Revista Cultura y Ocio

Viva el Papa, Pedro de Alarcón

Por Jossorio

Viva el Papa, Pedro de Alarcón

¡VIVA EL PAPA!

El tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histórico,
como los anteriores y como los siguientes; pero no ya sólo
por la materia, sino también por la forma.-Vivo está quien lo
cuenta, como suele decirse..., y entiéndase que quien le
05 cuenta no soy yo; es un Capitán retirado que dejó el servicio
en 1814.

Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues,
admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.[43-1]

Para invención, el asunto es de poca monta; y luego pertenece
10 a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar
nada....
Presumo de liberal,[43-2] y un pobre Capitán retirado me ha conmovido
profundamente contándome los sinsabores ... políticos
de un Papa muy absolutista....

15 Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma
relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste
mi derrota.

Habla mi Capitán.

Uno de los más calurosos días del mes de Julio de 1809, y
20 ¡cuidado que[43-3] aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez
de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del
Delfinado,[43-4] que lo que sea no lo sé,[43-5] ni lo he sabido (p44)
nunca, y maldita la falta[44-1] que me hacía saber que existía
tal Francia en el mundo....

-¡Ah! ¿Conque era en Francia?...

-Pues ¡hombre![44-2] ¡Me gusta! ¿Dónde está el Delfinado
05 sino en Francia?-Y no crean ustedes que ahí, en la frontera...,
sino muy tierra adentro,[44-3] más cerca del Piamonte[44-4] que de
España....

-¡Siga V...., Capitán! Los niños ... que aprendan[44-5]
en la escuela....-Y tú, ¡a ver si[44-6] te callas, Eduardito!

10 -Pues como digo, entrábamos en Montelimart, ahogados
de calor y polvo, y rendidos[44-7] de caminar a pie durante tres semanas,
veintisiete[44-8] oficiales españoles que habíamos caído prisioneros
en Gerona[44-9].... Mas no creáis[44-10] que en la capitulación
de la plaza, sino en una salida que hicimos pocos días antes, a
15 fin de estorbar unas obras en el campamento francés.... Pero
esto no hace al caso. Ello es[44-11] que nos atraparon y nos llevaron
a Perpiñán,[44-12] desde donde nos destinaron a Dijon[44-13].... Y
ahí tienen Vds. el por qué[44-14]] de lo que voy a referir.

Pues, señor, como uno se acostumbra a todo, y el Emperador
20 nos pasaba[44-15] diez reales diarios durante el viaje-que íbamos
haciendo a jornadas militares de tres o cuatro leguas,-y nadie
nos custodiaba, porque cada uno de nosotros había respondido
con su cabeza de que no desertarían los demás, y veintisiete
españoles juntos no se han aburrido nunca, sucedía que, sin embargo
25 del[44-16] calor, de la fatiga y de no saber ni una palabra de
francés, pasábamos muchos ratos divertidos,[44-17] sobre todo desde
las once de la mañana hasta las siete de la tarde, horas que permanecíamos
en las poblaciones del tránsito; pues las jornadas
las hacíamos de noche con la fresca.... A ver, Antonio,
30 enciéndeme esta pipa.

Montelimart....-¡Bonito pueblo!...-El café está en
una calle cerca de la Plaza, y en él entramos a refrescarnos, es
decir, a evitar el sol ... (pues los bolsillos no se prestaban a
gollerías), en tanto que[44-18] tres de nuestros compañeros (p45)
iban a ver al Prefecto[45-1] para que nos diese las boletas de
alojamiento,[45-2] que en Francia se llaman mandat....

No sé si el café estará todavía como entonces estaba. ¡Han
pasado cuarenta[45-2] y cuatro años! Recuerdo que a la izquierdata[45-3]
05 de la puerta había una ventana de reja,[45-] con cristales, y delante
una mesa a la cual nos sentamos algunos de los oficiales, entre
ellos C...., que ha sido diputado a Cortes[45-5] por Almería[45-6] y
murió el año pasado....-Ya veis que esto es cosa que puede
preguntarse.[45-7]

10 -Pues ¿no dice V. que ha muerto?

