Revista Arquitectura

Yo confieso

Por Arquitectamos
Cuando yo estudiaba arquitectura en la ETSAM se decía, seguramente con mucho chauvinismo, que las dos mejores torres de toda Europa estaban en Madrid, y que las dos eran del mismo arquitecto: Sáenz de Oíza. Primero había deslumbrado al mundo con sus exuberantes Torres Blancas (que sólo es una torre y que además es gris), y más de diez años después con el sobrio y elegante Banco de Bilbao. Las dos torres son soberbias, magníficas, pero yo confieso...
Yo confieso
De acuerdo, no son comparables. No se puede decir cuál es la mejor torre de las dos. Sí. Sí se puede decir. Claro que se puede decir. Los críticos de arquitectura que más respeto (que me perdonen los demás) dicen que es mejor, pero mucho mejor, el Banco de Bilbao, y les entiendo. Sé por qué lo dicen y estoy a punto de decir que tienen razón. Pero yo confieso...
Yo iba a la escuela todos los días en el 12, que cruza el Paseo de la Castellana por delante del Museo de Ciencias Naturales, y entre los años 1978 y 1981 vi el Banco de Bilbao, un poco más allá, levantarse día a día. No me decía nada, y a fuerza de escuchar hablar de él en la escuela supe que era un edificio muy importante, pero la verdad es que no me terminaba de decir nada. Es demasiado seco, demasiado simple. (Si nos fijamos un poco más nos damos cuenta de que de simple no tiene nada, pero yo lo veía así).
De vuelta a casa el 12 giraba de María de Molina a Francisco Silvela muy cerca de Torres Blancas, pero no llegaba a verlas. Esas sí que me apasionaban. Con sus formas barrocas, complejas, macladas, con su riqueza escultórica, sus juegos de luces y sombras, sus curvas, sus secuencias de terrazas apiladas todas iguales pero de pronto una falla, cambia de sitio, desaparece de la serie. Series llenas de excepciones que las confirman, plantas desiguales, viviendas de tantos tipos diferentes. Todo tan complejo, todo tan difícil.
Y sin embargo el Banco de Bilbao es un tubo, un perfil extrusionado, un churro. Plof. Ya está.
Yo confieso La riqueza y complejidad formal de Torres Blancas y la (aparente) simplicidad del BBVA
Bueno, la cosa no es exactamente así.
Torres Blancas es un edificio magnífico, y no necesita que yo ni nadie lo defienda porque la complejidad formal, la sensualidad exuberante y la variación sobre un tema siempre son muy agradecidas.
Torres Blancas tuvo una larga gestación, durante la cual Oíza se dejó influir por variadas corrientes, estilos y arquitectos.
Yo confieso Laboriosos croquis buscando el camino. Influencias de distintos arquitectos.
Vale; sí: Reconozco que el BBVA es "mejor" que Torres Blancas, más intelectual, más sofisticado, más elegante, más "limpio". Pero Torres Blancas... Ay, Torres Blancas.
Uno de los ejemplos que Oíza tuvo siempre en mente al diseñar Torres Blancas fue la Price Tower de Wright, a la que supera.
Yo confieso Frank Lloyd Wright, Torre Price, Bartlesville, Oklahoma, EE.UU.
Yo confieso Una de las plantas de Torres Blancas
Y para el Banco de Bilbao podríamos llamar como uno de sus ejemplos al Seagram de Mies.
Yo confieso Ludwig Mies van der Rohe, Torre Seagram, Nueva York, EE.UU.
Yo confieso Banco de Bilbao. Planta tipo diáfana y con una posible distribución.
La verdad es que la torre Price es muy bella, pero ante el Seagram queda como una pintoresca torrecilla provinciana. Entre la Price y el Seagram parece que hay la misma distancia que entre Bartlesville y Nueva York.
Pero a pesar de todo tengo debilidad por Wright y también la tengo por Torres Blancas. Me entusiasma esa variedad formal, ese exceso. Me parece muy difícil de diseñar pero muy fácil de disfrutar.
En cambio el Banco de Bilbao... Eso es otra cosa. Más árido, más frío... mucho más elegante y conceptual. Más fácil de diseñar pero mucho más difícil de apreciar.
