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Y en sus ojos, un fulgor: “La novena puerta”. Especial Roman Polanski parte 2 en Cinearchivo

Publicado el 18 agosto 2011 por Esbilla

Segundo capítulo el Especial Roman Polanski para Cinearchivo en el cual mi cuota corresponde a una de mis debilidades con respecto al polaco: La novena puerta. Film extraño, singular en el cine contemporáneo por su personal tempo, su descreída ironía y su delicioso sentido lúdico, ajeno por completo al cinismo.

ESPECIAL ROMAN POLANSKI (PARTE II. 1979-2010)

La novena puerta: FichaFilm.asp?IdPelicula=164&IdPerson=16038

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“Hay una escena, entre muchas, que ejemplifica con elegante sencillez la manera en la cual este film tan minusvalorado marca la diferencia con el pelotón de los torpes de thriller desde los 90: Dean Corso está sentado en una café de París, fumando compulsivamente y bebiendo un whisky tras otro mientras vigila a un extraño hombre negro con el pelo oxigenado que a su vez lo vigila a él, impasible, desde el otro lado de la calle. Como empieza a oscurecer un camarero enciende las luces del local, en ese momento Corso ya no ve nada a través de la cristalera, convertida por el contraste en un espejo donde se refleja su imagen sorprendida. Al salir afuera ya no hay nadie. Todo se desarrolla en un solo plano, sin más corte que un detalle sobre el vaso y la transición al salir del bar.
Polanski habla en esta escena, representativa pero intercambiable por otras tantas (el descubrimiento de la Baronesa Kessler estrangulada, guiño a Frenesí (1972) incluido, el suicidio de Telfer que abre el film, el cartel de St. Martin reflejado invertido sobre el parabrisas del coche que conduce Corso ya camino del clímax final,….) en una cinta presidida por la sencillez de quien ya no necesita alardes, con su personal voz irónica y su más juguetón registro paranoico. Ese intransferible «si es no es», esa deliciosa ambigüedad que a veces es juego y a veces es horror. También lo hace desde la desafiante posición del cineasta atemporal, el que se puede permitir, en el cine del presente, la parsimonia narrativa y la desafectación formal. Desde luego La novena puerta no es una de sus obras maestras, tampoco ahí que exagerar, pero si es un film
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distintivo de una forma muy íntima de entender el cine popular, el cine de género. Deentenderlo y de tratarlo; con distanciamiento pero sin condescendencia,(…)” continuar
“(…) De hecho, el film es un canónico relato detectivesco, un hard boiled irónico-satanista, con un detective (de libros) individualista y baqueteado, siempre con una palabra desagradable lista para cualquiera. Cínico y tramposo, carismático y desastrado. La trama, especialmente en la maravillosa hora y media que comprende el rastreo de los volúmenes gemelos de  Las nueve puertas del Reino de las Sombras —volumen escrito por el nigromante Aristide Torchia al dictado del mismísimo Lucifer, nada menos, y los cuales contiene diferentes pistas para invocar al maligno ocultas en determinados grabados realizados, directamente, por su mano—, se ciñe con garbo a las convenciones estético-conceptuales (Corso es golpeado y la imagen se distorsiona al desmayarse. Un entrañable tópico) del noir detectivesco de los 40 y 50 con ejemplar sentido lúdico y cariño por las fuentes. Historia rocambolescas e
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intrincadas, repletas de pistas y claves ocultas, puestas en marcha por misteriosos contratistas de motivaciones poco claras, motivaciones que, por supuesto, irán importando progresivamente más y más al (anti)héroe, junto a femmes fatales dispuestas a todo. Aquí, por un lado, una viuda, formidable Lena Olin, siempre, de carnívora sexualidad (literalmente atacará a mordiscos a Corso) y una desastrada viajera que es el deus ex machina (o diabolus ex machina, más bien) de la historia y un personaje singular, Simultáneamente guía y actante. Cada aparición suya tal se diría que parece estar precedida por algún tipo de sutil convocación (la mención a las brujas durante al conferencia de Balkan, la lectura del encabezado del libro en la biblioteca, el peligro latente en la casa de Fragas,….) y su actitud se diría corresponde a la del mismo Polanski en relación al material tratado: relajado e irónica, con ese perpetuo rictus de indiferencia somnolienta de la preciosa Emmanuelle Seigner y su enigmática sonrisa. (…)” continuar

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