Revista Viajes

De viaje por Guatemala: día de mercado en Sololá

Por Inshalatravel @inshalablog

Nueva Inshaler, nueva experiencia que nos traslada a un original viaje por Guatemala y a los albores del siglo XXI. Bienvenida Gloria, sabemos que no será tu última participación y ojala que os guste a todos.

A tan sólo dos horas de coche de Guatemala City se encuentra el Departamento de Sololá, la capital de la etnia maya kakchiquel. Es viernes, día de mercado. Ya desde la autopista panamericana se intuye que algo pasa. Mujeres, hombres y niños caminan por el mini arcén con sus mercancías para negociar con ellas. No es un mercado para turistas, es su mercado, donde hacen acopio de comida y enseres para por lo menos una semana.

El olor a maiz y frijol y el colorido de los trajes típicos mayas invade todo. El tiempo se ha detenido en este pueblo y salvo por los chiken bus aparcados y dos o tres teléfonos móviles de gama baja nada hace pensar en el siglo XXI.

Hoy somos cinco turistas aquí, nadie parece reparar en nosotros, y si lo hacen es para darnos algún empujón en los atestados pasillos del mercado dándonos a entender que nos movamos, que ellos tienen que mercadear y no tienen todo el día. Pero es difícil no quedarse embobado en cada uno de los puestos, la fruta, la verdura, los cereales... todo tiene un color distinto. Gallinas y pavos en grandes capazos, pescado en salazón con un olor terrible a comida de tortuga. Tortillas de maíz negro, una docena de plátanos a 60 céntimos de euro, dos kilos de aguacate por unos céntimos más. Aretes para las orejas por cinco quetzales que se convierten en cinco dólares (el cambio es 8 qtq el dólar) en cuanto el avispado muchacho nos ve pasar.

Y niños, un montón de niños que hoy no han ido a clase, ni mañana, ni próximamente, niños que no lloran, no se quejan, simplemente están porque es lo que toca y no hay otra opción. Ahora juego con un coco ahora me quedo dormido sobre un melón. Bebés que se balancean al ritmo del espinazo de sus madres en el sube y baja del intercambio de mercancía.

En la zona de los muebles circulan titanes de metro cincuenta y cuarenta y tantos kilos de peso con armarios que les doblan en tamaño a sus espaldas. Para que lleguen a los transportes colectivos.
Alrededor de las diez de la mañana el chasquido de las conversaciones en maya se atenúa, es el momento de tomarse un respiro, es la hora del antojito: Una tortilla con un pedacito de carne con tomate (chuchito) y una bebida de arroz con leche.
Ha llegado la hora de seguir nuestro camino, de aquí a Panajachel apenas 10 minutos en un transporte, y allí ...

PANAJACHEL, ATITLAN Y SANTIAGO

Escoltado por los volcanes Atitlan, Tolimán y San Pedro, de 18 km de largo y 9 de ancho, de profundidad desconocida, descansa y atrapa el majestuoso lago a habitantes y turistas. En él desaguan tres ríos. Aquí se queda el agua que salvo por evaporación no tiene otra vía de escape. Los intentos de hacer paseos alrededor se han visto frustrados por las constantes crecidas de caudal. Tiene el lago un no sé qué que apacigua las almas y despeja la mente de turbios pensamientos. Los habitantes lo llaman Xocomil, el viento que recoge y limpia los pecados de los habitantes de las poblaciones costeras y hace que las pequeñas embarcaciones a veces hasta zozobren.

Para recorrer el lago y sus poblaciones lo mejor es tomar barquitas que por un par de euros te llevan donde necesites. Si pagas algo más, puedes ir sin mirar el reloj y disfrutar de los contrastes de esta mole de agua y lo que sus orillas esconden.

Justo enfrente de Panajachel está Santiago de Atitlan. En línea recta veinte minutos. Si le pides al barquero que te lleve por el margen derecho se pueden ver un puñado de hoteles de ensueño. Algunos empresarios guatemaltecos tienen por costumbre acercarse con su helicóptero a la azotea de uno de ellos y desayunar antes de empezar su jornada laboral. Lo que contrasta con esas mujeres que nos encontramos a la llegada de Santiago lavando ropa con el agua hasta la cintura.

En Santiago hay algo más de nuestro siglo que en Sololá, pero solo un poco más. La etnia que predomina es la tz´utujil. La calle principal está llena de puestos de artesanía, demasiados en comparación de la afluencia de clientes.

Más adentro la iglesia colonial de Santiago Apostol, construida en 1.547, en ella el sincretismo religioso maya y católico se hace patente. Tallas de madera católicas vestidas con trajes típicos, oraciones y ruegos, mucho fervor y la capilla del padre Aplás, asesinado durante la guerra civil por los escuadrones de la muerte: "Un pastor nunca abandona a su pueblo". Su delito enseñar a los nativos a mejorar sus cosechas y crear cooperativas. La historia local cuenta que tras su asesinato el pueblo se levantó y echaron a los escuadrones del lago, y aunque la realidad es otra, quizás es mejor pensar que fue así.

Una de las mejores cosas que se puede hacer en Santiago es buscar a Maximón...

Rilaj Maam, Maximon, San Simón

Curandero y santo, maligno o justo. Esta talla de madera de origen desconocido tiene 1,30m vestida, con el traje típico maya y un montón de corbatas. Sombrero y cigarro permanentemente encendido.
Todos los años cambia de lugar y hay que preguntar por las calles del pueblo hasta que alguien accede a decir dónde está. Este año se ha trasladado a 8 kilómetros de Santiago lo que hace que nuestra búsqueda sea más atractiva. Necesitamos un tuc-tuc, importados de la India se han convertido en poco tiempo en un medio de transporte rápido y económico para los turistas. Por dos euros llegamos hasta la nueva residencia de San Simón. Las cofradías son casas particulares en las que durante un año se acompañará al dios durante el día, y a la vez se recogerán todas las ofrendas. Los cofrades están comiendo, sólo levantan la cabeza para recordarnos que si queremos hacer fotos tenemos que hacer una ofrenda de diez quetzales. Si queremos hacer una petición al santo botellas de aguardiente, cigarros y más dinero.


La ceremonia tras la ofrenda empieza con la purificación del penitente y dándole un trago de aguardiente a Maximon, inmediatamente después se enciende un cigarro y se coloca en la boca de la talla. Si el cigarro empieza a consumirse el dios está dispuesto a escucharnos y concedernos nuestras peticiones. Si el cigarro no se consume o apaga hay que salir lo más rápido posible de la cofradía para evitar que todos los males del mundo caigan sobre nosotros.

Para los cofrades además de un honor el tener que custodiar la talla es un alivio. Durante una año no sólo vivirán de las ofrendas de los demás, sino que además harán negocio. Lo normal es que al lado de la cofradía haya una cantina donde se da salida al aguardiente acumulado por 6,50 qtz el vasito. Suele haber un puñado de hombres olvidando sus penas bajo el efecto narcótico del alcohol. El negocio es redondo.

La vuelta a Panajachel es más tranquila, el Xocomil ha perdido fuerza y la barca surca las guas con más firmeza. Un último paseo antes de regresar a la capital por los puestos de artesanía nos hace constatar que la globalización ha hecho que perdamos interés por estos productos. Las gentes de estos pueblos son menos perseverantes que en otros lugares como Chichicastenanago, no atosigan al turista, ni se arremolinan para hacer presión, incluso el regateo es fácil y amable.


Cae la tarde y es hora de regresar, la city más dura y menos amable nos espera para devolvernos al siglo XXI.

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