Revista Arte

Warhol: luces y sombras del “sueño americano”

Por Avellanal

Si a Andy Warhol se le hubiese ocurrido ser “políticamente correcto”, hoy no recordaríamos su nombre como el de uno de los artistas más influyentes e importantes del siglo XX. No le importaba llamar ‘América’ solamente al país donde había nacido, en desmedro de todos los restantes países que componen el continente americano. Cada cual tiene su propia idea de América, hecha con pedazos de una América imaginaria que cree que existe, pero después no encuentra ahí afuera (..) Hay rincones de América que parecen tener una cierta atmósfera cuando los imaginamos, porque los componemos con escenas de películas, música y frases de libros. Vivimos en la América de ensueño que nos hemos hecha a medida a través del arte, la sensiblería y las emociones, tanto como en la América real.

Recorriendo la muestra Andy Warhol, Mr. America uno termina de percatarse que difícilmente exista otro artista tan “americano” como él, considerando no tan sólo su obra sino también su propia vida como encarnaciones perfectas de los supuestos ideológicos, las tensiones socio-culturales y las contradicciones que son parte constitutiva de los Estados Unidos. ¡Cuántas de nuestras ideas sobre el gran país del Norte están construidas en base a imágenes de la obra warholiana! Pese a que en la Argentina, durante los politizados años sesenta, amplios sectores de izquierda repudiaron el arte de Warhol por asociarlo –en una lectura sesgada– con el consumismo, el poder y la fama –esto es, los valores más despreciables de la cultura estadounidense–, hoy en día vale desempolvar el rescate del pop art que hiciera en aquellas épocas Oscar Masotta, quien lejos de emparentar a Warhol únicamente con la mera superficialidad, encontró en algunas de sus obras una aguda perspectiva crítica ante el creciente sensacionalismo que ya se percibía en los medios de comunicación (por ejemplo, en la serie “Little Electric Chair”, poderosísima imagen con diferentes sabores visuales, que permaneceen la retina del espectador indefinidamente).

Warhol: luces y sombras del “sueño americano”

Pero también subyace una dimensión icónica en ese horror mezclado con encanto que Warhol hallaba en un instrumento mortuorio o en las fotos de criminales y accidentes. Se sobrentiende que todo es ícono en la obra del nacido en Pittsburg, más aún teniendo en cuenta que sus preocupaciones centrales se correspondían en gran medida con los rasgos descollantes de la emergente cultura popular: poder, celebridad, sexo, muerte. Así fue como su arte explotó y puso en el mostrador principal, con desbordante entusiasmo anticipatorio, todo aquello –desde latas de sopa hasta cajas de jabón– que la televisión y la publicidad servían puntual e indiferenciadamente en las bandejas del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena de millones de hogares cada día.

Del mismo modo, no demoró en detectar el formidable poder de seducción del cine de Hollywood, monumental usina de imágenes que se alzaban como estereotipos de “lo americano”. En Marlon Brando o Elvis Presley encontró a los hombres ideales para retratarlos como íconos de la masculinidad, pero en una suicida Marilyn Monroe o en una Elizabeth Taylor permanentemente al borde del colapso plasmó la belleza inherente a sus respectivas humanidades al tiempo que en esas obras sobrevuela además una conciencia permanente de la entropía y la tragedia que entrañan las luces de neón y el estrellato de la industria del espectáculo. El curador de la muestra referida, Philip Larratt-Smith, precisó: La lógica del mercado enmascara de modo imperfecto la lógica de la pulsión de muerte, que busca sobre todo volver a un estado inorgánico y atemporal. Cada actriz o superstar que Warhol pintó es un objeto fetiche repetido para contener el temor a la castración y, sin embargo, estas mismas repeticiones, con los mínimos cambios de registro de una imagen a la siguiente, destacan el ineluctable triunfo de la muerte. Esta condensación de la economía psicosexual de la cultura de las celebridades es paralela a ka fusión de elementos orgánicos e inorgánicos en la forma híbrida de sus serigrafías. Extinto diez años antes, de haber vivido en 1997 seguramente Warhol hubiese plasmado artísticamente como nadie la tragedia de una persona de la envergadura de Diana de Gales, en la que confluían (incluso no siendo estadounidense) casi todos los intereses que se manifiestan en la obra warholiana.

Warhol: luces y sombras del “sueño americano”

Al terminar de recorrer la muestra perduraron en mi mente los autorretratos como travesti, en los que Warhol homenajea a dos de sus mayores ídolos del arte y de la vida: Marcel Duchamp y Oscar Wilde. Al igual que ese dueto de padres fundadores de la cultura contemporánea, Warhol echó mano del travestismo para indagar sobre la identidad y la sexualidad, y asimismo para desafiar los cánones del buen gusto artístico. No en vano Philip Larratt-Smith se pregunta: El sueño americano que Warhol encarnó en su vida y expresó en su arte, ¿no será en realidad sino una serie de imágenes de un imperio travestido?


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LOS COMENTARIOS (2)

Por   Avellanal
publicado el 06 marzo a las 19:21
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Muchísimas gracias, Carmen.

Por  Carmen
publicado el 05 marzo a las 15:28
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Estupendo post sobre Andy Warhol