Revista Opinión

Auschwitz y lo que eres capaz de hacer

Publicado el 27 enero 2015 por Vigilis @vigilis
Hay algo que está mal en la conmemoración del setenta aniversario de la llegada del Ejército Rojo a Auschwitz. Es más, hay algo sórdido en los actos de conmemoración y recuerdo del Holocausto. A ver si me explico: está bien conmemorar hechos del pasado, el problema es que Auschwitz no es el pasado, sino el presente. Y el futuro.

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Supongo que es el típico grafiti a favor de los palestinos. O algo.

No me refiero a las lecciones —que también— ni a las comparaciones que podamos hacer de esos lugares y esas personas que tratan de construir el infierno en la Tierra. Todo eso me parece bien. Existe un evidente valor pedagógico en hacer esas comparaciones y en denunciar la persecución, muerte y tortura que afligen a millones de personas en nuestros días. Ahí están las persecuciones contra cristianos en Oriente Medio y África. Las persecuciones contra musulmanes en Birmania y China. Las persecuciones contra judíos en Europa, Oriente Medio e Hispanoamérica. El mundo tiene muchos lugares horribles y una excesiva ración de mal puro. Tenemos ahí al Estado Islámico, a los terroristas del Magreb, a Hamas y una nueva hornada de antisemitismo en Europa para nuestra vergüenza colectiva.
Ahí tenemos, sorprendentemente, cómo de nuevo adquieren vigor ideas supuestamente políticas que buscan la desaparición de la política para sustituirla por un mero compendio estadístico que cree entidades políticas ajenas a la ciudadanía legal. Ahí están nuevamente la tribu y el tótem para construir identidades alternativas a la simple ciudadanía (que tan solo explicita la dignidad intrínseca de la persona por ser persona sin atender a religión, lengua o color favorito. No hay que olvidar tampoco que el Holocausto fue la culminación de un proceso de nueva definición de ciudadanía en la Alemania nazi).
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No me refiero por tanto a que hoy existe Auschwitz en el desierto sirio, en los suburbios de Amsterdam o en las cloacas de Riad. Me refiero a que las leyes de nuestro universo físico hacen que la flecha temporal vaya en una dirección con el resultado matemático de que es y será imposible para ningún ser humano vivir en un universo en el que no exista Auschwitz.
Me acuerdo cuando en cuarto o quinto de EGB nos enseñaron lo que era una semi recta. Aquello me pareció uno de los inventos más imbéciles del mundo. Una recta que tiene un principio y no tiene un final. La única aplicación práctica que le encuentro a la semi recta de las narices es su conversión en línea temporal. Y esta aplicación sólo halla acomodo en el Big Bang —origen del tiempo en sí mismo— y en Auschwitz.
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Ya es imposible encontrar un planeta Tierra, una humanidad, en la que no exista Auschwitz.
Las flores ya no tienen aroma, la comida ya no tiene sabor, la música ya no tiene compás, la poesía ya no rima. De Auschwitz en adelante los seres humanos tratamos de sobrevivir viendo a nuestro enemigo en el espejo.
Porque no fueron alienígenas los que levantaron Auschwitz, ni fueron personas totalmente locas. Tampoco —ojalá me equivocara— fue gente que destacara por su maldad. El establecimiento de la producción industrial de muerte humana fue uno de los mayores proyectos de compleja ingeniería de su época. Ferrocarriles, industrias, fábricas; millones de personas implicadas en varios niveles de la maquinaria tecnológica e industrial de destruir seres humanos. Y lo de derivar recursos militares en plena guerra para llevarlo a cabo. Las órdenes son órdenes. La prioridad. La prisa.

Auschwitz y lo que eres capaz de hacer

«El tipo que diseña los crematorios con extremo cuidado, quiere hacer un buen trabajo». Análisis morfosintáctico de la oración.

Como en todo gran proyecto de ingeniería, su última fase es la de implementación o puesta en marcha, pero antes hay otras fases. Está el diseño: diseño arquitectónico para los campos, patentes de crematorios y de industrias químicas, talleres mecánicos para las herramientas, kilómetros de alambre de espino, grupos electrógenos, esos trenecitos tan originales que tienden vías de ferrocarril... Y antes del diseño tenemos la fase de análisis: la construcción de la identidad, el nosotros, la víctima propiciatoria, la famosa puñalada en la espalda de Versalles, libros y más libros, toneladas de revistas científicas impresas con estudios eugenésicos. Conferencias, columnas de periódicos, mítines políticos.
Ya no hay vuelta atrás. No existe un no-Auschwitz.
Si alguien pregunta por lo que el hombre es capaz de hacer, nos alegramos con poder responder con una sinfonía, una nave espacial, un procedimiento quirúrgico, una marca olímpica. Y todos asentimos. Pero allá al fondo, en aquel rincón al que no queremos mirar, está Auschwitz. A partir de Auschwitz, Auschwitz es la única realidad del hombre, su única certeza, la gran losa que lo define.
Que nos define.

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De Tesalónica a Auschwitz hay 1.600 kilómetros. De París a Auschwitz hay 1.500 km.

Porque la gran trampa de Auschwitz es el no volverá a suceder y el yo nunca lo haría. Eso da igual, vivimos en un mundo en el que Auschwitz ha pasado y no podemos volver atrás. Existirán pozos de oscuridad inmisericorde en el mundo. Algunos nos preocupan más que otros. Pero ante todos ellos asumimos una aséptica posición de objetividad, dejamos que se nos cuelen discursos y modos que recuerdan a la fase de análisis de la Solución Final porque colocamos a Auschwitz en un rincón. No nos gusta lo que ese lager dice de nosotros. Nos negamos a aceptar lo que el hombre es capaz de hacer.
Todos los pasos que llevan a Auschwitz comienzan con un primer paso, una primera excusa, una primera razón o un primer argumento. Cuando dejamos que existan definiciones del "nosotros" que vayan más allá del número del DNI ya estamos un metro más cerca de Auschwitz. Más allá de la política, toda identidad colectiva, todo "nosotros" se construye definiendo un "ellos". Y ahí ya estamos perdidos.

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Huelga de Menphis del 68.

Cuando las SA comienzan a dar palizas a judíos, a humillarlos y a asaltar sus medios de vida, las personas normales podían racionalizar su comportamiento. Al fin y al cabo las SA estaban formadas por delincuentes, gente con problemas de autoestima, arribistas y tarados. Eso podía cortarse de raíz muy fácilmente. Lo que es completamente diferente y no tan fácil de cortar es cuando existe un "nuevo normal". Cuando en la prensa, en las conferencias científicas, en los libros se habla de un "ellos" y se cubre con una capa de cientifismo de moda para unos y con otra capa de viejas tradiciones para otros. Cuando el "ellos " ya está definido en el "nuevo normal", uno ya está a tiro de piedra de Auschwitz. Y a partir de ahí el último que cierre la puerta.
No digamos que Auschwitz fue un hecho del pasado que ya no va con nosotros, no digamos que podemos tolerar las nuevas construcciones del "nosotros", no digamos que "oh, yo sería incapaz de hacer esas cosas horribles". No digamos ninguna de esas imbecilidades porque Auschwitz nos está mirando y nunca dejará de hacerlo.
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