Revista Psicología

Yo, yo y nada más que yo, decía el Ego

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Yo, yo y nada más que yo, decía el Ego

Yo quiero, yo deseo, yo necesito... Yo, yo y nada más que yo. ¿Te suena de algo esta cantinela? Seguro que has pronunciado estas palabras más de una vez, quizás no exactamente de esta manera tan autoritaria y exigente, es posible que lo hayas hecho de manera más sutil y delicada pero de lo que no hay duda es de que, si te paras a escuchar, podrás oír una vocecita en tu cabeza que está todo el día repitiendo esto sin parar. Ese personaje que toma la palabra y que no para de dar la lata tiene un nombre, es el ego. El ego es el eterno insatisfecho, lleno de carencias y necesidades nos condena a buscar fuera lo que solo existe dentro. Obstinado y cabezota tiene muy mala fama. Sin embargo, detrás de nuestro ego se esconde el niño herido que una vez fuimos; un niño indefenso y vulnerable que sintió que no era amado incondicionalmente, que para ser aceptado y querido debía "portarse bien" y cumplir las expectativas que los adultos habían depositado en él. Un niño asustado e inseguro que se vio obligado a crear un personaje y adoptar un papel que no le correspondía con el fin de agradar a los demás. El ego mendiga amor, lo busca desesperadamente y cuando no lo consigue se enfada, se enfada mucho. El ego es el rey de la pataleta, intransigente, manipulador y con muy mala leche, cree que los demás están única y exclusivamente para atenderle, cree que deben halagarle, cuidarle, mimarle, quererle y servirle pleitesía total y absoluta y cuando no lo consigue ¡Ay cuando no lo consigue! Que no te pille cerca. Reacciona de manera desproporcionada y descontrolada arrasando con todo lo que encuentra a su paso. El ego es especialista en sentirse víctima de sus circunstancias y le encanta echar la culpa de todo lo que les pasa a los demás, huyendo así de toda responsabilidad.

Yo, yo y nada más que yo, decía el Ego

Ese personaje poco conocido llamado ego y que hemos creado con la ayuda de nuestra mente nos condena a sentir un vacío enorme y una profunda insatisfacción. Nos convierte en seres temerosos, necesitados de amor y nos genera un profundo sufrimiento que no hay nada ni nadie que pueda aliviar. Y así pasamos la vida encerrados en un calabozo tenebroso y oscuro en busca de la luz, perdidos en un estado de somnolencia.

Es importante que conozcamos a nuestro ego y descubramos cuando influye y domina nuestra vida. Averigua como es ese personaje que has creado y con el que te has sentido tan identificado. Obsérvalo, conócelo, intenta entenderlo, abrázalo con cariño, acéptalo como es, quiérelo, sana sus heridas; intégralo de manera consciente en tu ser. Como lo real sólo puede llegar a conocerse a través de lo falso, de lo ilusorio, el ego cumple una importante función que debemos agradecer. Solo pasando a través de él y trascendiéndolo podemos vislumbrar lo que realmente somos.


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