Revista Opinión

Cómo sobrevivimos al año 1983

Publicado el 17 marzo 2015 por Vigilis @vigilis
Si preguntas a la gente por los cinco años más importantes del siglo XX por las consecuencias que los hechos de esos años han tenido en el largo plazo y en la configuración del mundo, pocos te dirán que 1983 es uno de esos años. Si amplías la lista de cinco a diez años, seguirán siendo pocos los que pongan a 1983 entre los diez años más importantes del siglo XX. Y esto nos debe preocupar porque 1983 cambió el mundo para siempre.

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«Y entonces le dije "¿tú qué entiendes por una relación monógam... "».

1983 fue para la Guerra Fría lo que 1942 para la Segunda Guerra Mundial. El inevitable momento en que toda crisis alcanza un punto crítico y el viento cambia de dirección.
Póngamonos en antecedentes. Tras la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962, Estados Unidos y la Unión Soviética comienzan una etapa de coexistencia pacífica. Los dos países asumen como inevitable tener que convivir con el otro. En las décadas de los sesenta y de los setenta, sin dejar de estar enfrentados en muchos campos, los dos países avanzan acuerdos significativos en el desarme nuclear e incluso hay cooperación científica como la del programa Soyuz-Apolo. Es la época en la que gente como Dick, Asimov o Clarke escriben historias del futuro imaginado y en ese futuro imaginado existe la URSS y, bueno, tienen "su sistema", pero uno se puede entender y cooperar con ellos. Es la época donde el monopolio de las cosas locas del comunismo parece recaer sobre la taradísima China roja, que se enfrenta a la URSS, se aísla del mundo y mata de hambre a unas cuantas docenas de millones de personas.

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Desfile militar en la Plaza Roja de Moscú, 1983. El ejército soviético siempre tuvo un deje freudiano.

A finales de los 70, esta época de distensión llega a su fin. En Persia, fuerzas de oposición al régimen del Shah forman una extraña alianza unida en torno a la idea de la represión del régimen y de la corrupción en un país que por otra parte estaba a puntito de entrar en el primer mundo, con sus fábricas de coches, sus deportes en la tele y una clase media urbana secular, moderada y asentada. Unidos por el antioccidentalismo y antiamericanismo, opositores liberales, comunistas y religiosos expulsan al Shah y esta extraña alianza se divide dejando a los religiosos como la facción más cohesionada. Mediante referendum democrático triunfa la revolución islámica en Persia. Los ayatolás le cambian el nombre al país, se cargan a los ateos marxistas, exilian a la mitad de los académicos y dejan de situar a Teherán como uno de los mayores y más fiables aliados de occidente en la región.

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Una pena lo de Persia.

Los soviéticos no ven en esto una buena noticia. Está bien que Estados Unidos tenga nuevos enemigos, pero una teocracia en su frontera no es algo tampoco deseable para Moscú. Los soviéticos creen que la influencia americana se tratará de extender a Afganistán y Pakistán y por eso dan el primer paso de poner un gobierno títere en Kabul y enviarle a decenas de miles de asesores militares montados en tanques y helicópteros de ataque. Por su parte, en Washington, los locos iraníes no le ponen las cosas fáciles a Jimmy Carter: la crisis de los rehenes de la embajada americana en Teherán es una de las principales causas que le cuestan la presidencia. Porque amigos, en el año 80 hubo elecciones en EEUU que ganó un veterano político telegénico llamado Ronald Reagan.
La URSS valoraba Afganistán como un secarral garbancero que no importaba a los EEUU, esta apreciación es tan solo una prueba más de que para 1979 la KGB ya no era tan buena valorando las amenazas y la respuesta occidental ante los movimientos soviéticos. Y esta idea es la que tenemos que grabarnos a fuego: los serivicos de inteligencia soviéticos fallaban más que una escopeta de feria. Esto no quiere decir simplemente que no eran buenos recabando datos, sino que no lo eran analizándolos. Una amenaza seria podía ser interpretada como algo liviano, y algo que no era una amenaza podía ser interpretado como el preparativo de un ataque nuclear (ya imagináis que esto le daba cierta emoción al asunto). Y aquí entra en el tablero un tal Yuri Andropov. Menuda pieza, el Yuri.

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Lubyanka. El infierno se parece a esto.

