Vilafamés. Fotografía: Miguel Santamaría
Un año más hemos tenido la suerte de reunirnos para celebrar el aniversario de la creación del grupo (marzo del 2007. A pesar del gran número de bajas de las últimas horas (producidas en gran parte por miedo a acabar empapados bajo una tormenta de verano), reunió a 80 senderistas, entre socios, simpatizantes, familiares y amigos.
En esta ocasión nuestro destino fue Vilafamés y su sierra. Dos recorridos, con diferente grado de dificultad, nos permitieron disfrutar a todos del encanto del entorno y de la compañía de nuestros senderistas más antiguos y de los más nuevos. Como aliciente extra, Vilafamés nos esperaba disfrazada de época, ya que, casualidades de la vida, ese mismo fin de semana se celebró también la “Vilafamés 1900 Mostra de la vida tradicional“.
Un poco antes de las 9:00 de la mañana comenzaron a llegar los primeros inscritos al punto de recepción en el área de recreo “Monte el Estepar“, donde se les asigno su número de dorsal y se les hizo entrega de la clásica chapa conmemorativa (Amelia, Inma, y las dos Cristinas se encargaron de ello). La hora prevista de inicio de la ruta era las 9:30, pero dado el elevado número de asistentes comenzamos la ruta sobre las 9:45.
La primera y obligada parada al pasar por el casco urbano la hicimos en la Roca Grossa, con sus más de 2160 toneladas de peso estimado. Esta impresionante formación geológica de rodeno tiene alrededor de 222 millones de años, y se sitúa sobre terreno inclinado a los pies de la iglesia parroquial, siendo uno de los grandes atractivos turísticos de la población. Cautivados por su tamaño, posamos para sacarnos la tradicional foto de grupo.
Nuestro paso por Vilafamés nos permitió también ver la fachada de Iglesia de la Asunción (siglo XVI) y cruzar la Plaza del Ayuntamiento, antes de bajar por sus estrechas y empinadas calles para enfilar el camino empedrado, que a la umbría del Morral, nos llevó hasta la Font de la Trisiola (a poco menos de kilómetro y medio de la población). La Font de la Trisiola era el lugar adecuado para reponer energía almorzando (no tanto por lo caminado, si no más bien por las horas que llevábamos sin pegar bocado).
Con los 20′ de almuerzo, descanso y otras intimidades (si has caminado con nosotros ya sabes de qué te hablo), y con ganas de seguir adentrándonos en la Sierra de Vilafamés, caminamos otro kilómetro y medio por un tramo de pista, aún al amparo del Morral, hasta tomar la senda que serpenteando paralela al Barranc de Ferrer, nos iba anunciando el inicio de una dura subida.
Al llegar a la cantera, tras esa inicial y suave subida, nos encontramos con el Camí de la Serra. Una fuerte y prolongada ascensión por el camino, nos permitió llegar hasta les Roques de Mallassén. Sé que muchos de los asistentes recordarán lo pesado de la subida, pero también quedarán guardadas en su memoria las espectaculares vistas que desde las roques se tienen de Vilafamés y su entorno, destacando su prominente castillo de origen árabe. Sin duda, las vistas que más se disfrutan son aquellas que más esfuerzo nos cuestan de conseguir.
En este punto el grupo se dividió en dos, permitiendo así que una avanzadilla de socios y simpatizantes (bajando por el Camí de la Serra) llegaran un poco antes al área de recreo para preparar el picnic. El resto continuamos nuestra ascensión siguiendo el camino que transcurre sobre la Serra de la Balaguera.
Unos dos kilómetros más adelante y cerca de 180 metros por encima del punto donde nos separamos, tomamos una antigua senda que con una fuerte pendiente y bastantes piedras sueltas, zigzagueaba entre viejos y abandonado bancales. Agazapado en uno de ellos, y como muestra viva de un pasado diferente, pudimos admirar un refugio de pastores construido con la ancestral técnica de la piedra en seco. Un alto para reagruparnos, unas cuantas fotos más y un trago de agua fue todo lo que necesitamos para seguir con el vertiginoso descenso.
Un giro más de la senda, y como por arte de magia, esta se volvió más dulce y cómoda de caminar, y casi sin darnos cuenta, la frondosidad del Barranco de Morella nos envolvió, mientras que cada vez más cerca oíamos las voces de nuestros compañeros que ya esperaban nuestra llegada.
Eran las 13:30 cuando los dos grupos nos volvimos a unir en el área de recreo, y juntos pudimos disfrutar del picnic y del final de fiesta.
Entre el jamón, el queso, las papas y otras delicias compradas, también aparecieron exquisitos platos que algún socio había cocinado adrede para la ocasión. Una espectacular tortilla de patata salida de los fogones de José Antonio y Noelia, un exquisito plato típico de Tania (falta saber si era obra suya o de su madre), la deliciosa coca de llanda que trajeron María y Rufo, y seguro que algo más habría que no tuve la suerte de degustar.
Tras la comida, el tradicional brindis y como sorpresa para los participantes, el sorteo de material de montaña. Este año con más y mejores premios que nunca, tocándole el premio extraordinario a Pepa, que tendrá en guardia y custodia el trofeo que la FEMCV nos dio el Día del Senderista de la Comunidad Valenciana.
Como final de fiesta y cierre de la jornada, los diferentes Dj’s del club con sus variopintos estilos, amenizaron la jornada pinchando música (a veces bailable, a veces no), mientras que los demás intentábamos seguir el ritmo.
Echamos de menos a los ausentes, a los que no pudieron venir por trabajo y a los que no pudieron venir por todo lo contrario (cosas que tienen los puentes), también a los que están lejos y aún así nos siguen, pero especialmente, echamos de menos a nuestros dos nuevos guías, que no pudieron venir porque ese mismo fin de semana estaban terminando el bloque práctico de su formación en la EVAM. Félix y Pedro, tenemos vuestras chapas a buen recaudo.
Sólo me queda dar las gracias de nuevo a los asistentes por su excelente comportamiento y el respeto que demostraron a lo largo de la jornada, y agradecer profundamente a todos los socios la ayuda prestada, en especial a aquellos que de manera voluntaria formaron parte del comité de organización con todo el trabajo que ello supone.
Y es que mis compañeros de senda son todos muy grandes, tanto, que cuando camino con ellos, las montañas no me parecen tan altas. Por eso estoy seguro, de que el año que viene por estas fechas, estaré contando qué tal fue el decimosegundo aniversario.
Espero que este crónica te haya gustado y si estuviste allí, no te cortes y cuéntanos qué te pareció la experiencia.
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