Revista Cine

Vortex, de Gaspar Noé. El horror de perder la cabeza antes que el corazón

Publicado el 26 agosto 2022 por La Henryteca @LaHenryteca
Por Iria Dominguez.
Gaspar Noé sorprende con una nueva propuesta argumental que rompe con sus anteriores trabajos al prescindir de sexo o malos viajes causados por la droga. La segunda sigue presente, pero olvidada a un lado para adentrarse en una historia mucho más personal. Nueve años atrás, la madre del director moría en sus brazos después de una larga lucha contra la demencia. Con motivo del estreno del film en la plataforma de VOD Filmin volvemos a revisitar esta obra tan especial de mano de nuestra redactora Iria Dominguez.
Vortex, de Gaspar Noé. El horror de perder la cabeza antes que el corazónGaspar Noé abandona la explicitud, violencia e incluso extravagancia de trabajos anteriores como Irreversible (2002); Love (2015) o Clímax (2018), para crear así una pequeña rotura en su narración habitual, sin dejar de lado sus marcas de estilo. Esta es una película mucho más íntima con la que no quiere provocar asco, miedo ni seducción, sino mostrar un pedazo de realidad que afecte la visión que tiene la gente sobre la vida y el tiempo.
En Vórtex presenciaremos los últimos días de una pareja de ancianos, formada por una antigua psiquiatra y un escritor, que sufre las consecuencias de la edad. Él (Darío Argento) padece del corazón, ella (Françoise Lebrun) sufre de la tan extendida demencia.
Vortex, de Gaspar Noé. El horror de perder la cabeza antes que el corazón
Si los sobrevolamos al inicio (y al final) es de una manera mucho más sosegada y tranquila que la apertura de Irreversible (2002), a través de un movimiento lento y firme. A pesar de su título, en esta ocasión, el movimiento en espiral no viene dado tanto con la cámara como con la narración argumental y la decadencia de sus personajes. Empezando con los créditos finales, Vórtex se abre con la imagen de dos ancianos que se ven a través de la ventana. Tres cuartos. Se sonríen, parecen felices. Quedan en la pequeña terraza para compartir un vino y brindar por ellos. Sabemos que el viaje de esta pareja irá cuesta abajo y sin frenos porque se trata de Gaspar Noé, así que aprovechamos para deleitarnos en la pequeña calma que se nos ofrece.
Hay un inserto de una rosa en blanco y negro acompañada por una canción que habla sobre lo que estamos a punto de ver. Son esos pequeños detalles los que más me gustan del director. El sentido de la música y cómo la introduce en sus películas siempre me resulta bastante interesante. Sin embargo, las canciones no estarán tan presentes como en Clímax (2018), ni mucho menos.
Ya lo decía en Irreversible, “el tiempo lo destruye todo”. Tras este pequeño inicio, los caminos de los ancianos se separan, literalmente, aunque sigan juntos. Una línea se dibuja para romper la pantalla en dos y dividir las perspectivas de una misma historia. Y es que Vórtex aguanta el esquema formal durante sus ciento cuarenta y dos minutos sin deshacerlo ni una vez, únicamente utilizando un mismo plano en una conversación familiar, pero incluso este se presenta con la línea al medio. Me parece necesario hacer una especial mención del trabajo de actuación de Françoise Lebrun. Me sorprendió especialmente ver esa mirada, percibir esos susurros que tanto me recuerdan a los enfermos reales. El trabajo de esta actriz me parece impecable. El hijo en la ficción, Alex Lutz, no se queda muy atrás. Cada vez que aparece reluce el carisma de la película. Su lenguaje corporal, su manera de encarar las conversaciones, hacen de Vórtex una historia más verosímil y realista. Sin embargo, por mucho que me duela reconocerlo, Darío Argento, al que tanta curiosidad me daba ver delante de las cámaras, se queda un poco rezagado respecto a los otros dos. Y es lógico, teniendo en cuenta que se trata de un director de cine y no un actor, pero es verdad que esperaba un poco más. Quizás es él el que abusa más de la libertad interpretativa que regala Gaspar Noé con su guion escaso, y lo que consigue es crear un ambiente más espeso y, por qué no decirlo, aburrido en ciertas ocasiones. Hay momentos en los que me convence mucho y otros en los que llega a chirriarme. No quiero decir que haga un mal trabajo porque estaría mintiendo, pero comparado con la actriz de La mamá y la puta (1973), sus pasos resultan muy cortos. De todos modos, no hay que olvidar que la grandeza de esta película se construye a partir del esquema visual y de las actuaciones, que son las que lo consiguen casi todo.Prácticamente toda la película discurre dentro de la casa de esta pareja de ancianos, creando un espacio reducido y algo claustrofóbico en algunos momentos. Al fin y al cabo, estas son el tipo de historias que se viven puertas adentro. Se acompaña, por supuesto, de una pantalla reducida en formato para generar todavía más desasosiego y soledad dentro de los dos planos que se acompañan. Y todo esto se ve reforzado, a su vez, por la cantidad de elementos que se aglomeran en el plano. Y es que la casa puede resultar el sueño de cualquier escritor, pero todo lo que estos ancianos han ido acumulando a lo largo de su vida llega a abrumar al espectador.
