Revista Regiones del Mundo

Volando por la carretera

Por Lagunamov @Lagunamoc
Se escandalizaba de que no entendiera las relaciones del catolicismo con la vida, sino únicamente sus relaciones con la muerte, como si no fuera una religión sino un prospecto de convencionalismos funerarios.
Cien Años de Soledad
Mi cuerpo estaba cargado de energía, me sentía como un satélite a punto de colisionar (en honor a Queen) y me creía capaz de llegar a cualquier parte haciendo dedo, aunque hubiese un mar o un abismo de por medio. No me importaba.
Todo me estaba saliendo genial y no podía pedirle nada más al destino, había pasado los andes en la peor época del año, viajado en bus sin pagar ni un duro e incluso un hombre me había acogido en su casa y me había llevado a la radio, todo eso en apenas 48 horas. Cuando pensaba en toda la aventura que me quedaba por delante, mi corazón se ponía a latir más rápido que el del mismísimo rey del rock cuando se chutó la sobredosis que le llevó a la muerte.
La timidez que denotaba mi mirada cuando hacía dedo en Ushuaia (o en Barcelona) se transformó en seguridad, mis ojos penetraban en todos los conductores que pasaban por la salida de Río Gallegos.
Volando por la carretera
No tardó mucho en parar el primer coche, creo que unos 30 minutos y,menos mal, porque aunque mi mente estaba embriagada y extasiada con el calor del éxito, mi cuerpo estaba pasando un frío de mil demonios, digno de las tierras de Skyrim. Al verlo, cogí mis dos mochilas y fui corriendo hacia él.
-Hola, gracias por parar, hacía dónde vas?- Le dije.
-A Piedrabuena, ¿Vos?.
-A Madryn, ¿pilla de paso?.
-Eso está muy lejos, pero si, te viene bien, es la carretera que va por toda la costa.
Puse mis mochilas en el maletero y me senté. El conductor era un hombre de unos 50 años llamado José Luis, abogado de profesión y residente en Río Gallegos. Me estuvo explicando que él trabajaba cerca de su casa pero que, durante los fines de semana, se trasladaba a Piedrabuena para ejercer en otro bufete de allí.
Estuvimos hablando de muchas cosas en esas dos horas y pico de trayecto hasta piedrabuena, pero recuerdo especialmente dos cosas. La primera es que conocía a un profe mío de estética de la universidad, cosa bastante rara y curiosa y que me sacó una sonrisa.
La segunda tiene que ver con temas de faldas. Me estuvo explicando que, cuando él vivía en Buenos Aires, hubo un tiempo en el que iba a los burdeles y en que trataba mal a las chicas. Era de aquellos tipos que en las comidas familiares solamente hablan de mujeres y que están etiquetados como los eternos mujeriegos del clan.
Cuando parecía que iba a ser solterón de por vida, esta hizo que tuviese que cuidar de su sobrina pequeña y, esto, le cambió. Pasó de tratar a las mujeres como meros objetos sexuales a vivir y darlo todo por una niña pequeña. Desde que esta había entrado en su vida, me explicó que había cambiado completamente. Que ahora las respetaba y ya no frecuentaba burderles. ¿Una historia digna de una película de la sobremesa de antena 3, eh? Nunca sabes por donde te llevará la vida y cómo la acabarás.
Llegamos a Piedrabuena y me dio unos 60 pesos, ya que le había explicado (por casualidad) que todavía no había tenido oportunidad de cambiar dinero y, por empatía, quiso darme dinero para que comprase algo para comer en la gasolinera. Nos despedimos y me regaló su tarjeta de abogado, por si alguna vez lo necesitaba.
Estaba otra vez cara a cara con la carretera, eran las 12 del mediodía y el sol había calentado el asfalto, por fin un poco de calor (y cómo lo agradecí!). Aquí estuve esperando cerca de hora y media, pasaban coches y camiones pero ninguno paraba. La sensación de autoinmolación que sentía mi cuerpo por la mañana había dejado el paso a un sentimiento de frustración. Los conductores me miraban, me hacían señales de victoria o incluso me gritaban palabras de ánimo, pero ninguno paraba y yo solamente me podia resignar y dirigir una cara poca amistosa al culo de aquellos autos que pasaban de mí.
Volando por la carretera
Además, la carretera tenia poco tránsito y muchas veces no me quedaba más remedio que observar el paisaje. Estaba mirando unas casitas que había en el panorama cuando escuché un ruido detrás mío, me giré y allí estaba, ¡el primer camión de este viaje! Uno de estos vehículos había parado para llevarme y el camionero me gritaba amablemente que subiese. Le inspeccioné con los ojos y subí.
Nada más sentarme, mis oídos escucharon una música familiar, estaba sonando por la radio Metallica, Nothing Else Matter en concreto. Un chico joven la estaba escuchando, se llamaba José y llevaba 10 años de camionero.
Me estuvo interrogando con curiosidad sobre mi aventura, con cada cosa que le explicaba se sorprendia.
-Hay alguien ahí arriba que te cuida- Me dijo. - Argentina ya no es lo que era, ahora entre los bolivianos y los porteños no es seguro salir a la calle y, menos, hacer autostop. Aunque estoy seguro que a ti no te pasará nada, tienes a alguien que te cuida, lo puedo ver.
Al escuchar esto me reservé de explicarle nada sobre mis estudios o mi posición religiosa, el tipo era un fanático evangelista y cada dos por tres me hablaba de Dios (o de mujeres), no quería que me odiase, ya que él era el que conducía, así que omití cualquier palabra que le pudiese indicar que para saber mi posición religiosa solamente hay que añadir una A delante de mi nombre.
Volando por la carretera
Aún así, su fanatismo no me impidió disfrutar del camino que nos llevó hasta Puerto Julián. Era muy simpático y divertido, estuvimos bromeando y riendo casi todo el trayecto (mientras que comíamos una pizza que él habìa comprado en la gasolinera). Tras 2 horas y media, llegamos al destino.
-Que Dios te bendiga, mucha suerte amigo - Me gritó mientras se iba.
Me puse a hacer dedo otra vez, me quedaban todavía unas 12 horas de coche hasta Madryn, estaba preocupado porque era mediodia y eso indicaba que me quedaban solamente unas 4 horas de luz. No quería pasar la noche en la carretera, era un suicidio, con el frío que se levantaba tras la puesta de sol mi cuerpo se convertiria rápidamente en un témpano.
Cada minuto que pasaba era uno menos de luz, me estaba cagando en mí por haber elegido empezar el trayecto en esa época del año, en verano seguro que era más fácil. Pasaron dos horas y nadie paraba, tenía tanto miedo al frio nocturno que incluso estaba barajando la posibilidad de buscarme un hostel en puerto julián para pasar la noche, pero gracias a Dios, al Cosmos o a lo que sea, no hizo falta.
Pasó un camión, le hice dedo, me vio y pasó de largo, le dirigí mi mirada poco amistosa y, entonces, a unos 10 metros de mi distancia, paró. Fui corriendo hacia allí y le pregunté sobre su destino. Un camionero de unos cuarenta años con una cara muy simpática bajó la ventanilla.
-Voy a Trelew mochilero, ¿te va bien?
-No sé, voy a Madryn, queda cerca?-. Le dije con pocas esperanzas.
-Claro que sí, viteh, está a 60 km. Venga, monta.
Volando por la carretera
No me lo podía creer, iba a hacer las 12 horas que me separaban de la meta casi del tirón. Fuí a por mis mochilas y subí sin dudarlo, pero, cuando estaba subiendo las escaleras me acordé de algo y bajé al suelo. Levanté los brazos y grité:
-Chúpate esa, sol- Y volví a subir al camión.