-¡Hombre! Supongo que C. ... se lo habrá contado[45-8] a
su familia-respondió el Capitán, escarbando la pipa con la
uña.

-¡Tiene V. razón, Capitán!-Siga V....; el que no lo
15 crea, que [45-9] lo busque.

-¡Bien hablado, hijo mío!-Pues, como íbamos diciendo,
sentados estábamos a la mesa del café, cuando vimos correr
mucha gente por la calle, y oímos una gritería espantosa....
Pero como la gritería era en francés, no la entendimos.

20 -Le Pape![45-10] Le Pape! Le Pape!...-decían los muchachos
y las mujeres, levantando las manos al cielo, en tanto
que todos los balcones se abrían y llenaban de gente, y los
mozos del café y algunos gabachos que jugaban al billar se lanzaban
a la calle con un palmo de boca abierta,[45-11] como si oyeran
25 decir que el sol se había parado.

-¡Pues parado está, papá abuelo![45-12]

-¡Cállese V. cuando hablan los mayores! ¡A ver[45-13]... el
deslenguado!

-No haga V. caso, Capitán.... ¡Estos niños de
30 ahora!...

-Toma[45-14].... ¡Y si está parado[45-15]!...-murmuró el
muchacho entre dientes.

-Le Pape! Le Pape! ¿Qué significa esto?-nos preguntamos
todos los oficiales.
(p46)
Y cogiendo a uno de los mozos del café, le dimos a entender
nuestra curiosidad.

El mozo tomó dos llaves; trazó con las manos una especie
de morrión sobre su cabeza; se sentó en una silla, y dijo:

05 -Le Pontife![46-1]

-¡Ah!... (dijo C....-que era el más avisado de
nosotros.-¡Por eso fué luego diputado a Cortes!)-¡El
Pontífice! ¡El Papa!

-Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept.[46-2]

10 -¡Pío VII[46-3]!... ¡El Papa!... (exclamamos nosotros,
sin atrevernos a creer lo que oíamos.) ¿Qué hace el
Papa en Francia? Pues ¿no está el Papa en Roma? ¿Viajan
los Papas? ¿El Papa en Montelimart?

No extrañéis nuestro asombro, hijos míos.... En aquel
15 entonces[46-4] todas las cosas tenían más prestigio que hoy.-No
se viajaba tan fácilmente, ni se publicaban tantos periódicos.-Yo
creo que en toda España no había más que uno, tamaño
como un recibo de contribución.[46-5]-El Papa era para nosotros
un sér[46-6] sobrenatural..., no un hombre de carne y hueso....-¡En
20 toda la tierra no había más que un Papa!... Y en
aquel tiempo era la tierra mucho más grande que hoy.... ¡La
tierra era el mundo..., y un mundo lleno de misterios, de
regiones desconocidas, de continentes ignorados!-Además,
aun sonaban en nuestros oídos aquellas palabras de nuestra
25 madre y de nuestros maestros: "El Papa es el Vicario de
Jesucristo; su representante en la tierra; una autoridad
infalible, y lo que desatare o atare aquí, remanecerá atado o
desatado en el cielo...."

Creo haberme explicado.-Creo que habréis comprendido
30 todo el respeto, toda la veneración, todo el susto que experimentaríamos
aquellos pobres españoles del siglo pasado, al oír
decir que el Sumo Pontífice estaba en un villorrio de Francia y
que íbamos a verle!

Efectivamente: no bien salimos del café, percibimos allá,(p47)
en la Plaza (que como os he dicho estaba cerca), una empolvada
silla de posta, parada delante de una casa de vulgar
apariencia y custodiada por dos gendarmes de caballería,
cuyos desnudos sables brillaban que era un contento[47-1] ....

05 Más de quinientas personas había alrededor del carruaje,
que examinaban con viva curiosidad, sin que se opusiesen a
ello los gendarmes, quienes, en cambio,[47-2] no permitían al público
acercarse a la puerta de aquella casa, donde se había
apeado Pío VII mientras mudaban el tiro de caballos....