Vortex, de Gaspar Noé. El horror de perder la cabeza antes que el corazón
También importa el ritmo, el tiempo, las secuencias pausadas que se desarrollan en silencio. Gaspar se aleja de la trascendencia vertiginosa de la mayor parte de sus títulos. Ya no hay la acción trepidante de Lux Æterna (2019), sino una libertad temporal gigantesca. El tiempo pasa lento en sus secuencias, pero rápido en la vida de estos ancianos, para los que puede ocurrir de todo en un día. Nos limitamos a seguirlos y a convivir con ellos, con sus problemas y sus decisiones. Hacerlo de otra manera hubiera sido un error. Hay que tener en cuenta que no se habla de malos viajes por culpa de una droga o de una venganza personal. Ni siquiera se trata del amor de los jóvenes de Love. Cualquiera que haya tenido un familiar en una situación parecida puede comprender el ritmo que se marca en la película y lo importante que es para el desarrollo del metraje. Al pensar en películas sobre demencia o Alzheimer podemos pensar en otras obras como Siempre Alice (2014), de Richard Glatzer y Wash Westmoreland; The Father (2020), de Florian Zeller o Relic (2020), de Natalie Erika James, pero la que salta rápido a la mente, dejando a un lado ciertos elementos del horror y basándose más en un realismo intimista, es la impecable Amour (2012), de Michael Haneke. Sí parece Vórtex una especie de homenaje propio hacia ella. Sin embargo, y a pesar de que la nueva entrega del director muestra una historia muy dura, la crudeza de las imágenes del austríaco-alemán son imposibles de olvidar. El cuerpo que se te queda con Amour no es el mismo que con Vórtex, aunque sigan caminos parecidos, y la potencia de la historia de Haneke no llega a conseguirla Noé. En Amour, hay una escena en concreto (los que la hayan visto sabrán a cuál me refiero) que se te queda para siempre en la memoria. Aunque me ha gustado y me ha parecido muy interesante la nueva entrega de Gaspar Noé, no tengo claro que Vórtex consiga ese carácter imperecedero. De todos modos, es absurdo hacer una comparación precisa de las dos películas porque las visiones de estos dos directores son muy distintas. Vortex, de Gaspar Noé. El horror de perder la cabeza antes que el corazón
Para mí, el gran problema de Gaspar Noé es que sigue rechazando una planificación que, de manera muy probable, hubiera conseguido explotar mucho más lo que nos cuenta. Y es que la idea de presentarnos las dos perspectivas (o tres, cuando se añade al hijo) a partir de una multicámara me resulta especialmente adecuada para la historia que nos presenta, incluso diría que roza la poesía. Sin embargo, con un metraje plagado de improvisación y repeticiones, tengo la sensación de que Vórtex no da tanto de sí como pudiera de haber escrito un guion un poco más extenso.
Es curioso porque, por lo general, la atención del espectador se va disipando según van corriendo los minutos. Creo que Vórtex funciona al revés. Las primeras secuencias, tan pausadas y ordinarias, siguiendo cada paso de sus dos personajes, bien podrían definirse como soporíferas para algunos. La mayor parte de comentarios hablaban de aburrimiento o pesadez, pero es que es aquí cuando se nos presenta espacio, tiempo y situación de los personajes. Si bien tarda en coger ritmo (no estamos acostumbrados a la calma con este director), rápido vas entrando en el juego de las multicámaras y en la historia que se vive, tan cercana para muchos.
Lo bueno de Gaspar Noé, por otra parte, es la capacidad que tiene para crear metáforas a través del enfoque, montaje, sonido… Su fuerte es el sentido visual y lo aprovecha desde el planteamiento del proyecto: la mirada subjetiva y la estética psicodélica de Enter the Void (2009), la narración a la inversa de Irreversible, el diseño de colores y la musicalidad de Clímax, la perspectiva dividida de Vórtex… Porque es ese el mayor aporte de la película, lo que hace que todo lo demás se vuelva más interesante. Es muy inteligente el uso de este esquema visual en el que seguimos dos historias alrededor de una misma. Se las arregla bien, hay que reconocerlo, para que no nos perdamos nada de ninguna. Cuando lo importante está a la izquierda, la derecha desarrolla un comportamiento repetitivo y más plano, dirigiendo bien la vista y atención del espectador. Cuando ella sale de casa y se pierde, él solamente teclea su máquina de escribir durante toda la secuencia. La seguimos a ella. Cuando ya nos cansamos de seguirla, arrinconada en la esquina de una tienda, pasamos a él, que se viste y sale a buscarla. Conseguir algo así no es fácil y se nota que Gaspar Noé sabe lo que hace. Además, también resulta gratificante el emplazamiento de las cámaras para que no se vea ninguna en plano en ningún momento.Y lo mejor de esta pantalla llega, sin duda, en el tercio final de la película, dejando cojo el equilibrio y provocando una metáfora muy interesante del interior de los personajes.
