Revista 100% Verde

Ya va siendo hora de cambiar de hábitos [II]

Por Ecohabitatge
Siguiendo con el concepto de la huella ecológica que ya os avanzamos en el anterior post,  esta segunda parte la enfocaremos directamente a los sectores de la arquitectura y la construcción y la afectación que tienen sobre ella. ¿Cómo y en qué medida contribuyen a su incremento? ¿O a su disminución? Como profesionales, ¿somos realmente conscientes de nuestra labor y, por tanto, conocemos las herramientas necesarias para mejorar la situación medioambiental actual? Precisamente esta semana nos levantamos con la noticia de que las emisiones de CO2 en Catalunya disminuyeron en un 12,6% durante el año 2012 respecto del año anterior, según el informe La huella de carbono de la gestión y tratamiento de los residuos municipales de Catalunya 2011-12 de la Agència de Residus de Catalunya. Una reducción en este aspecto siempre es positiva pero estos datos se refieren a las emisiones de gases con efecto invernadero derivada de la gestión de los residuos municipales mediante el transporte y tratamiento de los mismos. Pero lo que más importan es que comienza a atisbarse la concienciación por parte de las administraciones públicas quienes, no lo olvidemos, deben no sólo proponer sino también dar ejemplo con sus acciones. Sin embargo, parece ser que la actitud positiva no es la única causa de esta reducción sino que la crisis económica en la que nos vemos inmersos actualmente también tiene algo que ver. Según Josep Maria Tost, director de la Agencia de Residus de Catalunya, a más crisis, menos consumo de la población y como consecuencia, menos emisiones. Por lo tanto la afirmación que hacíamos en nuestro post anterior de nuestra huella ecológica depende directamente de nuestro estilo de vida y de nuestro comportamiento como consumidores, es cierta, pero no nos damos cuenta que la causa no es el cambio de conciencia sino la situación económica. Nos gustaría saber si cuando la situación actual de privaciones a la que nos obliga la crisis, seguiremos como antes en el camino del despilfarro o todo lo que estamos sufriendo nos servirá para aprender y cambiar nuestros hábitos como consumidores. Y cuando pensamos en crisis económica es inevitable asociarla a la arquitectura y la construcción, siendo ambos sectores de los más afectados y de los que ya conocemos sobradamente las consecuencias que ha tenido en la sociedad. Sin ir más lejos, según datos del Instituto Nacional de Estadística, la reducción de la actividad de un 50% en el ámbito estatal y de un 14,5% en Catalunya que también habrán influenciado medioambientalmente y en el desarrollo sostenible. Según la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo 1988,  desarrollo sostenible se define como: “… aquel que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas.” Datos comparativos de proyectos visados a nivel estatal y de Catalunya. Fuente: INE Entre los diversos gases  causantes del efecto invernadero, las emisiones de CO2 son las principales existentes en el sector de la construcción y a través de ellas, podemos contabilizar cuáles son los productos, materiales o instalaciones en el edificio más o menos contaminantes y/o eficientes, que nos ayuden la definir la huella de carbono. A pesar de que no hay coincidencia en las distintas fuentes acerca de la cantidad exacta de emisiones de CO2 atribuida a la industria de la construcción y al uso de las edificaciones, se afirma en que puede estar alrededor de un 30% del total de emisiones de CO2, resultando ser uno de los sectores con mayor repercusión en dicha huella y siendo el que más cantidades de CO2 emite, desde la extracción de sus materias primas, pasando por el transporte, logística internas y durante el proceso de ejecución de las edificaciones. Pero no termina aquí, los edificios también tienen una vida útil durante la cual, continúan emitiendo cantidades de CO2, lo que puede traducirse en que 1 m2 de construcción puede suponer 2,5 toneladas de CO2 a lo largo de su vida útil. Parece que para reducir los gases de efecto invernadero, el objetivo se enfoca principalmente en la penúltima fase del edificio (teniendo en cuenta que la última es la demolición), es decir, en la vida útil del edificio para que su consumo sea muy bajo o incluso nulo. Hecho en el que interviene la cada vez más creciente y conocida “rehabilitación energética” aplicada al parque edificatorio existente. Los datos son relevantes y el día a día en los entornos urbanos nos deja bien claro que todavía hay mucho trabajo por hacer con las edificaciones existentes ya que son obsoletas en cuanto a envolventes, instalaciones y cumplimiento de normativas cada vez más estrictas. Y ¿qué sucede con la obra nueva? Pues resulta una tarea compleja la de poder cuantificar las emisiones que generan para así, durante el proceso de diseño, poder partir de datos fiables de