Yuri Andropov era embajador de la URSS en Budapest aquel otoño del 56. Su contribución a la construcción socialista de la patada en la boca y el tiro en la nuca lo llevó a ascender hasta el comité de relaciones soviéticas con los partidos comunistas europeos. Cargo en el que entre otras cosas estuvo atareado con ladrillos y alambre de espino en el centro de Berlín. De ahí, en 1967 pasó a ser director de la KGB. Se estrenó en el cargo enviando unos bonitos tanques al centro de Praga porque había gente que decía no sé qué bobadas de libertad y de pan. Los pesados de siempre. Yuri era la caña: echaba la bronca a sus camaradas polacos por haber permitido que el Vaticano eligiera un Papa polaco. Y cuando vio lo de Irán recomendó conquistar Afganistán. Total, a quién le importa(ba) Afganistán.
El caso es que había gente a la que le importaba Afganistán. El izquierdista Jimmy Carter tenía que hacer ver que no era un topo comunista y se ponía a hablar en la tele de Derechos Humanos. La izquierda democrática tradicionalmente siempre fue más anticomunista que la derecha, detalle de capital importancia para entender la Guerra Fría. Los de Reagan por su parte estaban encantados de que les preguntaran por los rojos.

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Existe todo un subgénero de propaganda soviética a favor de la "paz".

A finales de los 70 los tratados de desarme nuclear se habían vuelto una cosa muy sofisticada y con muchos recovecos. Especialistas americanos y rusos pasaban meses para definir la palabra "estratégico". Los rusos aprovecharon la interpretación burocrática del tratado SALT y desplegaron unos bonitos misiles transportables SS-20 por Europa Oriental, que dejaban atrás en capacidad de primer ataque a las fuerzas nucleares de la OTAN en Europa. Ufanos, se pusieron a brindar con vodka en el Kremlin subestimando la capacidad de la libertad para diseñar, desarrollar, montar y desplegar misiles más sofisticados que los rusos en Europa en un tiempo récord. Hablo de los famosos Pershing-II, misiles nucleares que fueron objeto de las protestas de los pacifistas en todo el mundo.

El día después (1983) es el telefilme más visto de la historia.

Los soviéticos se enfadaron un poquito porque la OTAN desplegaba misiles nucleares en Europa. Ellos también lo hacían, pero ellos lo hacían para garantizar la paz. Al fin y al cabo la URSS afirmaba públicamente que jamás lanzaría un primer ataque. Con una media de edad de unos 75 años, el Politburó soviético formaba una gerontocracia que conocía poco a occidente. En la cúpula soviética se había instalado la idea de que la OTAN comenzaría la guerra nuclear con un primer ataque. Es por eso que Andropov, desde el KGB ordenó ejecutar el plan RYAN: la obtención de inteligencia que les diera tiempo para prevenir un primer ataque occidental.

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En 1984 la BBC estrena Threads, la película más escatológica que he visto. Y creo que lo he visto todo en el género.

En las memorias que escriben ahora los ex-agentes de la KGB para no morirse de hambre es gracioso cómo describen esta paranoia del Kremlin. La KGB ordenaba dedicar recursos a conocer desde las reservas de sangre en los hospitales hasta los movimientos de banqueros y obispos porque según la doctrina comunista esos estaban en el poder. Todos los espías rusos que vivían en occidente se rascaban la cabeza flipando con las órdenes que llegaban de Moscú. El problema es que ellos no podían enviar valoraciones, sino sólo datos. De las valoraciones se encargaban en la central de Moscú burócratas a las órdenes del loco-loco Andropov, que lo más cerca que estuvo de Occidente fue en una torre de su muro de Berlín.
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Una de las valoraciones que hicieron correctamente en la central de la KGB fue la del programa del transbordador espacial. Los americanos habían lanzado con éxito el Columbia y muy poco tiempo despúes el Challenger. Los rusos analizaron esas naves y llegaron a la correcta conclusión de que eran un gasto inútil. Los cerdos imperialistas no tiran el dinero salvo cuando se trata de asuntos militares. La pijada de los transbordadores espaciales hizo creer —incorrectamente— a Moscú de que se trataba de naves militares, de bombardeo nuclear estratégico casi inmediato. A Andropov le dio un telele y ordenó construir un transbordador soviético sin saber muy bien para qué.
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Llega Reagan a presidente y sus primeros años se dedica a tratar de reconstruir la economía americana después de los aciagos años de Carter. Reagan es muy ortodoxo con su plan: inversión pública. Dispara el presupuesto de Defensa para arreglar la economía. Los soviéticos, abonados al Wall Street Journal, apuntan esta nueva política en el "debe" de un primer ataque de la OTAN.

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Juegos de Guerra (1983). Peliculón.

A todos esos nuevos barcos y aviones los americanos enseguida les encuentran uso. Es lo que se llama guerra psicológica: ponen a prueba los sistemas de alerta temprana de la URSS enviando formaciones de ataque hacia su territorio o hacia sus aguas y dando la vuelta en el último momento. El consumo de café y las guardias se doblan en las estaciones de vigilancia soviéticas. El nerviosismo desde el último recluta en un puesto en Chukotka hasta la habitación medicalizada desde la que Andropov departe con los ministros está en un nivel extremo. Y entonces es cuando Reagan va a una asociación religiosa a dar un discursito.
So, in your discussions of the nuclear freeze proposals, I urge you to beware the temptation of pride, the temptation of blithely declaring yourselves above it all and label both sides equally at fault, to ignore the facts of history and the aggressive impulses of an evil empire, to simply call the arms race a giant misunderstanding and thereby remove yourself from the struggle between right and wrong and good and evil.

