Revista Cultura y Ocio

Volver

Publicado el 01 septiembre 2016 por Molinos @molinos1282
VolverVolver de viaje. Sufrir dos días antes de volver,  no dormir por la noche dándole vueltas a la cabeza. Ser una campeona olímpica amargándome con antelación. Centrifugar pensando en el mes que te espera, los viajes que tienes, las reuniones, los compromisos, para descubrir el primer día de trabajo que has resuelto casi todo en una mañana, que te apetecen los viajes y que no pasa nada. 
Volver a ahogarte en un vaso de agua antes si quiera de haber metido un pié al olvidar, una vez más, que eres buenísima nadando por tu vida. 
Volver a ser madre. Durante el mes de agosto no lo eres, dejas de serlo. Puede sonar horrible que se te olvida pero ni te acuerdas durante la mayor parte del tiempo. Durante el mes de agosto tienes dos hijas que andan disfrutando de sus vacaciones por ahí, felices y contentas y sin tiempo para hablar contigo "mamáaaa que perdemos tiempo hablando contigo. Sí estamos bien. Sí me tomo las medicinas. No, no me peino, a papá le da igual. Adiosss llama dentro de 3 días". Vuelven contigo; desgreñadas, con una maleta que parece un polvorín "mamá, no mires la maleta, no te lleves disgustos tontos" y retomas tu actividad de madre, esa que mola tanto a ratos y es espantosamente complicada en otros. 
Volver a ser la madre de alguien. Ja. Te sorprende cada día.
Volver a Madrid. El peor retorno, según se acerca el día  cada vez te ves más parecida a Frodo. En tu imaginación te ves encaminando tus pasos hacia Mordor con los hombros hundidos, los pelos por la cara, las ganas de salir corriendo en cualquier otra dirección y la certeza de que tienes que volver, sin escapatoria. Se te saltan las lágrimas y te agobias en lo mal que vas a estar, chapoteas en lo horrible que será todo. 
Volver a la certeza de que Madrid no es tu sitio y que os toca toleraros como una pareja que se aguanta por necesidad. 
Volver a tener una contractura en el cuello. Siempre es igual, te levantas por la mañana y nada más despertar notas el latigazo en la base del cráneo. Intentas ignorarlo, activas tu lado más masculino e intentas obviar los síntomas. Si no lo piensas no existe. A lo largo del día el latigazo avanza desde el nacimiento del pelo, bajando por tu clavícula poco a poco hasta extenderse y llegar a la punta de los dedos de la mano derecha. 
Volver a tener ese dolor y aterrarte. 
Todos estos volver están aquí, algunos encima de tus hombros y otros casi los rozas con la punta de los dedos. Te faltan otros para los que tienes que esperar un poco: volver a taparte por la noche, volver a ponerte calcetines, volver a ver llover, volver a llevar jersey, volver a ver el cielo azul brillante y no este azul lastimoso y agotado de verano, volver a ir al cine entre semana, volver a reencontrarte con amigos... 
Volver a lo de siempre y que todo sea distinto. Volver sabiendo que todo va a cambiar. No saber lo que va a pasarte igual que te ha ocurrido este verano. Estar expectante.  Disfrutarlo. 

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