Revista Cine

"We're gonna need a bigger boat". Terror bajo el mar y el mundo por conquistar: Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975)

Publicado el 16 junio 2014 por Juanjo85

Antes de abordar los entresijos de una película como Tiburóndebo afirmar que no me parece la primera gran obra de Spielberg, ya que considero al, por otra parte, televisivo El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) su primer gran trabajo como realizador de largos.
Lo primero que debe resaltarse de Tiburón fue su filmación, la cual fue una auténtica odisea, debido a, como uno/a puede llegar a presuponer, la aparatosidad de los bichos mecánicos, los cuales, dada la época, habían sido mediocremente creados y se rompían continuamente, y también por la lucha de Spielberg con el estudio por rodar en alta mar en lugar de en un estanque, por no hablar de las dificultades climáticas que retrasaban la filmación. Todo ello derivó en un presupuesto mucho más alto del que tenían pensado para la realización de la película. Visto hoy (estamos en la era digital), todos esos problemas resueltos como están en el resultado final de la película (entre otros muchos méritos, obtuvo la mayor taquilla de la historia hasta el momento de su estreno) dan buena cuenta de la dificultad que supuso un rodaje el cual tuvo lugar, en una importante parte, bajo el agua.
Todos esos problemas hacen que el autor de E.T. (1982), La lista de Schindler (Schindler’s list, 1993) o Munich (2005) siempre haya recordado, cuando se le ha entrevistado y cuestionado sobre ello, con cierta amargura el proyecto de la narrativamente impecable Jaws, pese a que acabó siendo su consagración como director a seguir tanto por la crítica como por el público.
La travesía por el desierto que supuso Tiburón para su autor queda reflejada en varias de las secuencias más recordadas del filme, como todos y cada uno de los ataques del escualo o la segunda parte en su totalidad, cuando el trío masculino- protagonista-setentero, compuesto éste por el jefe Brody (Roy Schneider), protagonista de la saga, el oceanógrafo Hooper (un gran Richard Dreyfuss como siempre) y el carismático capitán Quint (Robert Shaw) intentan cazar al tiburón en medio del océano. Tanto en El diablo sobre ruedas como en la película de esta entrada Spielberg hizo lo que pudo (que no fue poco) con lo, precisamente, poco de lo que disponía y las muchas limitaciones que se le impusieron. Pero el realizador supo sacar el mejor partido a dichas limitaciones, como la eternamente celebrada idea de incluir la famosa banda sonora de John Williams junto a la cámara que hace de los ojos del tiburón acechando a sus presas bajo el agua, y que a la postre ha acabado convirtiéndose en uno de las características más meritorias de la película y también en un elemento narrativo terrorífico y lleno de suspense.
En la segunda parte del film, aquella en la que tiene lugar el duelo en alta mar entre los protagonistas y el tiburón, la partitura de John Williams se abre hacia tonos más melodiosos y hasta incluso diría que épicos, mientras pugna con lo terrorífico e intrigante que sigue describiendo todo lo visual que envuelve al depredador y sus ataques. La expresión “vamos a necesitar un barco más grande”, expresada por Brody una vez vista la cabeza del tiburón por primera vez ha quedado para los anales de la historia, llegándose incluso a utilizar (al menos en su idioma original-“we' re gonna need a bigger boat”-) de forma coloquial para esa situación en la que alguien tiene un problema y no puede solucionarlo debido a su envergadura. Toda esa segunda parte está magistralmente planificada entre las visiones explícitas del tiburón y sus ataques, y las tensas escenas de espera y suspense entre los protagonistas.
Spielberg (por aquél entonces un joven de 27 años) rubricó toda una pieza mayor de su filmografía, dominando con maestría (habida cuenta de los limitados recursos de los que disponía) todos los aspectos de la realización cinematográfica, con una inteligencia y soltura que pocas veces se han visto en un cineasta de su juventud y que hoy, casi cuatro décadas más tarde, presenta un vigor y vigencia incontestables y que dotaría al director de un prestigio y una remuneración económica que le convertirían en el aclamado mago del cine que es hoy, abriéndole las puertas de proyectos (algunos memorables y otros no tanto, todo hay que decirlo) cuyos presupuestos, sin importar lo abultados que fueran, serían sufragados, en la mayoría de los casos, por el propio director.
El poder de persuasión y de terror que en su día imprimió Tiburón a las audiencias permanece intacto vista hoy. El pavor que sufrieron los espectadores a bañarse hizo que hasta el propio mar, y no el propio tiburón de la película, fuera un escenario temido y un fenómeno social como pocas veces el cine ha conseguido crear. Un film donde lo mostrado es tan demoledor como lo sugerido.
Históricamente hablando, Tiburón fue desde luego, y también, un film de una importancia extrema. Por una parte, avivó, digamos, la rama más comercial (la que formaría Spielberg con George Lucas y su posterior Guerra de las galaxias-Star wars) y menos artística, formada ésta por los Scorsese, Coppola, Bogdanovich, De Palma, etc., del nuevo cine americano de una década, la de los 70, empeñada en renovar las constantes vitales de un celuloide en horas bajas; y, por otra parte, el término superproducción o blockbuster fue usado por primera vez para referirse a esta película de Spielberg, icono pues del cine contemporáneo o moderno, entendido éste como el cine producido desde esta década de los 70 ya mencionada, considerada la última Edad de Oro del cine norteamericano.
Con indudables referencias a la gran Moby Dick, clásico de la literatura norteamericana (aunque está basada libremente en otra novela) considero, personalmente, que el mar como espacio claustrofóbico y como lugar donde residen todos los miedos humanos es el mayor acierto que Spielberg facturó con su este trabajo, de un talento e impacto mediático y cinematográfico fuera de toda duda, añadido y ayudado todo esto por un sentido de la tensión admirable, conformaron el muy valioso e imperecedero legado que dejó un cineasta todavía en ciernes por aquél entonces y al que se le avecinaría una carrera de cuatro décadas (y contando) por delante para rubricar varias de las más populares películas de la historia.

