Dentro de un mes se cumplirán once años de la promesa hecha en el Palau Sant Jordi de Barcelona por José Luis Rodríguez Zapatero a Pasqual Maragall: “Apoyaré el estatuto que salga del Parlamente de Cataluña”.
Su desarrollo y contingencias aceleraron el separatismo de parte de la población catalana, que están perpetrando un “astuto” golpe de Estado, como sugiere Artur Mas.
El mandato de Zapatero fue una concatenación de insensateces hasta el 10 de mayo de 2010, cuando recibió las furibundas llamadas de los grandes dirigentes de la UE, de Barack Obama y del presidente chino exigiéndole que cambiara su suicida política económica porque arrastraba a la ruina a buena parte del mundo.
Obedeció y dio un giro radical que afectó para mal a muchos millones de españoles, pero fue una lección que le enseñó que no se puede gobernar con ocurrencias buenistas.
Ahora viene a repetirlas el nuevo líder socialista, Pedro Sánchez, que pide considerar víctimas del terrorismo a las mujeres muertas por violencia machista y propone hacerles funerales de Estado.
Pero su mejor idea es la que hacer desaparecer el Ministerio de Defensa para consagrar parte de sus fondos a ayudas sociales.
Desconoce el mundo: mientras el Estado Islámico crece imparable en los corazones de millones de musulmanes desde Oceanía hasta las calles suecas o alemanas–en Marruecos le hacen homenajes hasta los jóvenes en espectáculos públicos--, España, que es uno de sus grandes objetivos, tiene el presupuesto de Defensa per cápita más bajo de la UE.
Véalo usted en la página de Datosmacro y asústese, porque como caiga cualquier régimen del norte de África llegarán a esta España que Sánchez quiere dejar inerme ante los decapitadores.
Por lo menos Zapatero aprendió con los años y nos hará menos víctimas sacrificiales.
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SALAS
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JAMES SKINNER
El siempre certero ingeniero y escritor británico residente en España analiza este mes en HackWriters el desafío de los nacionalistas catalanes al orden constitucional y democrático español.Alude a la batalla por las mentes y los corazones españoles en este conflicto y al caso escocés, que él conoce bien, aunque también resalta las diferencias. Analiza la dimisión de Ruiz-Gallardón por el fallido proyecto de ley del aborto y respasa la evolución económica. Como todos los meses, Skinner es una buena lectura.
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