Revista Viajes

Beijing, amor a primera vista y la Ciudad Prohibida...

Por Viajeporafrica

Llegamos a Beijing dieciocho horas después de abordar un tren en la estación de Hangzhou. Al bajar reaccionamos que la temperatura había descendido drásticamente hasta traspasar la línea de los cero grados. Como si fuera poco con el frío, apenas salidos de la estación comenzó a lloviznar. Esta combinación de escarcha y humedad le agregó algunas estalactitas al cansancio del viaje, por lo que durante los primeros minutos en la capital China, tuvimos que apretar los dientes y batallar para lograr sobreponernos al estrepitoso congelamiento de los estados de ánimo. De muy poco nos sirvió hurgar repetidamente en las mochilas en busca de pulóveres, camperas o guantes de lana. Lo que tocaba era abrazarnos, caminar los más juntos posibles y encontrar algún reparo.

Como siempre la buena noticia fue que Vico ya tenía arreglado un couchsurfer, esperándonos en un barrio céntrico de Beijing llamado Xicheng. Mientras apurábamos el paso hasta la entrada del subte intentando reducir el impacto de la llovizna, experimenté un intenso deja vú que me abandonó en la estación de subte de primera junta de Capital Federal; y como por arte de magia todo empezó a resultarme familiar, cómodo y sencillo. El cansancio, el mal humor y el fastidio de la llegada se desvanecieron... "como si dios se lo hubiera llevado" (MRL Dixit). Una chinita nos prestó su teléfono para llamar a nuestra anfitriona, y con una amabilidad y paciencia oriental, nos guió hasta la estación de subte de la zona para asegurarse que estuviéramos a salvo y bien encaminados.

Pensé: "Por efecto del frío uno intenta no parar de moverse para apurar la circulación de la sangre"... y estoy casi seguro que esa sobre circulación pudo haber producido la adrenalina necesaria para generar esos sentimientos especiales que se crean de la nada misma, y parecieran alimentarse directamente de los estímulos que emana el medio ambiente; como si una energía imperceptible se metiera dentro del cuerpo a presionar el botón de la alegría y el placer de los sentidos. Todo lo que veía me producía placer irracional y estrellitas de colores: la arquitectura, la nieve, la gente, el subte, el movimiento, el olor a historia y la proyección del futuro. Antes de llegar a destino me declaré enamorado de la capital de China y de todo lo que veía o sucedía alrededor sin la más mínima discriminación.

Con el corazón palpitando en "La la la la 440" entonces, y luego de dar muchas vueltas por la zona sin entender dónde carajo teníamos que ir, encontramos el restaurant de Carylin (nombre en inglés que usan los chinos), quien nos estaba esperando junto a su novio... "Carylon", para abrazarnos dentro de la hermosa calidez de un hogar chino. Aunque para ser sinceros aquello no era un hogar, era un bar y se llamaba "Just Salad". Era un bar, sí, pero no tenía baño, hecho que desencadenó la instantánea incomodidad y la ira de La Rubia Olivera quien repentinamente enloqueció y empezó a repartir patadas voladoras hacia la periferia inmediata en señal de protesta.

Carylin y el novio eran de la raza chinos "Cool New Generation". Chinos que actúan con modos oriento-ccidentales, los que por lo menos a mí, me confunden bastante. Como todavía había algunas personas en el bar, los chicos nos "sugirieron" que vayamos a dar una vuelta para conocer las inmediaciones. No pudimos darnos cuenta realmente si se estaban intentando librar de nosotros, o si era una sugerencia genuina nacida en las entrañas del "Yin". Para no ahondar demasiado en preguntas sin posibles respuestas certeras, aceptamos la sugerencia y nos fuimos a caminar. Y en buena hora, porque la sorpresa y el enamoramiento que aún sentía en el cuerpo, se empezó a transformar en romance. El barrio era pura exquisitez china 3.0. La nieve sorprendentemente imprimía un aura de calidez en la ciudad.

