Revista Opinión

Y esto apenas empieza…

Publicado el 25 noviembre 2016 por Jamedina @medinaloera

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Donald Trump.

Ahora sí que, como dicen en mi tierra ante una posible catástrofe: ¡Que Dios nos agarre confesados!, porque ante las amenazas de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, los mexicanos y muchos otros pueblos no tenemos más opción que encomendarnos a la Divina Providencia. Con todo y ello, no nos vamos a cruzar de brazos.

Es claro que en una democracia como la estadounidense, Trump no se manda solo, y seguramente tendrá algunos contrapesos para no hacer lo que se le pegue la gana, pero ya es motivo de preocupación el saber que más de la mitad de los gringos le han mostrado su apoyo y que muchos de ellos son tan fanáticos, tan alejados del sentido común, que arriesgarán lo que sea con tal de lograr sus propósitos, aunque para ello tengan que sacrificarse ellos mismos y a medio mundo.

¿Manicomio en manos de locos?

Alguien encabezó: “Un loco dirigiendo al manicomio”. Esto parece cruel, pero lo cierto es que Trump dio durante su campaña como candidato presidencial amplias muestras de insensatez, de ignorancia, de locura, desde el momento en que injustamente “la agarra” contra los inmigrantes mexicanos, a quienes acusó de violadores, asesinos y ladrones, prometiendo deportar a todos los indocumentados.

Tal opinión se contrapone a la realidad política, económica, social e incluso histórica de buena vecindad, porque México, pese a los abusos sufridos, ha demostrado siempre solidaridad, amistad y alianza con los Estados Unidos en los más graves conflictos en los que éstos se han visto involucrados como son las dos guerras mundiales del Siglo XX y en muchos otros problemas internacionales.

¡A replantear relaciones!

Con todas las expresiones de deslealtad hechas hasta ahora por el nuevo presidente estadounidense contra su aliado tradicional (cualquiera con un mínimo de inteligencia sabe bien que lo menos recomendable es pelear con el vecino, por débil que parezca, ya que esto es algo tan peligroso como dormir con el enemigo), México se ve obligado ya a replantear relaciones con su vecino.

En primer lugar, las agresiones del prepotente Trump obligan a los mexicanos a tratar de valerse por sí mismos sin esperar nada de los “dizque amigos”, porque al parecer se abre una época en que todos en el mundo van a velar sólo por sus intereses, es decir, como vulgarmente se dice, a rascarse con sus uñas, sin pensar en las consecuencias.

Trump planteó claramente esta perspectiva durante su campaña, sin considerar una grave contradicción: Prometió que deportaría a todos los indocumentados porque estos ocupan los empleos que necesitan sus connacionales. Sin embargo, para combatir la inmigración ilegal mexicana hacia su país se necesita disponer de empleos suficientes en México. Pero Trump también se opone a que salgan capitales de Estados Unidos para invertir en México. ¿Dónde están la congruencia y la buena fe?

Esto constituye un nudo ciego difícil de desatar, a menos que los mexicanos (inteligencia y habilidad no les falta), encontremos la forma de destrabarlo, como sería, por ejemplo, voltear los ojos hacia otras naciones más amistosas.

javiermedinaloera.com

Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública.


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