Revista Psicología

Y parecía que no estabas

Por Rms @roxymusic8

A veces nos empeñamos en llevar las cosas a nuestro terreno. Realizar otras por nuestro propio pie. Y tener el resto a nuestro alcance. Todo ello sin prestar apenas atención a lo que ocurre allá fuera o aquí dentro. Confiamos en nuestras propias fuerzas y desacreditamos las ajenas. Pensamos que todo va bien y que nada puede desviarse del camino. Creemos que podemos llevar una vida así y que lo que diga el resto no va a Misa. Lo que ocurre es que finalmente, ese a veces se convierte en siempre. ¿Adónde pensábamos llegar con ese engaño?

Llegar a la meta, a la felicidad, a la realización personal, a saber que eres para alguien, existes para alguien, eres importante para alguien. Un mirarse en otro para verse. Un querer tener valía por lo que se hace por otro, por lo que se comparte con un otro. Esto no es más que una realización personal atrofiada y que atrofia la del otro. Un engaño en el interior de la persona. Una falta de autoestima que clama su valor en el otro. Un querer y no poder. Querer poder y no saber. Lo que ocurre es que en ese querer y no poder no se hacía una buena lectura de los hechos. Más bien era un poder y no querer, un poder hacer algo que no se quería, una voluntad ajena nunca puesta por obra. ¿Adónde pensábamos llegar con esa voluntad engañada?

Llegar a ser capaces de levantar cabeza, caminar erguidos, vivir nuestra vida. Ser capaces de, por fin, vivir. Respirar tranquilos, seguros de nuestros pasos. Un caminar sin deber nada a nadie, sin remordimientos de conciencia, libres de cualquier juicio. Un vivir despojados de mentiras y falsas esperanzas. Ser capaces de mirar con serenidad la realidad y circunstancias que envuelven a uno. Lo que ocurre es que en ese ser capaces no dejamos que otros nos ayuden a serlo. Contamos con nuestras propias fuerzas, acudimos a otros a medias sólo para que vean que sí pedimos ayuda. En realidad no somos capaces. ¿Adónde pensábamos llegar cargando con ese engaño?

Llegar a madurar, a vernos diferentes, sanados de heridas del pasado, de experiencias parecidas. Vernos capaces de volver a pasar por la misma piedra sin tropezar en ella. ¿Es este empeño posible? Es una quimera. Nadie está salvo en su mundo, en su empeño, en su mirar hacia adentro sin mirar afuera. Necesita acordarse al mismo tiempo de su otro adentro, su alma. Necesita, también, la presencia de un otro, ése que parecía que no estaba. Es increíble, cómo, antes todo estaba entaponado por el egoísmo y no llegaban a salir las cosas con naturalidad, sin presiones. Y ahora, cómo, tras desentaponar, todo aquello sale tan ágil que alegra la existencia. Todo por no ver más allá, por esconder esa presencia en la excusa de que parecía que no estaba.

Sí, y parecía que no estabas. Tú, el Único que está truene, llueva, granice, el mundo o la existencia se venga abajo. Parecía que no estabas cuando me empeñaba en todo lo anterior. Parecía que no estabas cuando me decidía a no escuchar. Parecía que no estabas cuando no dejaba que otra voluntad apareciera en mi vida. Parecía que no estabas cuando me deleitaba en los encantos que me ofrecía mi engaño. Parecía que no estabas cuando tenía un pie en la mentira y otro en la verdad. Parecía que no estabas en mi incoherencia. Parecía que no estabas y en realidad era yo la que no estaba. ¿Adónde quería llegar si en el biplaza sólo había sitio para mí? Sólo parece que no estás cuando así lo queremos ver. Parecía que no estabas cuando yo no quería ver. Parecía que no estabas cuando sabía que verte suponía caminar de otra manera...


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