Revista Cultura y Ocio

Cartago

Por Joaquintoledo

Empero, a pesar de que no eran un pueblo guerrero por naturaleza debieron empuñar las armas para defender sus pequeñas ciudades portuarias por lago tiempo. Por ejemplo Sidón entró en decadencia al no resistir una invasión de los filisteos. Ante esto, el pueblo fenicio buscó fundar una ciudad mucho más poderosa; en esta ocasión no muy lejos de allí y ubicada estratégicamente. El lugar elegido fue frente al litoral del Mediterráneo oriental, es decir de puerta a Medio Oriente y Europa, y así, en una pequeña isla no muy lejos de la costa nació entonces la urbe de Tiro. No fue la única por supuesto, ya que muy lejos de allí, en Túnez, los fenicios fundaron Cartago (aprox. entre el 825 al 815 a.n.e.), y en la actual España, se establecieron en Cádiz. Eso no fue todo porque llegaron a tener colonias en Britania y en la actual Senegal. Con el tiempo, si bien todas fueron respetadas y prosperaron moderadamente, ninguna lo hizo con tanto esplendor y vitalidad como Cartago. ¿Razones? Antes que nada estaba a mitad de camino entre Medio oriente, donde se ubicaba Tiro, y las columnas de Hércules (Gibraltar), lo cual,  por supuesto,  le daba una ubicación estratégica excelente, inexorable lugar de descanso, carga, y por qué no, también para que los viajeros disfruten del exotismo y la lujuria. Esto hizo que pronto Tiro, vea con agrado como lejos de allí, los fenicios daban buenos signos de progreso, y hasta inclusive vieron en Cartago una competidora digna de ser su sucesora algún día. No estaban tan lejos de la realidad, después de todo…
La hegemonía de Tiro entre las ciudades fenicias, tocó su fin a partir del siglo VIII a.n.e., cuando cayó bajo el influjo sucesivo de asirios, caldeos y persas. Si bien estos últimos, fueron muy tolerantes en cuestiones religiosas y hasta comerciales, la invasión de Alejandro Magno fue el golpe fatal que recibió Fenicia en Medio Oriente. En efecto, tanto los comerciantes fenicios, como los griegos, habían siempre competido por el dominio del Mediterráneo, y cuando el caudillo macedonio se lanzó a la conquista del Imperio Persa, Tiro fue una de las ciudades que más opusieron resistencia. Su estratégica ubicación en la pequeña isla cerca al mar, y rodeada por acantilados de hasta cincuenta metros, la hacían casi inexpugnable. Alejandro la sitió durante siete meses y después, el odio acumulado de los helenos en tantos siglos, terminó descargándose contra los habitantes de la ciudad de Tiro, los cuales fueron muertos o bien durante el combate o bien posteriormente cuando los ejércitos del macedonio irrumpieron en la ciudad llevando la devastación a su paso. Los pocos sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Esto sucedió en el año 322 a.n.e. y Alejandro había puesto el punto inicial al fin de la cultura fenicia.
Ahora bien, por otro lado estaba Cartago, la ciudad que había florecido a costa de las demás. La misma, no prestó gran ayuda a sus pares de Tiro cuando lo pidieron, y sólo aceptó a los millares de civiles que llegaron en las embarcaciones que salían de la ciudad sitiada por Alejandro durante aquellos siete meses. Además se trajeron víveres, dinero, objetos de gran valor, y todo lo que aún pudiese ser útil; a cambio de unos cuantos miles de efectivos y armas. Esa fue toda la ayuda que se dio por parte de Cartago, la cual se había hecho tan rica que sus propios habitantes se hacían llamar cartagineses, buscando diferenciarse de los demás pueblos fenicios.

¿Cómo era Cartago?

