Revista Viajes

Cañón del Río Lobos (Soria)

Por Yorga @javieramosantos

Avenado por el río Lobos, que flanquea una pista forestal transitable para los vehículos solo en el primer sector, emerge una auténtica joya de la naturaleza en territorio español. El Cañón del Río Lobos es un magnífico refugio de roca caliza que arranca en la provincia de Burgos y se extiende, a lo largo de más de nueve kilómetros de superficie conformando un extraordinario Parque Natural repleto de espectaculares barrancos con vegetación y grandes contrastes de alturas. Surca varios pueblos y su elevación oscila entre los 950 y 1.200 metros de altitud.

El Cañón del Río Lobos tiene tras de sí, además, una extensa historia detrás. Desde tiempos remotos el hombre ha ocupado estas tierras sorianas que separan las estribaciones de la Cordillera Ibérica y la alta meseta del Duero. Pinturas rupestres y grabados hallados en la zona atestiguan presencia humana en la Edad del Bronce. La profundidad del cañón viene originada, asimismo, por los siglos de pasado de erosión de un río que recorre más de 25 kilómetros. Magnético, cuya magia se convierte en tangible, es uno de los lugares con historia de Castilla y León y de toda la península.

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Valle en el entorno del Cañón del Río Lobos./Pallares1

Los romanos también dejaron su poso en forma de construcciones: el puente y la calzada de Hontoria, así como el canal de Ucero levantado para abastecer de agua a la ciudad celtibero-romana de Uxama (la actual Burgo de Osma) El paso de los visigodos por la zona dejó varias ermitas y el propio cementerio de Ucero. Con estos antecedentes, lo lógico es pensar que este sitio sugestiona de veras, como si el viajero se embarcara en una máquina del tiempo y se trasladara a los orígenes de la geología más atrevida y fascinante.

En el Parque Natural del Río Lobos, en Ucero, Soria, el viajero recorre una senda paralela al río en el interior de un cañón calizo formado por la erosión de las aguas que fueron hundiendo grutas subterráneas, lo que explica las concavidades o lermas que se observan en los flancos del cañón y las bellas tonalidades de óxido que tienen las paredes. También se encuentra el parque repleto aguas escondidas y de cuevas de incalculable valor geológico, algunas de entrada prohibida. Aunque el acceso al enclave natural es completamente libre para el viajero.

El paseo a lo largo del río, desde el aparcamiento a la ermita, respirando aire puro, no resulta nada fatigoso porque discurre a la sombra de la variada arboleda de chopos y sauces, quejigos, encinas y la vegetación ribereña de nenúfares, lentejuelas y eneas y la más apartada y montaraz del enebro, gayumba, tomillo, salvia y espliego.

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Nenúfares en el río Lobos./Yrithinnd

Cuando el viajero llega a la ermita románica de San Bartolomé de Ucero, se tiende en la hierba y contempla las evoluciones de los buitres leonados que han montado una escuela de vuelo en los farallones del cañón para enseñar el oficio a sus crías. No es la única fauna que aquí habita: los buitres conviven con águilas, halcones, azoras, ratoneros, cernícalos y otras rapaces nocturnas como búhos, lechuzas, cárabos o mochuelos. El rico ecosistema del entorno da para sí mucho más: mamíferos como corzos, jabalíes, conejos, ardillas, liebres, zorros, garduñas o comadrejas sobreviven junto a anfibios y reptiles como víboras, culebras de agua, lagartos, lagartijas y ranas.

Frente a la ermita, cruzando el pacífico riachuelo de aguas cristalinas, lo que puede hacerse saltando de piedra en piedra, se abre una extraña cueva cuya forma recuerda la de una vulva femenina. La existencia de esta cueva pudo determinar, desde la Prehistoria, la sacralización de aquel lugar como vulva de la tierra, según estiman reputados antropólogos. El viajero puede explorar la vagina de la gruta, empinada y jalonada por algunas piedras que podrían haber configurado el primitivo santuario y sus altares de ofrendas.

La ermita de San Bartolomé de Ucero (siglo XIII) oscila entre el románico tardío y el protogótico. Según algunos historiadores, perteneció a los templarios de San Juan de Otero. Tiene planta de cruz latina y alzado de sillería con hastiales rematados en triángulos. En el edificio se prodigan capiteles, marcas de cantero y canecillos enigmáticos. Al parecer, el templo se levantó como lugar de ritos esotéricos y mágicos. La ermita se halla a la misma distancia, en metros, de los límites más externos al este y al oeste de la península Ibérica; es decir, los cabos de Creus y Finisterre, como pone de manifiesto el historiador Juan García Atienza. La unión entre el punto de ubicación de San Bartolomé de Ucero con otros templos templarios del territorio español forma una cruz de malta, el símbolo de la orden hospitalaria. Curioso, ¿verdad?

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Ermita de San Bartolomé de Ucero./Txo

Otra parte de la historiografía afirma, además, que en la noche de San Juan se ve desde este enclave la constelación Sagitta (La Flecha), que señala al norte el Camino de Santiago. Los enigmas y tribulaciones esotéricas en torno a esta ermita templarla son unos cuantos, casi similares a los de su vecina de comunidad, la segoviana iglesia de la Vera Cruz. La escapada rural del viajero puede extenderse también a Catalañazor, otro de los lugares menos turísticos pero con mucha historia, o la Laguna Negra.

Al girar la vista, al otro lado de las Cuevas de San Bartolomé, de unos 250 metros de profundidad y donde se realizaban rituales paganos, se distinguen las maltrechas ruinas del castillo de Ucero, de romántica silueta, también atribuido a los templarios. Magia y leyenda se combinan en una formidable ruta histórica alejada de los recorridos turísticos convencionales. ¿Te la vas a perder?

Dónde dormir: La posada Cabaña Real de Carreteros; Calle las Angustias, 45; 42148 Casarejos (Soria); teléfono: 975372062.

Dónde comer: Bar Restaurante Cañón del Río Lobos; Carretera de Burgo de Osma a San Leonardo, km 17; 42317 Ucero (Soria); teléfono: 975183459.

Plano Cañón Río Lobos


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