10 -Y ¿qué casa era aquélla, abuelito? ¿La del Alcalde?

-No, hijo mío.-Era el Parador de diligencias.

A nosotros, como a militares que éramos, nos tuvieron un
poco más de consideración los gendarmes, y nos permitieron
arrimarnos a la puerta.... Pero no así pasar el umbral.

15 De cualquier modo, pudimos ver perfectamente el siguiente
grupo, que ocupaba uno de los ángulos de aquel portal u
oficina.

Dos ancianos..., ¿qué digo? dos viejos decrépitos, cubiertos
de sudor y de polvo, rendidos de fatiga, ahogados de
20 calor, respirando apenas, bebían agua en un vaso de vidrio,
que el uno pasó al otro después de mediarlo. Estaban sentados
en sillas viejas de enea. Sus trajes talares, blanco el uno,
y el otro de color de púrpura, hallábanse tan sucios y ajados
por resultas de aquella larga caminata, que más parecían humildes
25 ropones de peregrinos, que ostentosos hábitos de príncipes
de la Iglesia....

Ningún distintivo podía revelarnos cuál era Pío VII (pues
nada entendíamos nosotros de trajes cardenalicios ni pontificales),
pero todos dijimos a un tiempo:

30 -¡Es el más alto! ¡El de las blancas vestiduras!

Y ¿sabéis por qué lo dijimos? Porque su compañero lloraba
y él no; porque su tranquilidad revelaba que él era mártir;
porque su humildad denotaba que él era el Rey.

En cuanto a su figura, me parece estarla viendo todavía.(p48)
Imaginaos un hombre de más de setenta años, enjuto de carnes,
de elevada talla y algo encorvado por la edad. Su rostro, surcado
de pocas pero muy hondas arrugas, revelaba la más
austera energía, dulcificada por unos labios bondadosos que
05 parecían manar persuasión y consuelo. Su grave nariz, sus
ojos de paz, marchitos por los años, y algunos cabellos tan
blancos como la nieve, infundían juntamente reverencia y confianza.
Sólo contemplando la cara de mi buen padre y la de
algunos santos de mi devoción, había yo experimentado hasta
10 entonces una emoción por aquel estilo.

El sacerdote que acompañaba a Su Santidad era también muy
viejo, y en su semblante, contraído por el dolor y la indignación,
se descubría al hombre de pensamientos profundos y de acción
rápida y decidida. Más parecía un general que un apóstol.

15 Pero ¿era cierto lo que veíamos? ¿El Pontífice preso, caminando
en el rigor del estío, con todo el ardor del sol, entre
dos groseros gendarmes, sin más comitiva que un sacerdote,
sin otro hospedaje que el portal de una casa de postas, sin otra
almohada que una silla de madera?

20 En tan extraordinario caso, en tan descomunal atropello, en
tan terrible drama, sólo podía mediar un hombre más extraordinario,
más descomunal, más terrible que cuanto veíamos[48-1]....-El
nombre de NAPOLEÓN circuló por nuestros labios.
¡Napoleón nos tenía también a nosotros en el interior de
25 Francia! ¡Napoleón había revuelto el Oriente,[48-2] encendido en
guerra nuestra patria, derribado todos los tronos de Europa!-¡Él
debía de ser quien arrancaba al Papa de la Silla de San
Pedro[48-3] y lo paseaba así por el Imperio francés, como el pueblo
judío paseó al Redentor por las calles de la ciudad deicida!

30 Pero ¿cuál era la suerte del beatísimo prisionero? ¿Qué
había ocurrido en Roma? ¿Había una nueva religión en el
Mediodía de Europa? ¿Era papa Napoleón?

Nada sabíamos..., y, si he de deciros[48-4] la verdad, por lo
que a mí hace,[48-5] todavía no he tenido tiempo de averiguarlo....
(p49)
-Yo se lo diré a V., por vía de paréntesis, en muy pocas
palabras, Capitán.-Esto completará la historia de V., y dará
toda su importancia a ese peregrino relato.