La ciudad de Cartago, cuyo nombre en fenicio o púnico era Qart Hadast o Ciudad Nueva, hasta la decadencia final de Tiro, había evolucionado en un puerto comercial muy bien logrado, que a la par poseía uno de tipo militar, pues dado la experiencia en otros asentamientos, los fenicios creyeron que el mejor modo de mantener sus rutas comerciales intactas, era con una flota poderosa, estimada, por lo menos en más de 200 buques, sólo contando los de guerra, los cuales tenían la función de patrullar y defender los intereses de la urbe en tiempos de paz y de conflicto. Hemos mencionado entonces que existían dos puertos. El de tipo comercial no tenía nada de nuevo y era por lo general rectangular, donde llegaban naves nacionales y extranjeras trayendo o intercambiando exóticos productos de varias partes de Asia, Europa o África, siendo el estaño, el trigo, el marfil y el oro los recursos preferidos para las transacciones. Además los cartagineses fueron unos grandes traficantes de esclavos lo cual les daba pingües ingresos si debemos reconocer sus tratos con los países más reconocidos de la época como Grecia, Persia y Egipto. Además hay que agregar que los fenicios de Cartago también tenían sus propios productos que exportar, como el vidrio, textilería, alfarería, etc. Pero si el puerto civil comercial era bello, aún más lo era el militar. Es muy conocido por su forma redonda. Era fruto de una obra de ingeniería impecable, en la cual se había creado un canal dentro de tierra firme, que conducía a un islote rodeado de un lago en forma de círculo. Allí se estacionaban los barcos de guerra, donde se almacenaban, se reparaban o se alistaban para el combate. Con el pasar de los años, su potencial marítimo les permitió extenderse en varios puntos de Sicilia, Cerdeña y España. En el mismo continente africano, expandieron sus dominios a varios km a la redonda tierra adentro y al nivel costero, estableciendo su poder sobre los de Numidia principalmente, Mauritania y otras tribus aledañas. Al igual que los fenicios de Medio Oriente, los cartagineses no eran muy piadosos que digamos para con los prisioneros de los pueblos sometidos, y por lo general eran vendidos como esclavos, lo cual les hizo ganarse gran cantidad de enemigos. De todas maneras, a pesar de ello, y si bien Cartago fue la ciudad que más territorio ocupó de todas las de Fenicia, sus dominios no eran ingentes, ni comparables al de un imperio.
El modo de gobierno dentro de ellas se inició con una monarquía basada en una élite oligárquica clasista, que dominó la política de la ciudad y sus colonias durante varios siglos. El sufete era el máximo gobernante de cada una de las ciudades estado, seguido del Senado y finalmente el Ejército. De todas maneras entre los historiadores no hay consenso de quién ostentaba el poder realmente durante los siglos VI a IV a.n.e. Sea como sea, los cartagineses, como sus antepasados fenicios de Medio Oriente, no vivieron en paz durante estas épocas, pues se enfrentaron con los griegos por diversas rutas marítimas y territorios en las costas mediterráneas. Tal parece que tras la Batalla de Himera, en la cual los cartagineses son derrotados por los helenos, el Senado pasó a ocupar gran parte del poder del Estado, dejando de lado la oligarquía. Así entonces Cartago pasó a ser una república aristocrática.

El puesto de sufete (ahora dispuesto en dos personajes) y el Senado continuaron existiendo, pero esta vez la Asamblea de ciudadanos, un órgano compuesto por más de cien personas, fue el encargado de elegir a cada funcionario público. Sin embargo en esta parte de la historia de la ciudad, el poder reposaba en el Senado, compuesto por personalidades aristocráticas. La política en general de Cartago siempre estuvo dominada por las familias más acaudaladas, y serían las que dirigirían a la ciudad a su lucha contra Roma.

Las guerras púnicas y el fin del pueblo fenicio

La obra iniciada por Alejandro Magno en Tiro, sería culminada por los romanos en Cartago. Unas cuantas décadas después de la fundación de esta última ciudad, según cuenta la leyenda, en el año 753 a.n.e., fue fundada una urbe a orillas del río Tiber que pasaría a llevar el nombre de su primer rey: Roma. Para el año 270 a.n.e., el desarrollo de esta última metrópolis fue increíble, muy a pesar de todo el caos de naciones que en aquella época habitaban Italia. Roma había tenido ya algunos roces contra los griegos de Pirro, rey de Epiro, pero éste pronto se retiró dejando en disputa el dominio del Mediterráneo occidental tanto a los romanos como a los cartagineses.