materiales, procesos, etc. Este es el primer hándicap con el que nos encontramos los profesionales y técnicos al no existir en la actualidad un criterio estandarizado y unificado por parte de fabricantes de sus productos para facilitar nuestra labor en cuanto a  comparar características, procesos y prestaciones medioambientales. Como ya avanzamos en el anterior post, son muy útiles las etiquetas energéticas de electrodomésticos y, las recientemente obligatorias en las edificaciones. Pero no deben quedarse aquí, debemos extenderlas a todos aquellos productos/materiales del mundo de la construcción para así, disponer de toda la información como herramienta dentro del proceso proyectual y para que éste sea realmente respetuoso con el medio ambiente, y no sólo un trámite más para cumplir normativa. Como hemos dicho anteriormente, el edificio una vez ya construido también contamina. En esta fase las emisiones se realizan principalmente a través de los sistemas de climatización (calefacción y refrigeración) y suministro de ACS representando el 70% del consumo energético de una vivienda. Y en este punto, no sólo interviene el tipo de solución adoptada para dar solución al confort interior de la vivienda sino también al uso que se haga de las mismas por el propio usuario. Y es que en los núcleos urbanos, el sector residencial tiene una gran importancia en el global del consumo energético significando el 17% del consumo final total y el 25% de la demanda de energía eléctrica. A veces, erróneamente, podemos pensar que climatizar o iluminar un edificio de oficinas con inmuerables plantas es algo poco eficiente energéticamente hablando, pero si cada unidad residencial climatiza todo su volumen para 1, 2, 3 o 4 personas, ¿eso es eficiencia? Quizás en estos casos, debemos analizar el nivel de conocimiento que tenemos sobre el buen uso de nuestra vivienda. Y con esto nos referimos a saber cuándo debemos abrir las contraventanas para aprovechar el calor procedente del Sol, cuándo cerrarlos para conservar el calor interior, cuándo propiciar la ventilación cruzada, etc. Y volvemos a la idea básica que debería regir la arquitectura y es el aprovechamiento máximo de los recursos naturales para minimizar el uso de los “artificiales” y de esta forma, disminuir las consecuencias que tiene, entre ellas, la emisión de gases invernadero. Observando datos del IDAE, resulta paradójico como el aumento del consumo energético global de los últimos años también en el sector doméstico, entra en contradicción con la disminución y/o declive de la actividad de la construcción en obra nueva. Entonces, si no somos muchos más, ¿por qué las expectativas prevén todavía un mayor crecimiento? Pues en el caso del uso residencial es debido al incremento de dotaciones en electrodomésticos y climatización del sector doméstico. Quizás en este aspecto, debemos volver a entender el concepto de la concienciación y el ahorro energético, no sólo para nuestros bolsillos sino también para nuestro planeta. Para todo ello, las estrategias que ayudarán a continuar con la buena noticia que comentamos al inicio del post, a reducir las emisiones del CO2 en nuestro sector se concretan en dos tipos de agentes que intervienen: El profesional : Uso de recursos locales para minimizar en logística y transporte. Uso de materiales reciclados o reciclables que cierren el círculo. Dar solución al impacto ya generado mediante la mejora de la envolvente, introducción de segundas y terceras pieles mediante elementos pasivos, mayor eficiencia en las aberturas, sistemas de climatización, etc. El usuario: Reducir la demanda. Hacer un uso eficaz y eficiente de los elementos de la vivienda. Una estrategia común para ambos debe ser la concienciación. Para unos, que no sólo se trate de cumplir normativa ya que somos el punto de origen de ese proyecto, ese edificio que estará presente durante muchos años. Y para otros, que dichas normativas no se crean con afán recaudatorio sino para fomentar el ahorro energético y es que el cambio climático ya es una realidad y todos debemos contribuir a minimizar sus efectos. Y vosotros ¿qué opináis? ¿Es viable una reducción de emisiones de CO2 a corto plazo o es más bien una visión utópica? ¿Existirá algún día la opinión unánime por parte de administraciones, técnicos, fabricantes y usuarios para la mejora del parque edificatorio existente? Esperamos vuestros comentarios al respecto. Etiquetas: ahorro energético, aislamientos ecológicos, aislamientos tradicionales, arquitectura sostenible, construcción, consumo energetico, crisis, demanda energética, desarrollo sostenible, energía, etiqueta energétc¡ica, huella de carbono, huella ecológica, materiales de construcción, protocolo de kyoto, rehabilitación energética, sector energético, sector residencial, sistemas de climatización, sostenibilidad, uso del edificio, usuario

Volver a la Portada de Logo Paperblog