Y de nuevo un casting.

Mañana tengo que asistir a un casting para la selección de varios protagonistas de mi próxima película BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS.
Y es horrible. Lo he dicho ya muchas veces pero es que, cada vez que llega el momento, regresa la angustia.
Un casting es algo tremendo, injusto, feroz. Solamente quién ha pasado por el trance puede saber el maremágnum de sensaciones que se acumulan en unos pocos segundos. ¿Quieres adrenalina? ¡Olvídate de hacer puenting! Preséntate a un casting dónde la participación en un largometraje dependa de cinco minutos. ¿Quién puede mostrar su valía en cinco cochinos minutos? Y sin embargo y a pesar del videobook no queda más remedio que enfrentarse a ello.
Ya me han pasado la lista de mañana.
La leo y no consigo ver solamente nombres y apellidos. Veo personas, ilusiones, muchas de ellas arrastradas durante años. Años de soportar impertinencias y sinsabores bajo el prisma de la esperanza. Porque esto es así, se es actor por amor. Y si no amas de veras tu profesión te aseguro que no podrás ser actor. Así pues, con estas premisas, ¿cómo diantres te decantas por un artista u otro cuando la calidad interpretativa es muy pareja? No lo sé. ¿Sensaciones? ¿Intuiciones?

Muchos de los que mañana vienen a Madrid a regalarnos un momento de su arte, una brizna de su alma, harán cientos de kilómetros para poder tener la ocasión de mostrarnos su talento. Y digo mostrar porque demostrar no, no tenéis nada que demostrar. Sois arte y eso no lo decide un estúpido casting. Sois la materia prima de la que se nutren los sueños de millones de espectadores por todo el planeta. Y eso me emociona y me llena de admiración.
Pase lo que pase os quiero decir a todos una cosa: sois bellos y os pido que nada ni nadie os convenza de lo contrario. Ni siquiera una mierda de casting como al que os enfrentáis mañana.

Aquí estoy con el padre Baldomero en la biblioteca del convento de Almagro.