Revista Cine

We Need to Talk About Kevin - 2011

Publicado el 25 mayo 2017 por Jimmy Fdz
We Need to Talk About Kevin - 2011
Directora: Lynne Ramsay
Nueve años después de "Morvern Callar", la escocesa Lynne Ramsay estrena su tercer largometraje, "We Need to Talk About Kevin", una película que al parecer dejó marcando ocupado a mucha gente en su paso por festivales y luego al momento de su estreno. Ya han pasado seis años desde entonces... qué loco, ¿eh? Todavía me da la impresión de que nada más ayer oía grandes elogios para esta película. En fin, estamos más cerca del 2030 que del 2000, pero... ¿de qué año se sienten más próximos, más cercanos? Supongo que del 2000; las memorias producen eso, ¿no? A todo esto, hace un par de horas comenté tres cortos de Ramsay y en todo este rato dicha entrada ha tenido más visitas que "Morvern Callar" en más de un día, qué locura.
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"We Need to Talk About Kevin" es una película más truculenta que sustanciosa.En el papel, esta película continúa el rumbo emprendido por Ramsay en sus dos largometrajes previos, es decir, mostrar personajes atrapados o aprisionados en existencias grises y duras, que de alguna manera buscan una salida a tan desgraciada rutina ya sea en forma de escape o de respuesta, algo que le dé cierto sentido a su sufrimiento y, por ende, alguna sensación de liberación. En este caso, dicha dinámica se da por partida doble: por un lado, vemos a Tilda Swinton tratando de recomponer su vida luego de un hecho grave y crucial, seguramente provocado por el cabrón de Kevin, su hijo mayor, y por el otro, vemos a Tilda Swinton resistiendo la dura tarea de criar a un hijo que en realidad es un verdadero monstruo, la maldad personificada, y que además le significó a ella tener que renunciar a sus sueños, renunciar a lo que le gusta, lo que la hace sentirse plena. En ambos casos ella está atrapada en la negativa influencia de Kevin, un hijo de odio irracional hacia su madre, un sujeto que aparentemente nació para hacerle la vida peor que imposible... insufrible... invivible, si es que existe esa palabra. Pero, más allá de esta puesta en escena deliberadamente incómoda, extraña y confusa, nuevamente centrada más en la provocación de sensaciones que en la explicación de acontecimientos, con secuencias que pueden resultar perturbadoras para determinados estómagos, como ya dije al inicio de esta parte de la entrada, la película de Ramsay es pura truculencia y efectismo, no verdadera exploración, reflexión o disección sobre la naturaleza humana, particularmente la maldad. Lo paradójico es que la tesis, la premisa de esta película, esto es que la maldad no puede ser explicada, la despoja de todo impacto ulterior: todo lo que vimos te puede incomodar en el momento (porque, más allá de la violencia en sí, la directora aplica una serie de mecanismos dramáticos que apuntan a hacerte sentir mal), pero después del visionado te deja con una sensación de vacío, de que no hay significado. A lo mejor esa era su gracia, provocarte perpetuo malestar y luego señalar que no tiene por qué haber motivos detrás de tanto calvario, pero considerando que a mí, francamente, no me convenció la aparatosa ejecución formal en la que descansa el discurso de la película, el rollo este de que tras la maldad como forma no haya fondo me parece una estafa. En resumidas cuentas la película consta de una Tilda Swinton que lo pasa como la reverenda callampa de inicio a fin y listo, y no me malinterpreten, por supuesto que su personaje merece toda la compasión que pueda haber (todo lo que ella sufre es inmerecido), pero en términos de narrativa, el relato es iterativo y plano, superficial: tiene ínfulas de complejidad y profundidad psicológica, pero, en verdad, sólo se contenta con insistir en lo obvio, lo superfluo.
Anoche, mientras intentaba dormir (siempre me demoro en quedarme dormido, aunque no sé si sea insomnio), estaba pensando en lo que iba a escribir sobre esta película y en mi mente había escrito una entrada realmente buena. Al despertar, hoy, ya no recordaba nada. "Maldición", me dije. Siempre me pasa. A fin de cuentas, "We Need to Talk About Kevin" tampoco merece tanto análisis. Quizás se puede especular en los motivos que hay detrás del odio de Kevin hacia su madre, sobre si es atracción sexual o qué sé yo, o simples celos, o si el notable parecido entre madre e hijo alberga algún significado más profundo, incluso simbólico, no tanto para decir que Kevin es una invención de la mente pero sí para lanzar teorías como que Kevin es el fruto de los malos pensamientos de la madre o qué sé yo, que al parir, la madre le traspasó todo su rencor o lo que sea. Oye, si uno le pone suficiente empeño, cualquier idea puede parecer como la octava maravilla de la interpretación fílmica. Pero voy a volver a lo mismo: no se dejen engañar por una película que, tal como Kevin pretende con su madre, tiene como único fin manipularlos y hacerles pensar que todo el malestar que ven tiene algún tipo de significado concreto. Tal como Sansa le dice a su medio hermano Jon Snow, no caigan en la trampa.
Ojalá la película que Ramsay está presentando en Cannes sea buena. Ojalá. Mientras tanto, el maldito Kevin puede irse a chupar limón...
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