III

El día 17 de Mayo de ese mismo año de 1809 dió Napoleón
05 un decreto, por el que[49-1] reunió al Imperio francés los Estados
pontificios, declarando a Roma[49-2] ciudad imperial libre.

El pueblo romano no se atrevió a protestar contra esta medida;
pero el Papa la resistió pasivamente desde su palacio
del Quirinal,[49-3] donde aun contaba con algunas autoridades y su
10 guardia de suizos.

Sucedió entonces que unos pescadores del Tiber cogieron
un esturión y quisieron regalárselo al Sucesor de San Pedro.
Los franceses aprovecharon esta ocasión para dar el último
paso contra la autoridad de Pío VII; gritaron: ¡al arma!;
15 el cañón de Sant-Angelo[49-4] pregonó la extinción del gobierno
temporal de los Papas, y la bandera tricolor[49-5] ondeó sobre el
Vaticano.

El Secretario de Estado, cardenal Pacca (que sin duda era
el sacerdote que V. encontró con Pío VII), corrió al lado de
20 Su Santidad; y, al verse los dos ancianos, exclamaron: Consummatum
est![49-6]

En efecto: mientras el Papa lanzaba su última excomunión
contra los invasores, éstos penetraban en el Quirinal, derribando
las puertas a hachazos.[49-7]

25 En la Sala de las Santificaciones[49-8] encontraron a cuarenta
suizos, resto del poder del ex Rey de Roma,[49-9] quienes los dejaron
pasar adelante por haber recibido orden de no oponer
resistencia alguna.

El general Radet, jefe de los demoledores, encontró al Papa
30 en la Sala de las Audiencias ordinarias, rodeado de los cardenales
Pacca y Despuig y de algunos empleados de Secretaría.
(p50)
Pío VII vestía roquete y muceta;[50-1] había dejado su lecho
para recibir al enemigo, y daba muestras de una tranquilidad
asombrosa.

Era media noche. Radet, profundamente conmovido, no
05 se atreve a hablar. Al fin intima al Sumo Pontífice que renuncie
al gobierno temporal de los Estados romanos.[50-2] El Papa
contesta que no le es posible hacerlo, porque no son suyos,
sino de la Iglesia, cuyo administrador lo hizo la voluntad del
Cielo.... Y el general Radet le replica mostrándole la orden
10 de llevarlo prisionero a Francia.

Al amanecer del siguiente día salía Pío VII de su palacio
entre esbirros y gendarmes, saltando sobre los escombros de
las puertas, sin más comitiva que el cardenal Pacca, ni más
restos de su grandeza mundanal que un papetto, moneda
15 equivalente a cuatro reales de vellón,[50-3] que llevaba en el
bolsillo.

En las afueras de la puerta del Popolo[50-4] lo esperaba una silla
de posta, a la cual le hicieron subir, y después de esto cerraron
las portezuelas con una llave, que Radet entregó a un gendarme
20 de caballería.

Las persianas del lado derecho, en que se sentó el Papa,
estaban clavadas, a fin de que no pudiese ser visto....

-¡En esa silla lo encontré yo!...-¿Ven ustedes cómo
no miento?

25 -Hace V. bien en interrumpirme, Capitán; porque yo he
terminado, y el resto queremos oírlo de labios de V....

-Pues voy allá,[50-5] señores míos.

Íbamos diciendo que Pío VII y el cardenal Pacca (¡mucho
me alegro de haber llegado a saber su nombre!) estaban sentados
30 en el portal de la casa de postas; que el pueblo se había
agrupado en la calle; que los gendarmes le impedían el paso,(p51)
y que nosotros los españoles conseguimos acercarnos tanto a la
puerta, que veíamos perfectamente a los dos augustos
sacerdotes.

Pío VII fijó casualmente la vista en nosotros, y sin duda
05 conoció, por nuestros raros y destrozados uniformes, que también
éramos extranjeros y cautivos de Napoleón.... Ello
fué[51-1] que, después de decir algunas palabras al Cardenal, clavó
en nosotros una larga y expresiva mirada.