En su famoso discurso del "Imperio del mal" Reagan introduce el aspecto moral en la política hacia la Unión Soviética. No debe haber contemplaciones con los soviéticos que esclavizan y aterrorizan a medio mundo. Son un país "malo" y al malo hay que ganarle. En la prensa americana unos elogian la nueva doctrina de Reagan y otros la critican apelando al "red scare". Lo normal, la vida sigue, anda Michael Jackson bailando por ahí, etc. Pero en el Kremlin repasan una y otra vez el discurso y la idea de un primer ataque de la OTAN va cobrando forma. El Mando Estratégico de Misiles de la URSS está desplegando a esas alturas tres cabezas nucleares a la semana.
Pocas semanas después Reagan da un discursito en televisión que cambia la doctrina de guerra nuclear de los últimos treinta años.
Let me share with you a vision of the future which offers hope. It is that we embark on a progam to counter the awesome Soviet missile threat with measures that are defensive. Let us turn to the very strengths in technology that spawned our great industrial base and that have given us the quality of life we enjoy today.
What if free people could live secure in the knowledge that their security did not rest upon the threat of instant U.S. retaliation to deter a Soviet attack; that we could intercept and destroy strategic ballistic missiles before they reached our own soil or that of our allies? 
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Desde el comienzo de la Era Atómica, la doctrina nuclear se basaba en el M.A.D. o destrucción mutua asegurada. Esto quería decir que un ataque nuclear sólo puede ser detenido por saber que se iba a responder a su vez con armas nucleares. La destrucción mutua entre las potencias estaba asegurada (y el invierno nuclear acabaría con la vida en la Tierra tal como la conocemos, probablemente limitada a ciertas poblaciones aisladas en el Océano Pacífico). Crear una tecnología que derribara los misiles y los bombarderos estratégicos cambiaba las reglas del juego. Si los americanos desarrollaban esa tecnología estarían protegidos de un ataque soviético, pero los soviéticos no lo estarían ante un primer ataque americano. Sudor frío en el Kremlin.
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Hay que decir que si bien es cierto que hay avances extraordinarios en la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), esa es una tecnología que todavía hoy se sigue desarrollando. La doctrina nuclear de Reagan recibió muchas críticas —por aquel entonces se estrenaba El Retorno del Jedi y sus críticos llamaron al SDI "Star Wars"—, pero entre eso y los nuevos transbordadores espaciales, los rusos pensaban que los americanos estaban llevando la guerra al espacio, lo que les dejaría sin ningún tiempo de preparación ante un primer ataque.
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El primero de septiembre de 1983, un vuelo de las Líneas Aéreas Coreanas (KAL 007) con destino Seúl sale de Anchorage procedente de Nueva York tras repostar combustible. Es un 747 que tiene distintos tipos de pilotos automáticos. Según deja atrás Alaska, parece que el avión inadvertidamente lleva un tipo de piloto automático conectado y no otro. El avión paulatinamente está desviándose de su ruta que estaba establecida al sur de la península de Kamchatka, evitando "espacio aéreo prohibido" (a.k.a. espacio aéreo soviético). Desde los puestos de radar del Distrito de Lejano Oriente ven cómo una nave se acerca a su territorio. Envían a unos cazas a ver de qué se trata y le hacen disparos de advertencia. Pero la munición que emplea el Su-25 no destella en la noche. El piloto soviético ve claramente que se trata de un 747 civil, pero es fácil —según dirá después el piloto— hacer pasar un avión militar por uno civil.  Por una casualidad del destino, el 747 asciende y reduce su velocidad de crucero, con lo que los cazas le pierden. Una simple maniobra —por turbulencias o para ahorrar combustible— es interpretada por la fuerza aérea soviética como una acción evasiva e identifican al blanco como un objetivo hostíl. Aunque hay que decir que el Jefe de Estado Mayor de Lejano Oriente expresa sus dudas y deja caer que puede que el avión sea efectivamente civil y tenga algún tipo de problemas. Pero en el año 83 los halcones pueden más que las palomas. Cuando el avión cruza el cielo de Sajalín, el Su-25 se pone a su cola y le lanza dos misiles. El avión resiste los impactos pero queda sin maniobrabilidad, cae en espiral y se estrella cerca de una islita que los rusos conquistaron a los japoneses hace mucho tiempo. Casi 300 muertos, entre ellos un congresista americano.
Se produce una condena internacional de la URSS, que queda ante el mundo como los brutos sin nada en la mollera que realmente eran. Pero hay algo más: se ponen en evidencia ciertas fallas del mando soviético. En un país normal, cuando detectas un fallo lo tratas de corregir. En la URSS —y en Andalucía— cuando detectas un fallo, crees que el enemigo imperialista conoce ese fallo y que lo aprovechará para realizar un primer ataque con armas nucleares. Andropov ya prácticamente no sale nunca de la cama —la máquina de diálisis a mano— está débil y enfermo.