Nos topamos con el lago "Hou Hai" que estaba en gran parte congelado e invadido por chinos de todas las edades que jugaban con trineos, con bolas de nieve y hasta pescaban. Para subrayar y rematar un poco todo este recorrido sorpresa, y justito antes que se nos terminaran de congelar la punta de los dedos de los pies, nos encontramos con un grupo de personas entre 50 y 70 años... enzungados, tirándose a nadar directamente en el agua congelada. Por unos segundos me quedé a cuadros dejándome invadir por la famosa sensación que se puede resumir como "estoy manija". La Rubia y Vico fruncían el ceño corroborando que lo que habíamos visto, estaba efectivamente sucediendo. Alguien nos vio muy desorientados y necesitando respuestas, y nos avivó que los nados en agua congelada servían para mejorar la circulación de la sangre. En fin... chinos evolucionados, iluminados y con unos huevos tremendos.

Luego de tanta novedad asiática, hicimos una rápida pasada por "Just Salad" para robarle un par de cancanes a la Rubia y ponernos todas las remeras que tuviéramos una arriba de la otra. Cuando logramos recuperar la sensación en el cuerpo, salimos un poco más excitados que antes a intentar perdernos por las laberínticas calles del barrio. Infinitos negocios, infinitas fondas de comida, infinitos chinos, infinitas chucherías que te roban la atención. Mil "Todo por dos pesos" y mil "Todo por un millón de pesos". Hasta un local de "Churros" había. Toda la "magia" del neo comuno-capitalismo chino brillando en todo su esplendor en un ambiente muy ameno y tranquilo, a pesar del infinito tráfico de humanos. Envolvente, cálido, aromático, y lleno de color y de vida.

A pasitos de nuestra nueva residencia, en uno de esos típicos callejones escondidos que logra mantenerse aislado de la orbe y de la locura del tránsito, encontramos uno de los restaurantes más ricos y baratos de nuestra estadía en China. Como si esto fuera poco, justo enfrente del restaurante había unos baños comunitarios tipo sauna, que ayudaron a apaciguar el iracundo estado de ánimo de nuestra hermosa y protestante Rubia. La banda estaba entonces mucho más feliz gracias a la gentileza de esos callejones en donde el viento produce imperceptibles remolinos de historia, capaces de imprimir un entrañable sentimiento en la memoria. Cuando llegaba la noche todo se apagaba y el movimiento se volvía nulo. El frío hacía difícil aventurarse a cualquier misión.

Conservo muy vivo el recuerdo de las calles poco iluminadas, los autos atascados en el tráfico, y el olor a calor que emanaban las puertas de las casas y los restaurantes. Puedo restaurar mi propia imagen como una sombra en el tiempo, observando a través de los vidrios el confort de la gente que se resguardaba del frío, y revivir esa sensación de querer quedarme, y a la vez acelerar el paso para llegar más rápido a "casa". La infinita, contradictoria y a veces problemática sensación de la vida: "me quisiera quedar, pero me tengo que ir". Concluyendo: utilizamos el tiempo que estuvimos para movernos por la magia de Beijing lo más que pudimos, y nos lanzamos a esas excursiones que ya que uno viene por estos lugares del mundo, no se pueden dejar de realizar.

Nuestra primera turisteada remarcable la hicimos directamente a las entrañas de la archi-conocida "Ciudad Prohibida"(detalles en el link), un lugar por demás alucinante, en el que nos recontra cagamos de frío, pero al que le robamos una tarde memorable de mates semi-tibios y chinajes comunistas. Una reliquia histórica imponente e inmensa, que aunque comete el pecado de tornarse levemente repetitiva, condensa una parte muy importante y determinante de la historia de China. La experiencia permite a la imaginación realizar un gran salto hacia el pasado, en el que si uno logra fumarse un porro antes de congelarse las puntas de los dedos o de los labios, se auto permite la experiencia de sentirse un chino dinástico camino a una iluminación poco ortodoxa.

En algún momento el frío te deja de cara, pero la experiencia, una linda memoria en el alma. Concluimos la excursión sacando fotos en el parque "Jingshan", uno de los jardines imperiales ubicado al norte del complejo... con la sola intención de dejar algunos registros que nos recuerden y reafirmen por siempre que, al parecer, en Beijing, todo fue una gran verdad... En el próximo capítulo, una visita a la Gran Muralla China. Lo esperamos entonces...


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