Los italianos dominaban territorios desde el Arno hasta Messina, mientras que los fenicios ya dominaban grandes rutas en Gibraltar, España y la Magna Grecia, esta última compuesta por los territorios de Sicilia y Siracusa. Así entonces fue cuando terminaron chocando los intereses de ambos estados. Cartago estaba ubicada al oeste de Sicilia y quería toda la isla, mientas que la parte oriental aún de los colonos griegos, quería mantenerse independiente. En aquellos momentos, cualquier incidente haría arder Troya, y en efecto cuando un ejército de mercenarios samnitas, que servían en Siracusa, se amotinaron en dicha ciudad y se apoderaron de Messina. Cartago encontró el pretexto para intervenir con el fin de apoderarse del estratégico estrecho, mientras que Roma apoyó a los sublevados, ya que no quería que los punos, como llamaban a sus pares fenicios los griegos, se apoderasen de dichos territorios. De la primera guerra púnica acaecida entre el 264-261 a.n.e., Roma organizó una flota que tomó Córcega, Cerdeña y África, y venció a los cartagineses en la Batalla de las islas Egates. Cartago firmó la paz y abandonó Sicilia y no mucho después los italianos se hicieron con Córcega y Cerdeña. De un día para el otro los romanos se habían convertido en una potencia militar considerable en la zona. En cuanto a Cartago se le impusieron duros términos como el de limitar su ejército, su flota, y pagar tributo.

El orgullo cartaginés estaba mancillado. Ahora en la ciudad las clases dominantes se dividían en dos facciones: los que querían continuar la expansión en el África continental y los que deseaban más bien, volver a dominar el Mediterráneo. De esta última idea eran la familia de los Barca, los principales partidarios y los que a la larga dominaron la política que llevó a la Segunda Guerra Púnica. Así, Amílcar Barca decidió conquistar la península ibérica donde creyó tendría recursos y un entrenamiento de conquista para más tarde derrotar a los romanos. Todo iba bien hasta que la ciudad de Sagunto, en España, y aliada de Roma, pidió ayuda a los italianos ante una inminente de los fenicios. Amílcar murió en España contra las tribus nativas y su sueño fue continuado por Aníbal Barca, su hijo. Tras la ocupación cartaginesa de la ciudad de Sagunto, dio inicio el segundo conflicto.
En una gesta heroica y antológica, Aníbal dirigió a sus ejércitos, acostumbrados a un clima tropical, hasta las tierras francesas, atravesando los Alpes, y enfrentándose a tribus nativas que nada tenían que ver con los romanos.

Cuando llegó a Italia, aliándose con dichas tribus hostiles, Aníbal pudo compensar las pérdidas y reunir un ejército de casi 50 mil efectivos. El gran líder cartaginés derrotó a los romanos en Tesino, Trebia, Trasimenos y sobre todo en Cannas (216 a.n.e.) batalla que le dio la posibilidad de marchar sobre Roma…cosa que no hizo. Esto le costó la guerra. Los romanos dominaban el mar y llevaron el conflicto a territorios españoles. Esto sumado a la destrucción de los ejércitos de Asdrúbal, hermano de Aníbal que venía en su socorro desde la península ibérica, puso a los cartagineses en una difícil posición. Por otra parte ningún romano se dedicó a enfrentar al líder puno y esto sólo terminó por disminuir la moral en su tropa. Publio Cornelio Escipión desembarcó en África y llevó consigo la guerra a la propia Cartago. Desilusionado, Aníbal se ve obligado a dejar Italia y marchar a su propia tierra donde reunió un fuerte ejército similar en número al romano, pero fue derrotado en la batalla de Zama (202 a.n.e.). La ciudad se entregó y fue privada del mar, perdió todas sus colonias, y además entregó lo que quedaba de su flota. Por otro lado la política exterior (tal cual en la primera guerra púnica) estaría encomendada a Roma, y además se pagaría un fuerte tributo anual. Por otro lado, algunos reinos como el de Numidia, serían liberados del yugo cartaginés. Con el pasar del tiempo, Aníbal, si bien continuó siendo político, terminó distanciándose y auto-exiliándose de Cartago. Después de todo, su ciudad no le había dado los refuerzos necesarios en los momentos más apremiantes de la campaña. En oriente, luego de vivir varios años a la deriva de reino en reino, Aníbal se suicidó con veneno, cuando al parecer iba a ser entregado a los romanos.

Pero durante varias décadas siguientes, y a pesar de las duras condiciones impuestas a Cartago, los romanos se percataron que este pueblo había conseguido pagar sus deudas a tiempo y prácticamente había resurgido de las cenizas. Esto hizo que el Senado Romano, para evitar cualquier futura represalia, decida la destrucción final de Cartago. Al parecer el argumento vino por una hipotética construcción de una flota en África a escondidas, así como sedición contra el Estado Romano. Entonces en el año 146 a.n.e., Cartago fue sitiada y sometida a un cruel genocidio. Los romanos devastaron todo lo que encontraron y finalmente los pocos sobrevivientes, al borde de la inanición, fueron llevados como esclavos, desapareciendo así al pueblo fenicio de la historia y culminando la obra iniciada por Alejandro.


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