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Youth y la belleza de lo brutal

Publicado el 20 enero 2016 por Elaltramuz @ElAltramuz

Youth y la belleza de lo brutal.

"Sin que nosotros podamos impedirlo, el velo que recubre ese espectáculo llamado vida se desgarra en miríadas de copos ilusorios y, de todo cuanto se desarrollaba ante nuestros ojos, no quedan ya ni tan siquiera las sombras de una quimérica realidad." 

Emile Cioran.


Youth y la belleza de lo brutal
La noticia de una nueva película del director italiano Paolo Sorrentino se ha convertido para mí en todo un acontecimiento. Considero que a día de hoy aunque las opiniones sobre sus películas puedan ser muy variadas, el talento de Sorrentino es incuestionable. Él ha sido el creador de la que probablemente es para mí la obra maestra más importante de los últimos 10 años, La gran belleza, y aunque su cinematografía puede resultar irregular con películas como Un lugar donde quedarse, su mano ha firmado las excelentes; Las consecuencias del amor o Il divo
En Youth, su título e inglés, y La Juventud en castellano, Sorrentino vuelve a emocionar y ha crear una película brillante en todos los sentidos. Su estilo visual es inconfundible y actualmente atesora junto con directores como Martin Scorsese, Paul Thomas Anderson, NuriBilge Ceylano David Fincher, un lenguaje, una narrativa y una estética fascinante repleta de imágenes y sonidos de un mundo apasionante.
En Youth, Sorrentino vuelve a presentarnos un retrato descarnado de personajes decadentes que forman parte de un circo existencial. No obstante, como ocurre en sus anteriores películas, el relato de fondo es emotivo y vibrante. Sus películas hablan sobre el transcurso del tiempo, el instante fugaz, la belleza, o de la lucha por la existencia en nuestro mundo hostil y desencantado. 
Esta vez el argumento se desarrolla en un hotel y balneario de los Alpes suizos. En este precioso lugar digno de la novela maestra del escritor alemán Thomas Mann, La montaña mágica, y la fauna salida del cine del maestro italiano Federico Fellini, se respira la decadencia, la frustración y el desamparo de personajes sumidos en una tranquila desesperación. 
Allí conviven un monje budista, un personaje que homenajea al gran dios del fútbol, Diego Armando Maradona en un estado verdaderamente lamentable, una Miss Universo aparentemente culta e inteligente, un matrimonio de ancianos que vive en el más absoluto silencio, y un reflexivo actor, encasillado por su papel interpretando a un famoso robot.
Youth y la belleza de lo brutalLa cinta cuenta con actores de primera línea que acompañan a la pareja protagonista, como el magnífico y versátil Paul Dano (Prisioneros, Pequeña miss sunshine, Pozos de ambición) o una de las mujeres de las cuales es difícil no enamorarse en una pantalla, la increíble Rachel Weisz(El jardinero fiel, My Blueberry nights, The Deep Blue Sea .
Los dos protagonistas principales, un compositor de música clásica retirado y un director de cine en el ocaso de su vida y de su carrera, están interpretados magistralmente por Michael Caine y Harvey Keitel respectivamente. Especialmente tengo que destacar la actuación de Michael Caine, en un papel antológico y a la altura de películas memorables como Las normas de la casa de la sidra, Hannah y sus hermanas, El hombre que pudo reinar o La huella. 
Caine interpreta a un personaje con el que me resulta inevitable hacer una comparación. Este director de orquesta hastiado de la vida, del tiempo y del pasado, resignado a atrapar “los escasos e inconstantes destellos de belleza, y también la sordidez desgraciada y el hombre miserable” que describía en La gran belleza el majestuoso Toni Servillo, guarda poderosas similitudes con Robert Walser.
Walser fue un imprescindible escritor suizo que tanto influyó en Franz Kafka o Robert Musil, y que estuvo recluido al final de su vida (al parecer voluntariamente, según cuenta Carl Seeligen el espléndido “Paseos con Robert Walser”) en el sanatorio psiquiátrico de Herisau, donde un 25 de diciembre de 1956 tras desaparecer en uno de sus rutinarios paseos, le encontraron muerto sobre la nieve de los Alpes. Tanto el personaje que interpreta Caine como Walser, me remiten a la figura del flaneur, el paseante que medita en el camino mientras analiza un entorno que desprende impresiones poéticas e irónicas de un mundo tan bello como ruinoso, desmenuzando una realidad compleja llena de recuerdos y ensoñaciones.
Por otra parte, la película está muy bien acompañada por la banda sonora y el guión resulta delicioso. La sucesión de comentarios y reflexiones de los personajes resultan antológicas y dignas de ser escuchadas y oídas nuevamente, además invitan a una nueva revisión de la película. "La ligereza es una forma de perversión".
Los fantasmas del pasado se reproducen en una cinta que habla del precipicio que provoca la vejez y las dudas sobre la forma en que cada uno ha vivido su vida. El asalto de los recuerdos idealizados o desfigurados por el desgaste del cerebro y del cuerpo. “Nada como estar en el túnel para sentir que estás en el túnel”.  Habla también de melodías simples pero hermosas que fueron compuestas en un pasado cuando aun se amaba, de una sociedad ridícula y enferma de sí misma que se retira a una degradación lenta y de espíritu barroco. Del sentido que aporta un mínimo instante de plenitud y belleza ante el vacío, así como del cansancio vital que se asume o no da opción, ya que siguiendo a Lampedusa y su Gatopardo, es la única forma de sobrevivir.
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