Naturalmente, hay que tener en cuenta que tanto la torre Price como Torres Blancas son edificios de viviendas, y el Seagram y el Banco de Bilbao son de oficinas. De ahí que las primeras sean más "habitables", más vegetales y más ricas en movimiento mientras que las dos últimas sean más "frías", más minerales y más rígidas. Estamos comparando dos cosas no comparables. Pero me meto en el charco porque, como digo, cualquier arquitecto que se precie valora más el Banco de Bilbao que Torres Blancas mientras que yo soy un bocazas desubicado.
Digamos que mi intelecto valora el Banco de Bilbao, pero mi sensualidad se rinde ante Torres Blancas.
(Y de paso me contradigo respecto a lo que escribí el otro día sobre el gusto combinatorio y el gusto acumulativo).
Creo que tras esta confesión podéis borrarme definitivamente de vuestra lista de críticos de arquitectura favoritos.
Notas fuera de texto:
1.- Manifiesto aquí mi gratitud a Juan Enrique Álvarez, arquitecto que trabajaba en Torres Blancas y me enseñó el edificio de arriba abajo con gran amabilidad y generosidad. Disfruté un montón.
2.- Oíza estaba muy orgulloso de su diseño de Torres Blancas como un conjunto de núcleos estructurales verticales, como un pilar de una catedral gótica. Decía que aparte de los del interior las pantallas exteriores de hormigón rigidizaban el conjunto. La estructura la calculó, entre otros, el gran ingeniero Carlos Fernández Casado. Oíza estaba muy satisfecho porque, aunque él no la fuera a calcular, había diseñado una forma estructural óptima; vamos, que casi le había dado el trabajo hecho a Fernández Casado.
Oíza se lo dijo así al ingeniero: "¿Has visto qué bien resiste al viento? He hecho un conjunto de núcleos que se arriostran y compensan, como un haz de espigas, como un manojo de espárragos. ¿Has visto? ¿Qué te parece? Verdad que es un gran diseño para resistir el empuje del viento?"
Fernández Casado, que aunque apreciaba mucho a Oíza tenía que estar un poco harto de los arranques de pasión del arquitecto y de sus aseveraciones simples, le contestó: "Mira, Paco, déjate de haces de espigas y de manojos de espárragos. Esta torre resiste muy bien el viento porque es una torre muy bajita. De las más bajitas del mundo".
3.- Con motivo de una jornada de puertas abiertas para conmemorar el día de la arquitectura, no recuerdo el año, pero podría ser hacia 1998, el mismo Oíza enseñaba el BBVA. No tenía que hacer más que apuntarme. Lo tenía a huevo. No lo hice porque sabe Dios qué tonterías tenía que hacer por entonces: alguno de mis trascendentales trabajos. El caso es que no consideré importante emplear un par de horas en el asunto. Ya habría alguna otra ocasión. Pero qué idiota.
4.- Fullaondo siempre decía que la fachada que más le gustaba del Banco de Bilbao era la oeste, con esa especie de gafas de sol colgantes planta a planta para paliar los tremendos atardeceres de Madrid. Si buscáis imágenes en google veréis muy pocas fotos de ese lado. Lo que a Fullaondo le gustaba, esa "excepción a la norma" parece ser que a los fotógrafos es lo que menos les interesa. Les va más la norma que la excepción.
La verdad es que, siendo soberbio el edificio como un volumen nítido, la doble capa de esas gafas de sol genera una imagen curiosa por ese lado y ofrece una lectura interesante sobre transparencias y ocultaciones que, tenía razón Fullaondo, no suelen despertar el interés de los lectores de arquitectura.
5.- No me había dado cuenta, pero en la planta que he puesto de Torres Blancas aparecen tres pianos correctos y uno imposible, con la escala al revés (...Si, Sib, La, Lab, Sol, Solb, Fa, Mi, Mib, Re, Reb, Do...), como el de Gutiérrez Soto en Casablanca.

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