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¿Y qué querían?

Publicado el 04 agosto 2010 por Pberraondo

Me extraña la polémica suscitada por la participación de Messi en el partido que el Barcelona va a disputar en Seúl. El conjunto blaugrana se embolsa 4 millones de euros (amén de los gastos de desplazamiento y estancia) y pretenden jugar con el equipo filial. Lógico el mosqueo de la organización, que no entiende de intereses deportivos sino comerciales. Al fin y al cabo a eso ha ido el equipo de Pep, a vender.

Bastante que no han viajado los internacionales españoles, flamantes campeones del mundo y que seguro que el público coreano estaría encantado de verlos sobre el césped. No van a pagar sus entradas para ver (con todos mis respetos) a Sergio Gómez y a Edu Oriol. Los aficionados van a hacer el esfuerzo por disfrutar de Ibrahimovich, Milito, Adriano, Messi, Alves… Y no es nada barato ver en directo al mejor equipo del mundo. Los coreanos van a tener que desembolsar desde 55000 hasta los 110000 wones (entre 35 y 70 euros). Son precios altos para un país como el nuestro, un atraco para un partido con el cartel que presentan. Y si tenemos en cuenta que Seúl es la ciudad trigésimo séptima en el ránking de poder adquisitivo del mundo, estamos hablando de una fortuna.

Pep pecó ayer de iluso y los organizadores pusieron el grito en el cielo. El despliegue es increíble. La televisión coreana va a emitir el encuentro, y ayer anunciaron que suspenderían la retransmisión si no jugaba el astro argentino. Además iban a devolver el dinero de las entradas a los 68476 espectadores que van a abarrotar el Sangam World Cup Stadium.

Y no se quedaban ahí. Los asiáticos, que han aprendido mucho de negocios, habían firmado una cláusula porque se olían la jugarreta. Si Messi no juega al menos 30 minutos, el Barcelona no sólo no cobrará por el partido sino tendrá que abonar 400000 euros. Una pasta.

Así que Messi arriesgará por el bien de la caja del Barcelona, y Pep y compañía tendrán que callar, porque son negocios de los jefes -quienes les pagan, vaya-. Para afrontar las altas fichas y las cifras astronómicas de los fichajes, los clubes tienen que hacer este tipo de mini giras ambulantes, llevando el mercadillo.

De paso van a vender la marca Barcelona en un país que este año podrá ver en directo la Liga, así que además del dinero recibido por visitar cuatro alcaldes, algún cacique y un par de actos promocionales, Rosell puede frotarse las manos si logra despachar camisetas, despertadores, calzoncillos, bolígrafos, estuches y hasta caramelos, todos revestidos de blaugranas. Más dinero. Más negocio.

Esto no es deporte, Pep. De fútbol sabes como el que más, pero se tratan de negocios. Así que toca agachar la cabeza, complacer al cliente, sonreír en la foto, ser amable en la rueda de prensa y extender el cheque para que firmen y queden encantados. A ver si se puede repetir.

El negocio no es tan redondo como parece. Los jugadores comienzan a arrastrar horas de viaje y sueño, cansancio, falta de entrenamientos en condiciones y preparación física. Y luego puede que lo paguen en competición.

Y digo yo: no sé quién es la cabeza pensante que firma este tipo de contratos, pero si Messi, que hoy jugará un rato, se lesiona de gravedad porque a uno de los jugadores del combinado de la liga coreana le da por hacerle un entradón y hacerse más famoso en su país que el Fary en España, ¿cuánto dinero le cuesta al Barcelona tener unos cuantos meses parado a su estrella y a la sazón el mejor futbolista del mundo?

Ahora en Barcelona sólo queda cruzar los dedos y abrir la caja. Rezar y seguir firmando contratos. Algo tiene que cambiar, porque ya no hablamos de fútbol, hablamos de comercio.

¿Y qué querían?


¿Y qué querían?

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