Revista Solidaridad

'Ya ni recuerdo que caminé'

Por Aparcamientodiscapacitados
  • 'Para mí la silla es como quién lleva gafas o un empaste, forma parte de mí'

Rafael Botello vestido de competición.
Aparece pulcro y vestido de rojiblanco para la foto. «Tiene que salir muy guapa la imagen», advierte antes de posar.¿Los colores son intencionados? «Que va, que va, yo soy merengue a tope», zanja. Hijo de emigrantes andaluces, Rafa Botello nació en Vic (Barcelona) hace 34 años, pero recalca que él, de catalán, «sólo el vicio por el pan tumaca. Soy español». Tipo campechano, con discurso franco y una lógica que amedrenta. Hace 10 años se dejó medio cuerpo en una caída en bicicleta. Ocho meses postrado en una cama fue suficiente tiempo de «amargura» para decidir que quería «empezar de cero y ser feliz». Hoy participa por sexto año consecutivo con su silla de atletismo en el maratón de Boston. La semana pasada estuvo en el de Londres, la anterior en París, el mes que viene en el Ironman de Lanzarote...

¿Cuál es su mérito?
Soy un atleta élite, me invitan a todas las grandes carreras a nivel internacional. Será que valgo, ¿no?
Véndase.
He estado en dos juegos paralímpicos, hago entre 20 y 25 carreras al año y en muchas, siempre estoy ahí, en el top ten o cerca. Entreno y me cuido como cualquier corredor profesional, tiradas de hasta ocho horas diarias. No merezco ni más ni menos que un corredor a pie [se pone serio, casi ofendido].
¿Cuál es su lesión?
Tengo una paraplejia dorsal completa. No puedo mover las partes inferiores del cuerpo. De ombligo para abajo, nada.
Algo más de mérito sí que tiene, ¿no?
No, no, para nada. Yo le doy el mismo valor a un corredor a pie que a un corredor en silla de ruedas. A mí todo eso de la superación me da risa. Yo quiero que se me halague y se me entreviste por lo que hago y por lo que consigo, no por mis condiciones.
Pero las condiciones son diferentes.
Claro, hay diferencias. Por ejemplo, por mi discapacidad, yo no tengo control de esfínteres, antes de subirme a la silla sé que en el kilómetro cinco me puedo ir de vareta. Un corredor de a pie, si está flojo y cree que le puede pasar eso, ya te digo yo que ni sale. Yo vivo con ello, corro y me da igual que me pase o no, ya me limpiaré cuando llegue a meta. De esto, un deportista de a pie, no tiene ni puta idea. No sabe por lo que pasamos, ni las incomodidades que sufrimos en la silla.
¿Qué le debes a aquel accidente?
Tanto como deber, no le debo nada. Cuando te quedas en silla de ruedas tienes la opción de quedarte en casa, amargarte y amargar a tu familia, o empezar de cero y vivir otra realidad.
¿Y cómo es esta otra realidad?
He pasado de no viajar, de trabajar en algo que no me gustaba y mal pagado [era albañil], a viajar por todo el mundo y ganarme la vida con lo que más me gusta, que es el deporte.
¿Se siente afortunado?
Sí, no sólo por la forma en que estoy viviendo, sino porque ya ni recuerdo que en algún momento caminé. Como quien tuvo una novia de jovencito y ya casi ni la recuerda. Para mí la silla es como quién lleva gafas o un empaste, forma parte de mí.
¿Le resulta difícil conseguir ayudas para vivir de esto?
No me cuesta demasiado porque me lo curro mucho, dedico horas a autopromocionarme, a buscar patrocinadores, a moverme en redes sociales... Es verdad que si yo caminara, sería un Chema Martínez, y por desgracia soy un simple deportista discapacitado. Si lo que he conseguido en silla de ruedas, lo hubiera conseguido a pie, tendría mánager, una super agenda... Que a un deportista en silla de ruedas le llamen de Nueva York, Boston, París... apenas vende, sin embargo, cuando el año pasado Chema Martínez corrió Nueva York, todos los medios se volcaron con él, y para mí era la octava participación como élite. Ahí, te das cuenta de que lo tuyo no vale tanto. Yo puedo quedar cuarto o sexto en Boston, pero los medios sólo van a hablar de los corredores españoles de a pie, aunque queden por debajo del 20. Ni siquiera van a saber que este año en Boston corremos cuatro atletas en silla de ruedas, invitados por la organización como atletas élite.
¿Qué envidia de esos cientos de corredores que se cruza en plena maratón?
Que ellos no tienen ninguna presión. A mí me pagan, no gasto de mi dinero para competir, pero tengo un compromiso. Si llueve o me encuentro mal, tengo que correr por narices. Un corredor popular, si no tiene buen día, puede rajarse a última hora, irse a hacer turismo por la ciudad y no pasa nada. Ellos no tienen que competir, no tienen presión hacia patrocinadores, becas o federación. Además, yo no dependo sólo de mi físico. Puedo llegar a tope a una carrera, fortísimo, pero si pincho o la silla me falla, adiós carrera. Un corredor a pie, sabe que si llega al 100% va a rendir.
¿Qué es lo que más añora de su anterior vida?
[Largo silencio...] Realmente, nada. Lo que echo de menos es que los sitios no estén adaptados para la silla, no que no pueda hacer las cosas.

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