Revista Cine

‘X Men: First Class’ – Un nuevo origen

Publicado el 04 junio 2011 por Cinefagos

X-MEN   FIRST CLASS

No creo que nadie aquí ignore los detalles más básicos de las películas de los X Men. Bryan Singer fue el director de las dos primeras películas que supusieron el interés moderno por adaptar a los superhéroes a la gran pantalla, y creó dos films de calidad que, aparte de ser espectaculares, no eran ridículos ni apestaban a tinta de cómic. Singer supo que lo que funcionaba en viñetas, no tenía por qué funcionar en la pantalla grande, y quizá ese fue uno de sus mayores aciertos. Más tarde, con Singer dirigiendo ‘Superman’ y Brett “sirve para todo, vale para nada” Ratner tomando el testigo de la saga, vimos X Men 3, una peliculilla entretenida, pero que no tenía la misma calidad que las anteriores. En lugar de continuar esa trilogía, los productores decidieron liarse a hacer Spin-offs de los personajes más emblemáticos: Lobezno, Magneto y el profesor X. La supuesta saga, que tendría el subtítulo de X-Men: Origins, sólo dio como resultado ‘Lobezno’, un film patatero que incluso a  pesar de su buena recaudación no podía ocultar sus carencias argumentales y que supuso una decepción para el público.

De modo que teníamos miedo, mucho miedo, cuando se anunció que First Class se estaba desarrollando a toda velocidad, y las primeras imágenes (con un horripilante photoshop) no hacían presagiar nada bueno. Además no estaba ningún miembro del reparto original y se trataba de una precuela. Pero el caso es que la película ya está en cines y he podido llenar esta reseña de Spoilers, así que si aún no la habéis visto y queréis llegar todo lo ‘vírgenes’ posible a la sala, haríais bien no dándole a ‘leer más’.

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Bien, has entrado bajo tu propia responsabilidad, pero para ser sinceros, no es que esta película vaya a caracterizarse por un guión espectacular y sorprendente. De hecho, sabemos cómo va a terminar desde antes incluso de ver un tráiler, con elementos recurrentes, personajes míticos y clichés a mansalva. Pero lo mismo pasa con cualquier película sobre el Titanic, o con cualquier película sobre El planeta de los Simios. De modo que la gracia no es descubrir un poderoso argumento repleto de giros inesperados, sino sentarse a ver cómo lo desarrollar y lo llevan a cabo. Cualquier persona que se haya visto las películas anteriores tiene su guión en la cabeza desde los primeros minutos (hay cosas que son de cajón) pero X Men: First Class consigue que se te olviden y se convierta en una película con un primer cuarto algo regulero, y el resto fascinante.

Y es que esta película ha tenido que sufrir en sus carnes el fail de los ‘Origins’. Las películas de Magneto y Xavier han sido absorvidas por esta, cosa que me parece más que lógica. De hecho, si los quitásemos a ellos, no nos quedaríamos con nada relevante, porque son quienes llevan el peso de la trama. Pero para explicarnos quiénes son y cómo llegan a encontrarse estos dos amigos que acabarán convirtiéndose en enemigos, hay que pasar por un largo prólogo. La infancia de Xavier y su primer encuentro con Mística (algo cutre), el prólogo de la película que no es sino un calco de la primera X Men, el interrogatorio hacia el joven Eric por parte de un oficial Nazi correctamente interpretado por Kevin Bacon (ese actor sí que vale para todo)… Parece que hay mucho que contar, y hay que hacerlo deprisa. Cada escena va a saltos con la siguiente para que nos enteremos de quiénes son todos y de dónde están. Y nos encontramos con un Xavier ligón y muy inteligente, obsesionado con las mutaciones genéticas (no es para menos) y a un Eric, adulto, que va buscando a algunos oficiales nazis exiliados en Argentina. La escena del brindis y el momento en que se gira el brazo para demostrar el número impreso en él, testigo de su estancia en un campo de concentración, hacen que el actor se gane al público. No te interesa Sebastian Shaw ni los jóvenes mutantes que están por llegar, no echas de menos ni a Cíclope y Tormenta.

