Revista Maternidad

Volver a empezar

Por Lamadretigre

Familia numerosa Echo de menos a La Segunda. No se crean que se ha ido de viaje con el novio o que se la hemos regalado a los abuelos, nada más lejos de la realidad. La tengo aquí a mi vera, a escasos dos metros de insalvable distancia.

No sólo está aquí, bajo mi techo de gallina clueca, sino que llevo sin separarme de ella seis semanas de intenso veraneo.

De ella y del resto de sus hermanas, claro está. He ahí el problema.

De todas mis hijas La Segunda es, en este momento, la que menos me necesita. Mientras que La Quinta sigue acoplada a mis pechugas y La Cuarta me flagela con sus ataques de amor del duro, La Segunda se pasea por la vida triunfadora, sabedora de sus virtudes, que no son pocas.

En la misma medida en que La Tercera se aferra a su último vestigio de dependencia y se niega rotundamente a limpiarse el trasero sola y La Primera acapara gran parte de mi energía con su apatía escolar, La Segunda se come el mundo a golpe de melena autosuficiente y confiada.

Familia numerosa
Familia de cinco hijos
La Segunda me ha salido guapa, estilosa, empollona y popular. Es la amiga que todos se rifan, la sonrisa que hace suspirar a sus futuros pretendientes y la invitada más codiciada por los padres ajenos. Y lo sabe. Vaya que si lo sabe, lo tiene todo bajo control.

A mí se me pasan los días afanada con las chaladuras de las demás sin fijarme demasiado en esta hija tan dulce que me ha tocado en suerte. Dulce por fuera, ojo. Porque uno de los placeres terrenales de La Segunda es tocar las narices. Sibilinamente, casi imperceptiblemente, es capaz de tocarte las bemoles como nadie.

He de reconocer que me costó desenmascarar a La Segunda. Me pasé años empujando el cochecito ladeado hasta que me dí cuenta de que lo frenaba adrede colgándose con todo su peso mientras parecía que paseaba inocentemente a mi lado. Igual que cuánta más prisa tengo más despacio se mueve, con el único y exclusivo fin de ponerme del hígado.

Si esto me lo hace a mí imagínense lo que no les hará a sus hermanas. Es la que da pataditas por debajo de la mesa y te busca las cosquillas constantemente. Al principio me llevaban los demonios, pensaba que era mi deber corregir este afán puñetero de mi segunda hija. Con el tiempo me dí cuenta de es un vicio como otro cualquiera, un deje de su carácter sin más trascendencia que haberlo heredado de la suegra tigre.

Familia numerosa
Pero claro, según el nivel de enajenación transitoria con el que me pille, entro al trapo como un Mihura sin acordarme de que es puñetera, sí, pero también generosa y muy cariñosa. Siempre tiene un abrazo listo cuando más lo necesitas y es capaz de gastarse todo el dinero del ratoncito Pérez en un regalo para su hermana.

Es un sol de niña, por mucho que se empeñe en disimularlo. Y la echo de menos aunque me pase el día al borde de un ataque de nervios echándole las broncas más absurdas.

Menos mal que ya empieza el colegio y, como ella es la que tiene menos horas lectivas, volveremos a tener un poco de tiempo para cultivar lo nuestro, charlar tranquilamente y ponerme al día de lo que pasa por esa mente maquiavélica.

Estoy como el príncipe, esperando ansiosa bajo su ventana a que me lance las trenzas.

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