Revista Cine

XI Documenta Madrid | Mentiras, guerras, revoluciones y víctimas del sistema.

Publicado el 05 mayo 2014 por Jesusteatrero @jesusteatrero

El DocumentaMadrid se inaugura con las mentiras más mediáticas del panorama deportivo reciente y desarrolla sus primeras jornadas entre guerras y revoluciones. Las víctimas del sistema, protagonistas de los primeros compases del certamen internacional.

por Sofia Pérez
El documentalista y director de fotografía José Luis López-Linares, miembro del jurado de la Sección Oficial de largometrajes del 11º DocumentaMadrid, se mostró impresionado en la inauguración del mismo el pasado día 30 de Abril porque una sala de cine dedicada únicamente a la no ficción (“Es decir, lo contrario que todo el resto de salas”, afirmó) estuviese llena de gente que, además, sabían conscientemente lo que iban a ver. Y así es, aquellos que asisten a DocumentaMadrid quieren que les pongan la verdad frente a la cara. Que les cuenten cosas que no sabían, o que estaban ocultas. Si el año pasado, la película inaugural fue The Gatekeepers (2012), que recogía por primera vez ante la cámara los testimonios de seis hombres que habían sido jefes del Shabak israelí (cuyo director, Dror Moreh, afirmaba en el propio festival que “los documentales pueden cambiar el mundo”), este año el pistoletazo de salida lo volvía a dar una declaración directa y en primera persona, aunque sorprendentemente, nos resulte más difícil valorar su credibilidad: la del ciclista Lance Armstrong.
XI Documenta Madrid | Mentiras, guerras, revoluciones y víctimas del sistema.
En un momento determinado de The Armstrong Lie, el director Alex Gibney cuenta el recelo que tenían hacia su película aquellos que rodeaban de un modo u otro a Lance Armstrong, ya que no tenían claro si lo que pretendía con sus grabaciones era mitificarle o denunciarle. Había partidarios y detractores de cada una de las opciones. El documental de Gibney es uno de esos fenómenos cinematográficos que tienen casi vida propia, que se van gestando y transformando según ocurren los acontecimientos. The Armstrong Lie es una película dentro de otra. En un principio, lo que el director quería era analizar la carrera del ciclista a partir de su regreso en 2009, tras haberse retirado en 2005. Sin embargo, el brutal proceso de investigación que llevó a cabo la Agencia Anti-Doping en 2012, y la definitiva confesión del propio Armstrong en enero de 2013, cambiaron el rumbo de la propuesta. Gibney se sintió entonces manipulado por el ciclista, y decide arrancarle una nueva declaración, que si bien por parte del director es una denuncia en toda regla, demuestra también que Armstrong se sigue viendo como una víctima.
Armstrong se descubre a sí mismo como un hombre soberbio e hipócrita, defendiendo unas posturas durante casi 15 años con una dignidad que resulta ridícula a luz de las revelaciones. ¿O es Gibney quien nos lo presenta así? Las películas del director se caracterizan por sus polémicos argumentos y el dinamismo del montaje y la música para darle agilidad a la cantidad de información que transmiten, de una manera que a veces puede llegar a rozar lo sensacionalista y manipulador (ese Michele Ferrari viendo emocionado frente al televisor el final del Tour de Francia de 2009). Pero en el último momento casi nunca llega a traspasar esa línea. Sin embargo, y quizás este es uno de los aspectos que hacen más atrayentes los trabajos de Gibney, en ocasiones la narración parece que entra en el terreno de la ficción, aquel en el que el realizador puede adulterar la realidad según le convenga. El mejor ejemplo lo tenemos en ese enfrentamiento entre Armstrong y Alberto Contador, que recuerda al que contaba Ron Howard entre Niki Lauda y James Hunt en Rush (2013).
En el fondo, el afán de Armstrong de engañar a todo el mundo, y sobre todo a sí mismo, viene dado por un profundo sentimiento de inferioridad, provocado por el cáncer que padeció. Quería demostrar que podía ser el mejor, fuera como fuera. The Armstrong Lie es ya, desde su propio título, un análisis del relativismo de la verdad. Plantea la teoría de que si una mentira es compartida por muchos, o si uno se lo llega a creer con todas sus fuerzas, puede convertirse en cierto.