10 En esto sonó allí cerca un fandango, divinamente tocado y
cantado por los tres compañeros nuestros, que volvían ya con
las boletas para alojarnos....

Creo haberos dicho que habíamos comprado dos guitarras
antes de abandonar a Cataluña;[51-2] y si se me ha olvidado[51-3] decíroslo,
os lo digo ahora.

15 Al oír aquel toque y la copla que le siguió, el Papa levantó
otra vez la cabeza, y nos miró con mayor interés y ternura.

El italiano, el músico, había reconocido el canto.

¡Ya sabía que éramos españoles!

Ser español, significaba en aquel tiempo mucho más que
20 ahora. Significaba ser vencedor del Capitán del siglo; ser soldado
de Bailén y Zaragoza;[51-4] ser defensor de la historia, de la
tradición, de la fe antigua; mantenedor de la independencia
de las naciones; paladín[51-5] de Cristo; cruzado[51-6] de la libertad.
-En esto último nos engañábamos.... Pero ¡cómo ha
25 de ser!-¿Quién había de adivinar entonces, al defender a
D. Fernando VII[51-7] contra los franceses, que él mismo los llamaría
al cabo de catorce años y los traería a España en contra nuestra,[51-8]
como sucedió en 1823?...-En fin; no quiero hablar...,
¡pues hay cosas que todavía me encienden la sangre!

30 El caso fué, volviendo a mi relato, que el rostro del Papa
se cubrió de santo rubor al considerar nuestra desventura y
recordar el heroísmo de que España estaba dando muestras al
mundo..., y que el más puro entusiasmo chispeó en sus
amantísimos ojos....-¡Parecía que aquellos ojos nos besaban!
(p52)
Nosotros, por nuestra parte, comprendiendo toda la predilección
que nos demostraba en aquel momento el Sumo Pontífice,
procurábamos expresarle con la mirada, con el gesto, con
la actitud, nuestra veneración y piedad, así como el dolor y la
05 indignación que sentíamos al verlo preso y ultrajado por sus
malos hijos....-Casi instintivamente nos quitamos los morriones
(cosa que chocó mucho a los franceses, los cuales seguían
con sus gorros[52-1] encasquetados), y nos llevamos la mano derecha
al corazón como quien hace[52-2] protestación de su fe.

10 El Papa levantó los ojos al cielo y se puso a rezar.-¡Sabía
que una bendición de su mano podía atraer sobre nosotros la
cólera del pueblo impío que nos rodeaba, como nosotros sabíamos
que un grito de ¡viva el Papa! podía empeorar la situación
del beatísimo prisionero!-¡Mostrábanse tan orgullosos
15 los franceses que nos rodeaban al ver aquel supremo triunfo de
la Revolución sobre la autoridad!... ¡Creían tan grande a
la Francia en aquel momento!

En esto se abrió paso por entre la muchedumbre, y apareció
en el cuadro que habían despejado los gendarmes, una mujer
20 del pueblo, mucho más anciana que el Pontífice: una viejecita
centenaria, pulcra y pobremente[52-3] vestida, coronada de cabellos
como la nieve, trémula por la edad y el entusiasmo, encorvada,
llorosa, suplicante, llevando en las manos un azafate de mimbres
secos lleno de melocotones, cuyos matices rojos y dorados se
25 veían debajo de las verdes hojas con que estaban cubiertos....

Los gendarmes quisieron detenerla.... Pero ella los miró
con tanta mansedumbre; era tan inofensiva su actitud; era su
presente tan tierno y cariñoso; inspiraba su edad tanto respeto;
había tal verdad en aquel acto de devoción; significaba tanto,
30 en fin, aquel siglo pasado, fiel a sus creencias, que venía a saludar
al Vicario de Jesucristo en medio de su calle de Amargura,[52-4]
que los soldados de la Revolución y del Imperio comprendieron
o sintieron que aquel anacronismo, aquella caridad de otra
época, aquel corazón inerme y pacífico que había sobrevivido(p53)
casualmente a la guillotina, en nada aminoraba ni deslucía los
triunfos del conquistador de Europa, y dejaron a la pobre mujer
del pueblo entrar en aquel afortunado portal, que ya nos había
traído a la memoria otro portal, no menos afortunado, donde
05 unos sencillos pastores hicieron también ofrendas al Hijo de
Dios vivo....