Spielberg durante el rodaje

Las secuelas
  • Tiburón 2 (Jaws 2, Jeannot Swarc, 1978): contó con prácticamente todo lo que tenía el film original…menos Spielberg, ya con otros proyectos presupuestariamente más ambiciosos (el borrador de ET que supondría la maravillosa Encuentros en la tercera fase- Close encounters of the thirdkind, 1977). Continuación al estilo clásico, con la acción teniendo lugar sólo un año más tarde de los hechos narrados en el primer film, y en el mismo lugar, la isla de Amity. Un film bastante pasable en su conjunto, el cual tenía su cénit en su parte final con los chavales (los hijos de Roy Schneider incluidos) acechados por el tiburón.

  • Tiburón 3 (Jaws 3-D, Joe Alves, 1983): el creador del bicho del film original se encargó de despachar una ya insoportable (escrita por una pluma de la calidad de Richard Matheson, para añadir más dolor) segunda continuación del mítico trabajo de Spielberg. En España se tituló El gran tiburón debido a la confusión que el clásico y nada original título de "Tiburón 3" crearía a partir de otra película italiana titulada así (originalmente L’ultimo squalo) y que intentaba alargar un poco más el filón original. Supuso el debut en el cine de Dennis Quaid como uno de los hijos del jefe Brody y una de los primeros intentos de la tecnología 3D, con unos resultados deplorables, como puede apreciarse en la primera foto justo abajo. Lo más destacado fue la muerte del tiburón de turno, la cual tenía lugar mediante la explosión de una bomba en su cabeza.

  • Tiburón. La venganza (Jaws. The revenge, Joseph Sargent, 1987): el autor de la admirable Pelham 1,2,3 (The taking of Pelham 1,2,3,, 1974) se hizo cargo de la última secuela oficial de la serie, sorprendentemente protagonizada por actores de talento como Michael Caine y Lorraine Gary, la cual vuelve a adoptar el papel de la esposa del jefe Brody, inolvidable protagonista del film de Spielberg y que será la que acabe con el escualo. Tan denostada por crítica y público como el film inmediatamente anterior en el tiempo, es una película a la que tengo cierto cariño y de la cual tengo más recuerdos inmediatos (primer film aparte), pero vamos, es un film de una calidad técnica y artística que hace derramar lágrimas si se ve con cierto criterio. Un despropósito sin pies ni cabeza, vamos. Situando esta vez la acción en las Bahamas, sigue protagonizada por los vástagos del jefe, el cual ya no aparecía en el tercer film y del que conocemos que falleció.


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