Revista Ciencia

Zoco de Astronomía: Observando el cráter Copérnico

Por Angelrls @El_Lobo_Rayado
Como ando liadillo en el Telescopio Anglo-Australiano estos días, y a riesgo de que al final me pase como ayer y no suba nada al blog hoy, aquí dejo uno de mis artículos retrasados de Zoco de Astronomía más antiguos que no he subido por aquí aún. ¡Es de noviembre de 2009!
Artículo originariamente publicado originariamente en el suplemento el Zoco de Diario Córdoba el domingo 15 de noviembre de 2009.
El Año Internacional de la Astronomía 2009 conmemora los 400 años del uso astronómico del telescopio. Fue el famoso físico y astrónomo italiano Galileo Galilei quien, en noviembre de 1609, apuntó por primera vez su rudimentario telescopio, con sólo veinte aumentos, a la Luna. Descubre entonces que nuestro satélite no es perfecto, como el dogma aristotélico afirmaba, puesto que su superficie está llena de cráteres y montañas, algunas de ellas tan altas como las de la Tierra. Son justo las sombras de las montañas en la zona cercana al terminador lunar (la franja que separa el día y la noche en la Luna) las que le dan la pista sobre la altura de las montañas de la Luna. Hoy día, cualquier telescopio de juguete tiene mejor calidad que el primitivo telescopio de Galileo. No obstante, nunca debemos usar los aumentos para valorar la calidad de un telescopio: en la mayoría de los telescopios de aficionado nunca se usan más de 100 aumentos, excepto para la observación de los planetas y de la Luna y para resolver algunas estrellas dobles.
Galileo confirmaba, además, la teoría heliocéntrica postulada por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico, según la que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés, como defendía la teoría geocéntrica, aceptada durante más de 1500 años. La obra maestra de Copérnico, titulada De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes), fue escrita a lo largo de 25 años (1507 – 1532) y publicada póstumamente en 1543, y se considera una de las piezas claves de la revolución científica que vivió el Renacimiento. Al propio Copérnico se le considera el fundador de la Astronomía moderna, puesto que proporcionó las bases científicas que permitieron a Kepler y a Newton culminar la revolución astronómica al enunciar las leyes del movimiento de los planetas y la teoría de la gravitación universal. Por ello, en 1935 se decidió bautizar en su honor a un brillante cráter lunar, Copernicus, que es visible sobre el Mare Insularum incluso con prismáticos
Zoco de Astronomía: Observando el cráter Copérnico
Recorte de las páginas 8 y 9 del suplemento El Zoco del periódico Diario Córdoba publicado el domingo 15 de noviembre de 2009. Visión del cráter Copernicus desde Posadas (Córdoba). Crédito de la imagen: Rafael Benavides (Agrupación Astronómica de Córdoba).
La imagen que acompaña a este artículo muestra en detalle la zona alrededor del cráter Copernicus. Esta toma fue conseguida por el astrónomo cordobés Rafael Benavides (Agrupación Astronómica de Córdoba) el 18 de enero de 2008, usando una cámara de video en blanco y negro acoplada a un telescopio de 25 cm de diámetro. Posteriormente, separó los mejores fotogramas del vídeo y los combinó en una única toma. Esta técnica permite aumentar espectacularmente los detalles de la imagen. El cráter Copernicus tiene 93 km de diámetro y presenta una estructura compleja, repleta de terrazas que bajan un desnivel de 3800 metros hasta el suelo, que es relativamente plano. Los picos centrales tienen unos 1200 metros de altura. Se trata de un cráter relativamente reciente, puesto que se estima que se produjo tras la colisión de un meteorito o pequeño asteroide hace 810 millones de años. Los pequeños cráteres que se observan a la derecha de Copernicus son consecuencia de la caída de material que arrancó de la superficie lunar el impacto del meteorito. Aunque el mejor momento para la observación de Copernicus es durante la fase menguante, destaca mucho durante la luna llena por el vistoso sistema de rayos que parten de su interior. Estas estructuras son materiales expulsados a gran velocidad tras el impacto del meteorito, y se extienden unos 700 km por los mares circundantes. En realidad, esté llena o sólo presentando una fase, siempre es una delicia pasearse por la Luna, incluso usando pequeños telescopios de juguete como el que empleó Galileo hace 400 años.

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