Revista Arte

Yo aquí no me quedo…

Por Insane Mclero @insanemclero

Mientras sigamos empeñados en mantener un modelo turístico desfasado, yo aquí no me quedo…

Parece que estamos de enhorabuena, el año pasado cerramos con récord, rozamos los sesenta y cinco millones de turistas, y, este año, seguimos por el mismo camino, en el primer trimestre más de diez millones y medio de turistas. A esto se le suma que, en 2014, los turistas gastaron cerca de sesenta y tres mil millones de euros en nuestro país, ya este año hemos pasado con holgura la decena de miles de millones. Siendo un país “de vacaciones”, con varias de sus comunidades autónomas que basan gran parte de su producción (o casi en exclusiva) en el turismo, todos estos número son para descorchar un par de botellas de champagne (o de cava o sidra, para apostar por los productos del país) y darnos un homenaje, alegrarnos y pensar que “somos los mejores”.

Desgraciadamente, aunque vaya todo tan bien, aunque estemos batiendo récords, no todo es lo que parece. La realidad, es que estamos explotando un turismo de sol y playa que, en muchas zonas de nuestro país, está estancado en el pasado y lastrado por unas infraestructuras desfasadas que no permiten el crecimiento y la atracción de más turistas y, sobre todo, de turistas de mejor calidad. Es verdad que recibimos más turistas, pero también es verdad que mucho de ese crecimiento se ha debido a las muchas inestabilidades que han padecido países que son nuestros competidores directos y que nos hemos convertido en el paraíso de las aerolíneas de bajo coste.

Seguimos anclados en un concepto turístico muy setentero, pero ya no vemos, en la mayoría de los aeropuertos, aquellos majestuosos aviones ni, en muchos casos, a esas aerolíneas que, en los setenta, traían a miles de turistas diariamente que desembarcaban muy blancos, deseosos de paella y sangría y con las carteras llenas. La realidad es que hoy lo que nos llega (en muchos casos) son aviones de turistas de baratija que llevan unas carteras iguales que los aviones que los traen de sus casas, low cost. Nos hemos permitido el lujo de perder un nivel de calidad que ha repercutido totalmente en los turistas que recibimos. En los últimos años, también es verdad, que han nacido complejos turísticos de mucha calidad, asociados a campos de golf y a grandes áreas comerciales pero hemos pecado manteniendo una planta turística, al margen de esos oasis de lujo, que deja mucho que desear, muchos hoteles y apartamentos parecen decorados de cuéntame, no han cambiado nada desde el boom turístico. Si no tenemos unas instalaciones de calidad, no podemos esperar otra cosa que el nivel de los turistas que llegan a nuestro país a llenar todas esas camas pasadas de moda y a precio saldo (porque, si no, no se llenan) sea bajo.

También pecamos de sobreexplotar el concepto turístico español, sin dejar despegar, del todo, otros modelos, un día se nos va a terminar el fuelle y nos vamos a acordar de no haber aprovechado el tiempo y potenciar los otros muchos encantos que tiene nuestro país, además de la playa, el sol, el chiringuito y la cervecita.

Estamos en un buen momento y deberíamos aprovechar para replantearnos, desde la base, nuestro modelo turístico, ampliándolo y dotándolo de riqueza en calidad y en variedad, remozar, actualizar y dar calidad a toda esa infraestructura turística derrotada por los años y el cansancio y recuperar el esplendor de antes, convertido en una calidad de alta definición. Hasta que todo eso pase, yo aquí no me quedo.


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