Pero aun así, la historia avanza a trompicones, y la escena del primer encuentro entre Xavier y Magneto es forzada, como escrita con una máquina. Hasta ese momento, la película estaba pasando sin pena ni gloria para mí. Pero cuando se juntan, es cuando nos dejamos en paz de tonterías y nos ocupamos de los personajes. McAvoy y Fassbender hacen papeles creíbles, no se comportan como personajes de cómic. Pero pronto se establecen las diferencias entre ambos: anonimato en uno, presencia en otro. Sus dilemas y conversaciones son lo que más me interesan de la película, al margen de la obligada búsqueda de nuevos mutantes. Y eso les lleva de aquí para allá, buscando a gente especial, con los mismos poderes que ellos y que de paso sirve para mostrarnos un momento simpático con un mutante de sobra conocido (anda y que os den), mostrando que hasta la película puede tener sentido del humor, y que le viene genial tenerlo. El entrenamiento es divertido y no se hace pesado, por mucho que los alumnos no tengan mucho carisma. De hecho, Mística y Bestia son los que más interés tienen. Y mejor que el espectador no se pare a pensar que en las películas de Singer no se menciona nada de un pequeño romance entre ellos, hay que entender que esto es una película nueva, y quien busque una completa justificación y coherencia, pide demasiado. Aun así, entendemos por qué Mística no se esconde, con lo fácil que le resultaría, y vemos la completa transformación de Bestia a su aspecto característico con unos guiños más que claros (esos diálogos, esa transformación en primera persona… incluso esa nota pegada a la puerta) refiriéndose a la novela del doctor Jekyll y Mister Hyde.

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Pero por muy bien que tengas a los personajes, hay que saber cómo sacar adelante una historia, y X Men: First Class lo consigue por momentos. Cuando hay que avanzar y descubrir el plan de Sebastian Shaw, Xavier se mete en la mente de una sorprendentemente poco hinchada en su zona pectoral Emma Frost, y descubre el plan de instalar los misiles en Cuba (Bacon hace un gesto tan teatral que parece sacado de un culebrón). Hay veces en las que las explicaciones suenan forzadas, como en todo blockbuster que se precie. Estas películas están pensadas para que las entienda desde el niño de doce años, al padre de cuarenta y cinco, de modo que hacen pocas concesiones. Sin emmbargo, no se andan con remilgos a la hora de mostrar lo mejor y lo peor de esos personajes, como puede ser el final de Shaw, con esa moneda, que tan bien nos sirve para darle un poco de entidad a la escena y así cerrar un círculo que empieza en las primeras escenas. Eric se convierte en un asesino (y Xavier siente lo que Eric hace con ella) de la misma forma que Shaw la usó para matar a su madre.

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Usar la historia verídica de la crisis de los misiles de Cuba me parece una buena idea, pero quizá sea porque siempre me ha gustado la mezcla entre lo real y la ficción, y entre los barcos que llevaron al mundo al borde de la guerra nuclear podemos ver a ¡Michael Ironside! Un hombre al que me gustaría ver incluso como dependiente de un McDonalds.

Pero claro, por muy emocionante que sea todo, los guionistas no pueden dejarse llevar más de la cuenta y tienen que atenerse a unas pequeñas reglas, las mismas que el espectador ya sabe. Desde el momento en que vemos a Shaw con ese esperpéntico casco, sabemos que habrá alguna escena en la que Eric se lo quite, de la misma forma que sabemos que una de las últimas imágenes será Xavier en una silla de ruedas. Pero los últimos tres cuartos de la película están tan bien hechos, montados e interpretados, que cuando llega ese momento, te llevas las manos a la cabeza recordándolo de pronto.

Si una película así, creada como blockbuster, con una campaña de publicidad que no auguraba nada bueno, con personajes secundarios que no pintan demasiado y con un final más que definido desde el estreno de X Men 1 hace ya once años, es capaz de hacerte botar en la butaca en el momento en que una bala perdida le entra a Charles Xavier por la espalda, significa que ha cumplido con su objetivo y nos ha dado una película entretenida, emocionante y bien hecha. Diferente a la visión sobria de Singer, pero sin caer en el ridículo y posicionándose en un mercado saturado por los superhéroes manteniendo la cabeza bien alta.


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