Revista Cultura y Ocio

Ya estás aquí, Primavera

Por Carla10

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

(Pablo Neruda)

Estación del año que ha inspirado, inspira e inspirará a los grandes maestros de todas las artes.
Pero en la pintura, la primavera ha tenido un lugar importante, y como amante de la misma os he seleccionado dos artistas conocidos por todos cuyas obras maestras reconoceréis.
El primero es Boticelli. Nació en Florencia en 1445 y fue llamado Botticelli por el apodo que tenía  su hermano mayor, Giovanni el Botticello.
Sandro Filipepi, que así se llamaba en realidad, se estableció como pintor independiente hacia 1470.
Durante sus primeros años, las obras casi todas religiosas estaban inspiradas en sus propios maestros y en la tradición florentina  de la época,  pero ya en ellas comenzaba a aflorar poco a poco su sello particular. Pronto se hizo con un código personal en el que daba una gran importancia a la estética, a las líneas por encima de las masas y a las formas flexibles. Su obra se caracteriza por el ritmo y la melodía entre siluetas sinuosas. En sus cuadros los primeros planos adquieren importancia, no olvida  los fondos y trasfondos, a los que otorga una profundidad lineal aparentemente errónea pero unida siempre a los elementos principales. Pero les quita la importancia que hasta entonces habían tenido.
Fue el pintor de lo lírico y lo poético. Siempre delicado y elegante. Su acción, el puro sentimiento.
Botticelli posee los conocimientos que le dejaron sus maestros y predecesores como el dominio de la perspectiva, los conocimientos de anatomía,  o el movimiento. Sin embargo  su obra marca el comienzo de la crisis de florentina de finales del siglo XV. Una crisis caracterizada por la propia crisis de fe en el hombre y en su poder absoluto.
Botticelli busca más allá, indaga en lo sensual e incluso ingenuo: sus personajes favoritos  parecen ángeles  abandonados, tristes,  y en su obra se respira la melancolía.   Boticelli quiere sobrepasar   la realidad, trascenderla, de ahí que apuesta por la “idea” como concepto pictórico.

Como dato histórico fue desde 1475  pintor de los Médicis.

La Primavera de Boticelli

La Primavera de Boticelli, obra elegida para dar la bienvenida a la estación que ahora comienza, es una de las obras del maestro que mejor representan esa unión que Boticelli consiguió entre música y pintura.

A  la derecha del cuadro tenemos a Céfiro  (Céfiro, viento suave y apacible que viene desde occidente. Su llegada se asocia a la primavera. Y simboliza a todo aquel que aporta  vida en un soplo.  Céfiro es el hijo de la Aurora, la mañana,  y de Eolo,  el viento)

Céfiro persigue a Flora la diosa de las flores, a la que sigue una alegoría de la Primavera, que a su vez se asemeja a un allegro; la figura del centro es Venus y en la siguiente escena del cuadro, la melodía cambia, se mueve con un ritmo continuo, son las Tres Gracias,  con las manos levantadas, finalmente todo se termina con  Mercurio quien relajado, apunta al Cielo.

Pero lo que está claro es que se trata de una pintura muy sugestiva en la que elementos incluso eróticos (Céfiro persiguiendo a Flora) se elevan hacia una espiritualidad refinada, melancólica, elegante como las Gracias bajo sus suaves velos. Donde en la penumbra del un bosque florido,  las figuras adquieren un poder casi místico y desde luego muy melancólico.

En La primavera se aprecian claramente las cualidades y características pictóricas de Boticelli, ese fondo sin apenas fondo, una la luz que ya no tiene aparente  importancia, la masa que no ocupa el espacio… La perspectiva juega una mala pasada con el alineamiento de los troncos o las hojas sobre el fondo de la primavera.

Todo sabiamente dibujado para dar valor e importancia a lo que él realmente buscaba, el fluir de los ritmos, de las figuras, el baile poético de su propia melancolía. Todo ello matizado con luces tenues y pocas sombras.

La Primavera de Boticelli se pintó entre los años 1477 y 1478. Y se puede visitar en la Galería Uffizi de Florencia.

El otro maestro que he seleccionado para este post es Arcimboldo. Desde muy pequeña me fascinó su obra. Esa sabiduría para formar caras utilizando objetos de la naturaleza y todo tipo de frutas y verduras. También Arcimboldo dedicó una de sus obras a la Primavera.

La Primavera de Arcimboldo

Giuseppe Arcimboldo, nació en Milán en 1527. Trabajó mucho tiempo con su padre elaborando juntos las vidrieras de la catedral de Milán. A partir de 1562 y tras su matrimonio con una alemana se instaló en Praga, en aquel momento Capital del reino de Bohemia. Pronto entró a trabajar en el Palacio del Emperador Fernando I y continuó con los Emperadores Maximiliano II y Rodolfo II. Con todos ellos mantuvo una relación muy estrecha y fue muy apreciado y querido en la corte, incluso le nombraron Conde Palatino. Fue sin embargo un artista con muchos detractores que lo encontraban inapropiado y calificaban sus obras de mal gusto. Realmente fue un avanzado a la época y como suele suceder en estos casos, también entonces, sufrió la incomprensión, el desprecio y la envidia de sus contemporáneos. Al igual que otros artistas del Renacimiento (Leonardo) fue polifacético y adelantado, trabajó en construcciones autómatas y creó máquinas hidráulicas, así como un órgano que fusionaba la luz y el sonido.
Fue un genio del Renacimiento cuyas obras nos sorprenden por su curiosa forma de realizar los retratos agrupando  elementos variados de la naturaleza, frutas, tallos, verduras, hojas o flores. Son sus famosas satíricas y originales cabezas compuestas.
Tras la muerte de su último mecenas, Rodolfo II, regresó a su ciudad natal, Milán, donde murió en 1593.
Su obra  cayó en el olvido  hasta principios del siglo XX, cuando los maestros del surrealismo como  el propio Salvador Dalí lo redescubrieron y tomaron su obra como referencia por considerarla lo que realmente fue,  revolucionaria a su época.   Su influencia se aprecia también en artistas como Fukuda, Orosz y Ocampo.

Sus obras están repartidas por los mejores museos de Europa y EEUU. Pero la Primavera de Arcimboldo tenemos la suerte de poder admirarla en La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

La Primavera de Arcimboldo forma parte de un grupo de cuadros alegoría de las Cuatro Estaciones y dentro de las llamadas Cabezas Compuestas.  En este cuadro el maestro utiliza flores de todo tipo  y elementos vegetales para componer  el rostro de una mujer joven, su particular alegoría de la primavera. En la cara podemos distinguir rosas, en el cuello pequeñas margaritas, el pelo está formado por amapolas, dalias, flor de azahar o azucenas. Y en el torso se reconocen lirios, manzanilla, fresas y hasta una lechuga!

Os dejo con otro maestro, cuyas Cuatro Estaciones también nos hacen vibrar y emocionarnos. Vivaldi y su particular Primavera.

Si queréis escucharla pinchad aquí: La Primavera de Vivaldi

¡Feliz Primavera!


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