Pero para nuestra sorpresa, la película de inauguración no fue el único ejemplo durante los primeros días en la Sección Oficial de mutación debida a que la lo largo del rodaje el realizador descubre cierta información que no conocía. Ukraina ne bordel (Ucrania no es un burdel) refleja los 14 meses que pasó la directora Kitty Green conviviendo activamente con Femen, el grupo supuestamente feminista que defiende los derechos de la mujer en un país en el que se encuentra infravalorada y sometida a un sistema de patriarcado. Al principio, parece que el documental va a ser un repaso a la historia del movimiento, a través de la proyección de algunas de sus performances, muy radicales, y siempre en topless, como forma de reivindicarse contra el turismo sexual. Pero, a través de las entrevistas que la directora realiza a algunas de las componentes de Femen, se observa que, aunque están muy comprometidas, muchas de ellas son chicas de pueblo, sin estudios ni motivaciones. Comienzan entonces a surgir dudas: ¿cómo han formado el grupo? ¿Qué las ha motivado a ello? Green va a descubrir entonces una serie de paradojas (palabra que, de manera lógica, se utiliza mucho en toda la segunda parte del documental), que van a dar lugar a la más grande de todas: Femen resulta ser, precisamente, aquello de lo que quería huir. Ukraina ne bordel denuncia el abuso de poder, y elogia a unas jóvenes que realmente son muy valientes, ya que se enfrentan a autoridades tan duras como la KGB (la propia directora fue arrestada por ellos). Pero en el fondo, el film desmitifica y hace cuestionarse la confianza y la utilidad de cualquier alzamiento de este tipo.
Pero si hay documentales que nos hacen perder la esperanza en la credibilidad de la lucha por una causa, hay otros que nos hacen recuperarla. Aunque sea de manera trágica. Ganadora del Gran Premio del Jurado World Cinema en la última edición del Festival de Sundance, la siria Return to Homs (Al awda ila Hims), de Talal Derki, nos habla también, como decíamos en Ukraina ne bordel, del abuso de poder y de la valentía, aquí llevada al límite. Return to Homs podría ser casi una película clásica en torno la nostalgia hacia un lugar que se ha perdido, el cual se convierte en un protagonista más. Homs, otrora centro principal de la joven revolución contra el gobierno dictatorial de Bashar Al-Asad, se ha transformado en un lugar destrozado, abandonado y habitado por fantasmas, donde los pocos que siguen combatiendo contra las fuerza militares han tenido que abandonar sus ideales pacifistas y defenderse con armas. Entre ellos surge la figura de un líder, Abdul Basset, un joven portero de la selección de fútbol siria, que renuncia a todo para recuperar la autonomía de su pueblo. La película está rodada en situaciones extremas, es un auténtico reportaje de guerra, en el que la cercanía del director al conflicto introduce de lleno al espectador en el mismo. Quizás se podría achacar una excesiva recreación en las imágenes de heridos y fallecidos, como queriendo buscar un impacto que ya está implícito en la tragedia que se retrata. Sin embargo, esto también puede entenderse como una manera de enfatizar una obligación del cine documental, que va más allá de lo puramente cinematográfico, y que tiene que ver con el compromiso de mostrar aquello que los informativos u otros medios no quieren o no pueden hacer, más en regímenes represivos. Por tanto Return to Homs no es una película fácil ni agradable de ver, pero está cargada de humanidad y es absolutamente necesaria para no olvidar el sacrificio de aquellos que luchan (y mueren) por la libertad.
Y para acabar nuestro repaso a los primeros días de la Sección Oficial, haremos referencia a otro conflicto bélico, en esta ocasión no actual. Pocos países han tratado en el cine su historia de manera tan reiterada desde que empezó el nuevo siglo como Alemania, examinando los errores de su pasado desde el mayor número de puntos de vista, para no repetirlos en el futuro. Der Anständige (The decent one), de Vanessa Lapa, es un ejemplo más de ello. A través de imágenes de archivo, fotografías, cartas y diarios auténticos, el documental va a hacer un recorrido a la vida de Heinrich Himmler, el comandante en jefe de las SS y el primer encargado de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que realiza un repaso a la situación general de Alemania durante la primera mitad del siglo XX. Lapa se introduce en la intimidad familiar de Himmler, que desde su juventud se revela como un hombre profundamente conservador y nacionalista, pero tampoco aporta nada nuevo a la imagen que tenemos del personaje ni a lo que han transmitido otras películas de ficción que recrean el período del nazismo. Es indudable que el trabajo de documentación y de montaje es inmenso, pero finalmente el film se vuelve algo reiterativa en su forma. Al ser muchas de las imágenes que se muestran mudas, hay aspectos que recuerdan a la etapa anterior al cine sonoro, incluyendo la introducción de cartelas explicativas. Sin embargo, la decisión de introducir música y narradores en off no acaba de ser acertada, ya que a veces se convierte en un conjunto demasiado impostado. Sólo en su parte final, cuando se muestran grabaciones reales de los campos de concentración, es cuando se observa algo más de riesgo en la propuesta que Lapa nos ofrece en Der Anständige.

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