Volando por la carretera

Así quedó el sol ante tal humillación.

Cómo podéis imaginar, 12 horas de carretera con una persona pueden ser aburridas pero, en este caso, no lo fueron. Creo que no me quedo corto al afirmar que ese camionero es de las personas más divertidas que he conocido. No paraba de hablarme de mujeres y de sexo y todas las frases las acababa con un viteh.
Me contó que llevaba 5 años conduciendo por sudamérica y que tenía una mujer en cada ciudad, todo esto estando casado.
-¿Y tu mujer no te ha pillado nunca?- Le pregunté.
-No, entre mi mujer y yo hay una norma no escrita, ella sabe que no tiene que mirar mi móvil viteh.- Me respondió entre risas.
Él veía la infidelidad como algo normal. Se había casado cuatro veces y a ninguna le había sido fiel y, cuando se cansaba, las dejaba (un matrimonio le duró poco más de tres meses). Era graciosa la forma como lo explicaba, pero a mi me parecía un poco triste que engañara de esa manera a sus parejas. Lo mínimo que puedes pedir en una relación de esta índole es confianza y sinceridad, si no tienes esto, ¿En qué se diferencia de estar sólo? ¿En que tienes sexo asegurado?
Dos horas duró su turno, pasaron 120 minutos hasta que sintió curiosidad por mí. Yo le hablé de todo y, cuando le expliqué lo del camionero evangelista, casi se atraganta de risa.
-No puede ser verdad, viteh, has tenido suerte pero Dios no existe, somos nosotros.
Esto inició una charla sobre el origen de la religión, el tio parecía bastante culto, conocía a Nietzsche y a bastantes filósofos, lo pasé bien hablando sobre ese tema con él. 
-¿Sabés hacer mate?- Preguntó mientras sacaba el recipiente.
-Si, le dije (aunque solamente lo había visto hacer).
Volando por la carretera

Empecé a prepararlo como pude, algo me decía que lo estaba haciendo mal y mis sospechas se confirmaron cuando se lo pasé para que diese el primer trago. El tio, al probarlo, empezó a poner caras raras y abrió la ventanilla para escupirlo mientras se partía de risa.
-Tiene más yerba que agua viteh, pusiste mal la bombilla, así se tapona.-
Yo me descojoné también de risa y le invité a que me enseñase.
La luz del sol dejó de tocar al camión y yo me estaba quedando frito, llevaba mucho cansancio sobre mis espaldas, pero no quería dormirme, era muy pronto todavía. Entonces ocurrió algo que me despertó. El camionero cambiando de emisoras de radio encontró una sintonía que le gustó.
-Mirá, el que te cuida sale en la radio.- Me dijo mientras subía el volumen.
Entonces, hasta el más pequeño rincón de ese camión se llenó con la angelical voz de Andrea Bocelli.
Creerme, si existe un cielo o un Dios que nos vigila y nos cuida,yo, en ese jodido momento, lo estaba tocando. ¡Qué grande es el arte y lo que nos puede hacer sentir! Nos da alas para volar y para entrar en el mismisimo paraíso.

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