Revista América Latina

“Vuelvo, vida vuelvo, a vivir en mi país.” Exilio, viaje solo de ida…

Publicado el 07 septiembre 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

No Olvidamos] Exiliados: Camino a otro país. Los “sin patria” obligados a dejar Chile

     

Exilio no es una palabra, ni es un drama, ni menos una estadística.

Arpilleras Exilio - Documentos Históricos Naif

El exilio es simplemente un vértigo, un mareo, un abismo, es un tajo en el alma y también en el cuerpo cuando, un día, una noche, te hacen saber que aquel paisaje tras la ventana, aquel trabajo, aquel amigo, aquella silla y aquel hueco en aquel colchón, aquel sabor, aquel olor y aquel aire que habías perdido, lo has perdido y lo has perdido para siempre, de raíz y sin vuelta.

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Fue durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989), cuando salió del país el mayor número de exiliados políticos de la historia de Chile.

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En un contexto violatorio de los derechos de las personas, miles se asilaron o huyeron para preservar sus vidas y libertad. Otras fueron expulsadas. Un apreciable número conmutó las penas de presidio a las que fueron condenadas, por el extrañamiento, prohibiéndoseles regresar al país al término de la condena. Se sumaron también personas exoneradas de distintas actividades y otras que por temor, o no soportar el clima de represión imperante dejaron el país haciendo uso de sus pasaportes o cédulas de identidad.

Más tarde muchos de ellos aparecieron en listas de prohibición de ingreso al país. Otros se encontraron con que al renovar este documento en un Consulado, se les extendía con la limitación de que no era válido para ingresar a Chile: llevaba estampado una letra “L”.

Algunos de los asilados permanecieron meses en las embajadas que los acogieron, en espera de su salvoconducto. También se asilaron o partieron al exilio muchos de sus familiares, acogiéndose al Plan de Reunificación Familiar del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, ACNUR.

El 1 de septiembre de 1988, la dictadura determinó poner fin al exilio mediante Decreto N°203 del Ministerio del Interior que expresa: “…Déjense sin efecto todos los decretos y decretos supremos exentos que, dictados en virtud de las atribuciones conferidas por el Artículo 41 N° 4 de la Constitución Política de la República disponen la prohibición de ingreso al territorio nacional de las personas que en ellos se mencionan...”.

 

Se cerró así un período de quince años de la vida de Chile, pero no de la de muchos que debieron enfrentar el desafío de retornar a un país del que nunca debieron salir, o afincarse definitivamente en lugares que los acogieron con solidaridad.

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En el transcurso de ese tiempo muchos forjaron nuevos espacios para su desarrollo: aprendieron distintos idiomas, conocieron, asimilaron y aportaron a otras culturas, adquirieron o revalidaron títulos, trabajaron en lo propio o aprendieron nuevos oficios o disciplinas.

Sin embargo, otros sucumbieron ante el dolor de verse expulsados de lo que les pertenecía: depresión, angustias, enfermedades y suicidios recorrieron esos años el mundo del exilio.

A partir de entonces en Chile, la reflexión sobre el exilio ha estado centrada sobre todo en la experiencia del retorno, en el sentimiento de desarraigo profundo de la identidad individual y colectiva que ha hecho del exilio una experiencia traumática. De ello hablan por sí mismos los numerosos testimonios que nos ha heredado la historia.

Muchos… nunca más volvieron, y siguen siendo: “Los sin patria“. Esta reflexión busca, de una u otra forma, conjurar “el otro nombre de la muerte”, como Shakespeare denominaba al exilio.

Si somos capaces de sentirlo, siquiera un instante, tal vez pueda evitarse volver a caer en él nunca más.

“Vuelvo a casa, vuelvo compañera.
Vuelvo mar, montaña, vuelvo puerto.
Vuelvo sur, saludo mi desierto.
Vuelvo a renacer, amado pueblo.

Vuelvo, amor vuelvo. A saciar mi sed de ti…
Vuelvo, vida vuelvo, a vivir en mi país.”

Illapu.

NOTA: Mientras escribí esta columna, los escuché a ustedes compañeros:
Roberto Márquez y todo su clan de Illapu.
¡VENCEREMOS!


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