgado y el vidrio templado que éste sujetaba. Los detalles, una vez resueltos, se han ido seriando y depurando a lo largo de los años. Sobre toda esta colección de remates aparentemente mínimos, de pavimentos de agua, de papeleras escondidas y otras sutilezas por el estilo, mis dos gestos preferidos son su pilar “unidimensional” y sus muros de contención.
Estos dos elementos son los que han logrado situar al grupo donde está actualmente, gracias a que unifican el sistema portante (la estructura) del edificio con su sistema de ornamentación de un modo inseparable.
Su pilar “unidimensional” se compone de dos pletinas ligeramente separadas, que mantienen en el eje X la inercia de un perfil metálico normalizado equivalente, y requieren de un arriostramiento adicional en el eje Y.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
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RCR lleva usando insistentemente este pilar des de hace años, y, precisamente, el edificio de la plaza Europa es el que lo lleva (por ahora) al límite de sus posibilidades expresivas.
Respecto a los muros de contención (que, presumiblemente, no van a aparecer en la plaza Europa, donde el nivel freático debe de ser bastante elevado y donde abundan los terrenos de relleno sobre una base que no debe de ser demasiado consistente), son a un muro convencional lo que un plato del Bulli a un asado: cada uno de sus elementos se ha reubicado para formar un plato completamente diferente a partir de los mismos ingredientes.
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Un muro de contención convencional se compone de una pared de hormigón drenada por el lado del terreno que soporta, impermeabilizada de algún modo, con un cimiento que aprovecha de la misma inercia de las tierras. RCR va a trascender este conjunto sustituyendo la pared por un conjunto discontinuo de pletinas de acero oxidado suficientemente juntas como para soportar no el terreno, sino las gravas de drenaje situadas entre éste y las tierras. Debajo, el tubo de drenaje se ha transformado en un canal. Tengo que decir que he extrapolado este detalle, después de estudiarlo, de memoria, de un modo lógico, como si estuviese definiéndolo para un ejecutivo propio, así que los posibles errores de definición no son de RCR.
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Buena parte de estas experiencias quedarán recogidas, algunas culminadas, en la sede Layetana de la plaza Europa, en l’Hospitalet.
El edificio sigue una volumetría proyectada (algunos dirían que impuesta) por Albert Viaplana, autor de toda la ordenación de la zona, además de la propia plaza. El proyecto, para mí uno de los más brillantes proyectos de urbanización que conozco, aprovecha la cubrición de la Gran Vía para nivelar toda la zona, antes una topografía alucinada de puentes, fallas, depresiones, autopistas, zanjas y excavaciones abandonadas con barrios de barracas y viviendas malrestauradas de antes de la guerra, donde Wim Wenders hubiese podido rodar una de sus fábulas urbanas, y conectar la Zona Franca con Santa Eulàlia. De pequeño (me he criado en Santa Eulàlia, en la parte alta de la misma calle Amadeu Torner que forma el eje de la plaza) podía tardar media hora a pie, o más, para cruzar la Gran Vía. Ahora puedo hacer el mismo trayecto en menos de diez minutos. Y con el aliciente de descubrir cosas interesantes al otro lado.
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En medio de las no sé cuántas torres de la zona, Viaplana ha dispuesto unos edificios lineales escalonados, mezcla de Le Corbusier, Rietveld y algo de un Loos sobredimensionado, para marcar su centro. Al norte, el propio arquitecto está construyendo uno de estos edificios, y una pequeña parte del edificio sur es el que ahora nos motiva.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
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Es perverso. Casi parece reírse de la ordenación general. Viaplana propone un edificio lineal, cortable cada X metros por juntas de dilatación o medianeras para que lo construyan diversos arquitectos. Es intencionado, preciso, y RCR lleva esta voluntad hasta el extremo, disponiendo unas decenas de pórticos formados por su pilar unidimensional continuo, marcando todo el perímetro de la volumetría, a lo largo de su parcela, hasta que se les termina. Esto es todo.
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La actitud respecto esta volumetría desmiente cualquier discurso mediocre sobre las normativas como atentado a la voluntad de los buenos arquitectos. Sin más, RCR la va a convertir en tipo estructural. Un pórtico en doble escalón tiende a abrirse tanto por geometría como por la propia esbeltez que imponen las dimensiones del edificio. Esto queda resuelto dimensionando los pilares a compresión. El problema del pandeo queda resuelto arriostrando el conjunto en vertical con los forjados, formados por unas bigas Warren que trabajan principalmente a la flexión y a la tracción, cosa que se usa, además, para reducir su canto.
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El arriostramiento lateral del edificio queda resuelto por un gesto que contribuye, también, a crear el efecto de edificio exento de una manera muy sutil. Si los pórticos fuesen completamente paralelos podrían plegarse como fichas de dominó. Para evitarlo, los pórticos son concéntricos y toman la forma de un tronco de cono. El núcleo rígido hará el resto.
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Una vez resuelto el sistema empieza la diversión: toda la volumetría, entre pórtico y pórtico, se colmata con una fachada de cristal situada en el plano interior de la estructura. Sí, toda: techo incluido, si se respetan los planos del proyecto.
En el interior, el edificio se llena sólo donde es necesario, y el resto se dejará vacío, siguiendo las normas de la sección libre koolhaasiana, combinada con una planta que, de hecho, también es libre por tener su estructura en el exterior.
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
Visita de obra: RCR en la plaza Europa
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Cuando contacta con el suelo, el edificio se cuestiona si su planta baja ha de ser la de la plaza. La respuesta será doble. Las partes más hedonistas, como el bar, quedan en contacto con el aire exterior (sirviendo a una terraza poblada por unos lucernarios reciclados de un proyecto previo), y espacios como el auditorio o el hall (que tienden a confundirse en una amalgama indefinida de espacio libre con mucho aire por encima, conectados por un suelo que se pliega en una rampa muy similar a la de la biblioteca del mercado de Sant Antoni) se desplazan a un sótano-que-no-es-tal. La posición del observador queda confundida, y el espacio se experimenta de modos diversos. El edificio, por dentro, presenta vistas oblicuas al sueño de Helio Piñón y a la pesadilla de Alonso y Balaguer. Al otro lado de la Gran Vía, Viaplana recoge el guante y responde. En medio, Jean Nouvel, a la callada, ha alzado ya media estructura del que, sin duda, es su edificio más interesante de todos los que habrá construido en España hasta la fecha, a la espera de ver empezadas sus viviendas de Vic.
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