Revista Opinión

Vuelo a Damasco con escala en Kiev

Publicado el 21 noviembre 2014 por Polikracia @polikracia

La primera víctima de la guerra es la verdad. – Hiram W. Johnson

Primer escenario. Este de Ucrania. Los prorrusos siguen enzarzados en intermitentes combates contra las tropas enviadas desde Kiev y Rusia reacciona ante las sanciones europeas. La UE se decide a buscar socios comerciales alternativos, Putin ya no es seguro.

Segundo escenario. Siria lleva ya más de tres años sumida en una guerra civil, que si bien comenzó con manifestaciones pacíficas en las calles exigiendo la caída del régimen alauita de Bashar al Assad, hoy en día se ha convertido en un conflicto armado y cruento aparentemente interminable. Las intervenciones de Estados Unidos en la zona y el apoyo económico y armamentístico por parte de los países del Golfo a los rebeldes sirios han abierto la caja de Pandora del extremismo suní. Por otro lado, el apoyo casi incondicional de Irán y Hezbolá al régimen de Damasco ha agravado el carácter sectario de la contienda.

La conexión entre ambos escenarios podría limitarse a su coincidencia en un mismo telediario, pero va mucho más lejos. Se ignora o, aún peor, obvia en el proceso un elemento clave.

Situémonos antes de todo en el Golfo Pérsico. Al este, Irán, de mayoría chií. Al otro lado Arabia Saudita, Catar y los Emiratos, ampliamente suníes. Ambas partes libran una nueva guerra fría, pero tanto Irán como Catar comparten una explotación gasífera, la macro-plataforma  de South Pars-North Dome, con las mayores reservas de gas del mundo. Claro está que esta extracción no sería nada sin un potencial cliente, Europa. Una Europa que, si algo muestra, es su apertura a nuevas ofertas para abastecerse energéticamente y poder así diversificar en sus provisiones.

Para Irán, poder abastecer a los países de Centroeuropa con gas significaría su confirmación como potencia mundial, como gran poder geopolítico de Oriente Medio. Catar, en cambio, ve este posible acuerdo como una inmejorable ocasión para, no sólo conseguir un suculento contrato y poder en Europa, sino también como una oportunidad de asestar un duro golpe a las perspectivas económicas iraníes, ya bastante pesimistas a causa de las sanciones. Europa, condicionada por intereses estadounidenses, le da preferencia al gas catarí sobre el persa, pero no rechaza ninguna opción.  Influye además el apoyo de Putin a Rouhani y a al Assad.

La crispación llegó –de forma oficial, pues las negociaciones se iniciaron un año antes-  en julio de 2011, cuando Siria, Irak e Irán firmaron un contrato de cooperación, un convenio para construir un gaseoducto con el que abastecer Europa con gas. El gas, proveniente de las explotaciones iraníes, atravesaría Irak y Siria para desembocar en el Mediterráneo, llevando así el gas al Viejo continente, necesitado de una alternativa al gas ruso, tan politizado. El primer rival de este proyecto era y es el plan homólogo de Catar, el Proyecto Haifa, que partiría de la explotación de gas del Golfo Pérsico y atravesaría Arabia Saudita, Jordania y Turquía. Además, en este caso, Israel se ofreció en un primer momento a servir de punto de salida para exportar parte del fluido.

Llegado a este punto, cabe preguntarse si la voluntad internacional de derrocar a Al Assad proviene realmente de una firme condena de sus crímenes o si, por el contrario, se trata de un tablero de juego en el que la caída de Assad significaría una victoria geoestratégica para las potencias prooccidentales. Podríamos preguntarnos incluso si el origen de la guerra está relacionado el conflicto del gas. ¿Se trata de debilitar a Irán y castigar a Putin para frenar sus ambiciones expansionistas o de hacer valer los Derechos Humanos? Las proyecciones económicas de esos dos posibles gaseoductos nos dan como resultado un mapa de intereses que nos ayuda a comprender las posiciones internacionales respecto al conflicto: Turquía –al margen de su voluntad de mantener a los kurdos bajo control- toma parte en el conflicto a favor de los rebeldes, pues el trazado catarí del gaseoducto le reportaría millones. Los países del Golfo, por su parte, además de verse beneficiados por el Proyecto Haifa, consideran a los takfiris, los grupos wahabitas (como el Estado Islámico), un eficaz instrumento para disminuir la influencia de Irán en la región y llevar a cabo una limpieza étnica de chiíes y sus aliados en la zona. Estados Unidos, por su parte, está sumido en ese tan particular duelo contra Rusia y China, potencias muy cercanas al régimen de Teherán.

Por otro lado, ¿es el conflicto en Ucrania un pretexto por el cual Putin quiere dejar clara, sobre todo a EEUU, su hegemonía en esa parte del planeta?

Tanto en el caso de Ucrania como en el de Siria, las protestas comenzaron de forma pacífica, pese a la existencia de algunos grupos violentos, de reducido tamaño por entonces: en Siria todo comenzó con manifestaciones pacíficas en varias ciudades para protestar por la represión por parte de las fuerzas gubernamentales alauitas de suníes y kurdos en el país. Éstas se recrudecieron cuando, en la ciudad fronteriza de Daraa, unos niños fueron arrestados y torturados por realizar pintadas antigubernamentales en un colegio. El resto ya lo conocemos. En Ucrania, por otra parte, también comenzó todo con protestas contra el Gobierno, entonces presidido por Víktor Yanukóvich, que optó por acercarse más a Rusia que a Europa en sus políticas. Las protestas se volvieron muy violentas cuando entraron en conflicto armado grupos de extrema como el partido ultranacionalista Svoboda y los cuerpos de seguridad ucranios.

Cientos de miles de muertos y millones de desplazados. La radicalización y el sectarismo que se han expandido por la región y la expansión del conflicto a países como el Líbano, donde el conflicto étnico está patente y se materializa en las tensiones entre el norte y el sur, entre Trípoli y Beirut. El futuro de toda la región y, sobre todo, el de las minorías en la zona es, cuanto menos, incierto. Incluso en el menos destructivo de los desenlaces, ¿de verdad serán proyectos de abastecimiento de gas tan politizados como los citados antes posibles? ¿Será viable la construcción de un gaseoducto chií que atraviese territorio de mayoría suní o viceversa? Por ahora parece algo tremendamente utópico.

Las hostilidades entre EEUU y Rusia crecen y la dependencia energética europea de Putin parece prolongarse unos años más. Habrá que esperar hasta la siguiente “guerra inventada” para ver quién consigue imponerse en el marco internacional.

¿Qué precio tendrán que pagar los sirios, iraquíes y libaneses por la voracidad de los intereses económicos? Uno demasiado alto, eso seguro.


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