Comenzó entonces una interesante escena entre la cristiana
y el Pontífice.

Púsose ella de rodillas, y, sin articular palabra, presentó el
10 azafate de frutos al augusto prisionero.

Pío VII enjugó con sus manos beatísimas las lágrimas que
inundaban el rostro de la viejecita; y cuando ésta se inclinaba
para besar el pie del Santo Padre,[53-1] él colocó una mano sobre
aquellas canas humilladas, y levantó la otra al cielo con la
15 inspirada actitud de un profeta.

-¡VIVA EL PAPA!-exclamamos entonces nosotros en
nuestro idioma español, sin poder contenernos....

Y penetramos en el portal resueltos a todo.

20 Pío VII se pone de pie al oír aquel grito, y, tendiendo hacia
nosotros las manos, nos detiene, cual si su majestuosa actitud
nos hubiese aniquilado.... Caemos, pues, de rodillas, y el
Padre Santo nos bendice una, otra y tercera vez.

Al propio tiempo álzase en la puerta y en toda la Plaza como
un huracán de gritos, y nosotros volvemos la cabeza horrorizados,
25 creyendo que los franceses amenazan al Sumo Pontífice....-¡Lo
de menos[53-2] era que nos amenazasen a nosotros!-¡Decididos
estábamos a morir!

Pero ¡cuál fué nuestro asombro al ver que los gendarmes,
los hombres del pueblo, las mujeres, los niños..., ¡todo
30 Montelimart! estaba arrodillado, con la frente descubierta,
con las lágrimas en los ojos, exclamando:

-Vive le Pape![53-3]

Entonces se rompió la consigna: el pueblo invadió el portal
y pidió su bendición al Pontífice.
(p54)
Éste cogió una hoja verde de las que cubrían el azafate de
melocotones que seguía ofreciéndole la anciana, y la llevó a sus
labios y la besó.

La multitud, por su parte, se apoderó de los frutos como de
05 reliquias; todos abrazaron a la pobre mujer del pueblo; el
Papa, trémulo de emoción, atravesó por entre la muchedumbre,
nos bendijo otra vez al paso, y penetró en la silla de
posta; y los gendarmes, avergonzados de lo que acababa de
pasar, dieron la orden[54-1] de partir.

10 En cuanto a nosotros, durante todo aquel día no fuimos en
Francia prisioneros de guerra, sino huéspedes de paz.

Conque ... he dicho.

-¡Aun queda algo que decir!...-(exclamó el mismo
que contó poco antes lo acontecido en Roma.) ¡Óiganme
15 Vds. a mí un momento!

En 1814, cinco años después de la escena referida por el
Capitán, la fuerza de la opinión de toda Francia obligó a Napoleón
Bonaparte a poner en libertad a Pío VII.

Volvió, pues, el Sumo Pontífice a recorrer el mismo camino
20 en que le habían encontrado los prisioneros españoles, y he
aquí cómo describe Chateaubriand[54-2] la despedida que hizo
Francia al sucesor de San Pedro:

"Pío VII caminaba en medio de los cánticos y de las lágrimas,
del repique de las campanas y de los gritos de ¡Viva el Papa!
25 ¡Viva el Jefe de la Iglesia!... En las ciudades sólo quedaban
los que no podían marchar, y los peregrinos pasaban la
noche en los campos, en espera de la llegada del anciano sacerdote.
TAL ES, SOBRE LA FUERZA DEL HACHA[54-3] Y DEL CETRO,
LA SUPERIORIDAD DEL PODER DEL DÉBIL SOSTENIDO POR LA
30 RELIGIÓN Y LA DESGRACIA."

Guadix, 1857.


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