Revista Historia

Auschwitz. El museo del horror

Por Lparmino @lparmino

Auschwitz. El museo del horror

Entrada al campo de Auswitch I
Fotografía: Pimke - Fuente


Dicen que el museo se constituirá en la tipología arquitectónica representativa del siglo XX occidental. Sin embargo, esta centuria de la modernidad podría ejemplificarse a través de otros muchos tipos edificatorios, empezando por los campos de concentración destinados a prisioneros, enemigos y cualquier otra amenaza disidente que suponga algún peligro, real o supuesto, a los poderes que ordenan la construcción de esos enormes centros de internamiento. En la actualidad, en Polonia, cerca de la muy católica Cracovia, se puede visitar Auschwitz, uno de los mayores complejos del horror, testimonio de la crueldad sin límite que encontró en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) el contexto más apropiado para desplegar todas y cada una de sus facetas. Europa se convirtió, una vez más, en el escenario de las atrocidades de la que es capaz la intolerancia, la intransigencia y la sinrazón.

Auschwitz. El museo del horror

Campo de concentración de Auswitch
Fotografía: KrzysMC - Fuente

El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas liberaban el campo de concentración de Auschwitz. Apenas encontraron algo más de siete mil prisioneros. Eran los que no habían podido iniciar la evacuación del campo, ordenada por los mandos de las SS en enero de 1945 ante la cercanía del Ejército Rojo. La historiografía actual estima que murieron en Auschwitz entre un millón cien mil y un millón y medio de personas. La mayoría de ellos fueron judíos, aunque habría que sumar a esta ingente cifra los miles de muertos entre los prisioneros de guerra soviéticos, polacos, gitanosy cualquier otra persona de las consideradas por el régimen nazi como “indeseables” (homosexuales, testigos de Jehová, comunistas alemanes y un largo etcétera). La fecha de la liberación del campo fue elegida en el año 2005 por la Asamblea General de las Nacionales Unidas para instaurar el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

Auschwitz. El museo del horror

Campo de Auswitch II
Fotografía: Konrad Kurzacz - Fuente

Auschwitz era parte fundamental del engranaje del régimen nazi para llevar a la práctica su “solución final”. Bajo este apelativo se entendió la política diseñada por los jerarcas nazis para aniquilar, de forma exhaustiva y completa, a todo el pueblo judío en los territorios controlados por el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Dos de cada tres judíos europeos murieron a manos de los nazis, en torno a seis millones de personas. En la actualidad, los historiadores conocen esta matanza como Holocaustoy en Israel se denomina la Shoah. Sin embargo, todavía es objeto de discusión académica los términos exactos de la política nazi respecto al pueblo judío distinguiéndose dos posturas: aquellos que consideran que los jerarcas nazis habían tenido en mente desde que llegaron al poder en 1933 la aniquilación física de los judíos europeos; y los que suponen que las autoridades nazis diseñaron esa llamada “solución final” de forma circunstancial, desde las primeras iniciativas destinadas a la deportación masiva de judíos fuera de Europa (se consideró la posibilidad de recluirlos en Madagascar, entre otros destinos) hasta la elaboración de un guion que incluía el asesinato masivo de judíos de acuerdo a las circunstancias propias de cada momento y al desarrollo bélico de la guerra.

Auschwitz. El museo del horror

Liberación del campo en enero de 1945
Fotografía: U.S. Holocaust Memorial Museum,
courtesy of Belarussian State Archive
of Documentary Film and Photography
Fuente

Auschwitz supuso la premeditada y calculada industrialización del horror más absoluto, de forma fría y racional, totalmente deshumanizada. Tres grandes complejos constituían el mayor campo de concentración nazi construido durante la guerra. Se diferenciaba del resto de campos que proliferaban en Europa del este por ser el lugar donde se puso en marcha de forma sistemática la denominada “solución final”. Los trenes, abarrotados de prisioneros tratados peor que ganado, se internaban en el campo. Una vez allí, los responsables de las SS decidían quiénes morían y quiénes sobrevivían. Estos últimos no eran llevados a las cámaras de gas por ser útiles para realizar trabajos en régimen de esclavitud para empresas alemanas. Los barracones, proyectados para albergar a poco más de quinientos prisioneros, llegaron a estar ocupados por más de setecientos presos en unas condiciones inhumanas. Auschwitz se convirtió en una cruel máquina de muerte con una precisión terrorífica.El actual museo de Auschwitz sirve de homenaje a las víctimas del holocausto, testimonio destinado a perdurar en la memoria colectiva. Ese deseo de no olvidar lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial no deja de ser una intención utópica que cada vez parece más lejana. Los campos de concentración, de detención, de re-educación o cómo quieran denominarse, siguen formando una parte importante del paisaje arquitectónico de la política actual. Guantánamo, Corea del Norte, Bosnia… son muchos los lugares donde se ha decidido no recordar y renovar y actualizar las máquinas del horror olvidando las lecciones del pasado. Luis Pérez Armiño

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