Lo malo del recurso, sin embargo, es que se genera un plano-contraplano casi constante con la interacción de personajes. Si bien es algo que agradezco en ocasiones —me encanta disfrutar de las reacciones de los personajes más que de las palabras dichas por su emisor—, hay momentos (bastantes) en los que no se aporta nada. Quizás romper con esta división no fuera lo mejor, de todos modos, porque se rompería la fuerza de su planteamiento, pero con todas las ventajas que le saca, no puedo obviar el uso inútil que se le da por momentos.
Al principio pensaba que iba a romper también con su estilo visual y ya no solo con el argumento. Creí que estábamos ante un film de colores poco saturados y sin contrastes, por ejemplo, porque la historia así parecía pedirlo. Pero no, los colores saturados (incluso el neón de los vecinos); los dos planos voladores; el contraste; el recurso del niño como espectador de temas que no puede llegar a comprender; esas divisiones entre planos, casi parpadeos de la cámara; los planos secuencia que se limitan a observar todo lo que hace el personaje… Todo esto hace que sea fácil reconocer al autor colocado detrás.
Al acabar, una secuencia de imágenes inmóviles. Cómo me gustan este tipo de juegos en los que se intercalan fotografías y vídeo, al más estilo Varda. Me recuerdan, en parte, al final de Clímax. Son imágenes calmadas y tranquilas y es precisamente el contraste que generan con todo lo que acabamos de vivir, ya lo dijo Kuleshov, lo que hace que el espectador las vea con una sensibilidad especial. Al terminar la película, uno se siente perdido. No es la primera vez que nos hace esto el director; le encanta meter a los personajes en un coche sin frenos y mandarlos cuesta abajo hacia el precipicio, pero es la primera película suya que me deja la sensación de desasosiego con la que se quedan sus personajes. Influye la cercanía del argumento a mi vida personal, claro, pero tengo la sensación de que cualquiera que la vea se va a quedar tan vacío como el que haya vivido algo parecido. Una de las cosas de la magia del cine, al fin y al cabo, es la de unir a los espectadores en sentimientos y experiencias similares. La mayoría sentirá un nudo en la garganta y alguno llegará a derramar la lágrima que luchaba por contener. No hay nada ya que provoque y, sin embargo, es una de sus películas más duras. Atendiendo a su ejecución y a la sensibilidad que le aporta, probablemente sea una de sus mejores películas, aunque no provoque el interés de otros trabajos anteriores.
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    • ##check## Lo bueno
      • Gran planteamiento visual.
        Françoise Lebrun, en especial.
        La sensibilidad con la que se trabaja este tema.
    • ##times## Lo malo
      • Cuesta un poco entrar en la dinámica.
        Puede resultar aburrida.
        Demasiado improvisada, alargando en exceso el metraje.

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    • Ambientación 8.0
      • Toda la atmósfera, recargada de elementos visuales y encerrada en un espacio pequeño y claustrofóbico acompaña a la historia y refuerza el interior de los personajes.
    • Desarrollo de Personajes 7.0
      • Ya se sabe que Gaspar Noé no se caracteriza, precisamente, por su interés en el pasado y futuro de los personajes. Se limita a seguirlos en su recorrido y decadencia.
    • Argumento / Guion 5.0
      • Aunque pasan cosas interesantes y se nota que hay idea de lo que tiene que ocurrir, los actores improvisan en base a unas pequeñas pautas y la acción intenta desarrollarse de manera natural, pero no termina de convencerme este desmerecimiento del guion, que conseguiría escenas todavía más potentes.
    • Banda Sonora 6.0
      • El silencio es uno de los mejores elementos de la banda sonora. Ya no hay música electrónica ni demasiadas canciones, a excepción de la inicial. Se busca un realismo basado más en lo intradiegético que en lo extradiegético.
    • Entretenimiento 5.5
      • Cuesta entrar en el planteamiento y la película se alarga hasta casi las dos horas y media. Para el espectador acostumbrado a un cine un poco menos convencional (si conoces al director no te importará demasiado eso), puede llegar a sobrepasarle y más de uno divagará en sus propios pensamientos mientras las imágenes se suceden.
    • Montaje / Innovación técnica 9.0
      • El montaje inteligente que une secuencias y planos a través de pequeños parpadeos y la pantalla dividida son de verdad los fuertes de la película, junto a las actuaciones.
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    • Puntuación Total  7 / 10
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Fuente Imágenes: Filmin España

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