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Yuri Andropov con su sanísimo color amarillo en la piel.

Las operaciones de salvamento para recuperar los restos del avión tienen lugar justo en el límite de las aguas territoriales soviéticas. En un espacio del mar muy reducido, se produce una gran concentración de barcos de la armada soviética y americana, que en varias ocasiones están a punto de chocar entre sí. Los soviéticos, por supuesto, se niegan a cooperar con la comunidad internacional, Japón y Corea. Incluso tratan de extender una teoría de la conspiración sobre al avión, acusando a los EEUU de estar detrás de la masacre.
Sólo tres semanas después el teniente coronel de la Fuerza Aérea de Defensa Stanislav Petrov se sentaba con un aguado vasito de té delante de su monitor en la estación de control Serpukhov-15. Esa estación tenía la misión de controlar ciertos satélites del sistema de alerta temprana soviético. El ordenador que recibía información de los posibles lanzamientos balísticos estadounidenses le avisó de un lanzamiento contra la URSS. "Debe de tratarse de un error del ordenador", pensó Petrov, "si yo quisiera empezar una guerra no lo haría con un único misil". Es curioso que Petrov pensara eso cuando el único uso militar de armas nucleares se inició con una primera y solitaria bomba en Hiroshima. Sea como fuere, Petrov se encendió un Belomorkanal mientras contemplaba la evolución de las coordenadas de ese misil en su pantalla. Sólo apagó el cigarrillo y se acercó al monitor cuando los satélites le pasaron a indicar otros cuatro lanzamientos balísticos desde Estados Unidos con destino a la Madre Patria. Con la primera alerta Petrov bien podía haber llamado a sus superiores, que cumpliendo la doctrina militar establecida habrían ordenado el lanzamiento de misiles sobre Estados Unidos y Europa Occidental. En lugar de eso Petrov se pone en contacto con estaciones de radar de tierra para ver si detectan los misiles. Es una medida de seguridad que le confirmaría si se trata de un lanzamiento real o de un fallo del ordenador, pero es una medida arriesgada ya que dejaría a los soviéticos con una muy limitada capacidad de reacción en caso de tratarse de un lanzamiento real. Los radares en tierra no detectan ningún misil sobre el horizonte. Petrov acertó al no confiar en el ordenador y gracias a eso yo estoy escribiendo esto y tú lo estás leyendo.
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¿Os acordáis de la Operación RYAN de Andropov? Esa que estaba destinada a detectar los preparativos de un primer ataque. Bueno, pues un mes después de que todos estuviéramos a puntito de irnos a esparragar y que los moais y las canoas fueran la tecnología punta del siglo XXI, la OTAN lanza las maniobras Able Archer 83. Son unas maniobras que simulan un escenario de guerra nuclear limitada en Europa Occidental. La OTAN quiere entrenar a todos los que tendrían algo que ver con la guerra, ministros y Jefes de Gobierno de la OTAN incluídos. Hay algún ministro americano que se niega a participar porque ya tenían información de lo paranoicos que estaban los rusos y unas maniobras muy realistas, para una KGB en horas bajas, podrían ser interpretadas como el preludio del primer ataque que esperaban los rusos.
De forma simulada pero sin los rusos poder distinguir que se trataba de una simulación, la OTAN pasó a defcon-1, un estado de defensa que sólo se emplea en caso de que la guerra nuclear sea inevitable. Mientras operadores de radio de la OTAN iban con sus jeeps por el Fulda Gap simulando movimientos de tropas, los SS-20 soviéticos cargaban combustible en Alemania Oriental y Checoslovaquia. Un combustible muy real y nada simulado. Las bombas tácticas nucleares se cargaban en los Tu-95 y los M-4 desplegados en Polonia. La OTAN terminó sus maniobras y los rusos se quedaron a un palmo de pulsar el botón.
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Poco tiempo después Andropov moría de su larga enfermedad renal, fue sucedido por Chernenko, un burócrata que tampoco duró mucho. A este le sucedió Gorbachov, de una generación más joven, que después de los años de gerontocracia posibilitó la distensión, la apertura y el final de la Guerra Fría. Un final espoleado por la carrera armamentística que remató la ya de por sí arrasada economía soviética.
Hay muchos vídeos en Youtube de cuando emitieron Threads por la tele, avisos previos en plan "no dejéis a los niños ver esto". La película la encontráis fácil por Internet.


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