Tengo un antiguo compañero del colegio que trabaja para la NASA (National Aeronautics ans Space Administration). Apenas tiene 25 años y su proyecto más reciente se basa en el control de la basura espacial que orbita alrededor de nuestro planeta, un tema que, aunque parece ajeno a nuestro día a día, está vinculado con la conciencia "verde". Y no sólo por razones puramente ecológicas, sino también por motivos de seguridad.
En la actualidad, son varios los países con infraestructuras aeroespaciales que concentran sus esfuerzos en la investigación y aplicación de soluciones a este problema. China creará un centro para controlar la basura espacial, con el objetivo de proteger a sus misiones, según informó recientemente la agencia oficial Xinhua.
Rusia y Brasil son países que también han mostrado públicamente un incipiente interés sobre esta cuestión, ya que han declarado que entre sus proyectos actuales figura el desarrollo de un mecanismo de control de la basura espacial. Un punto que ha sido tratado en la cumbre internacional de BRICS (organización internacional constituida por los mercados emergentes de Rusia, Brasil, India, China y Sudáfrica), que tuvo lugar en la ciudad rusa de Ufá, entre el 8 y el 10 de julio de este año.
Europa no se queda atrás ni mucho menos, puesto que en 2012 ya anunció la creación de un proyecto llamado “Clean Space” (“Espacio Limpio”), cuyo objetivo es reducir el impacto ambiental de las misiones. Ingenieros de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (Suiza) han diseñado un satélite apodado "SwissCube" de unos 10×10×10 cm de tamaño que está equipado con cámaras y es capaz de "comer" basura espacial, atrapándola en una red diseñada para ello. Se prevé que el primer 'CleanSpace One' se lance al espacio hacia el año 2018.
A nivel local, investigadores de la UPM (Universidad Politécnica de Madrid) presentaron hace más de un año el proyecto internacional BETs, que incluye el desarrollo de un simulador de utilidad para agencias espaciales y empresas. Según fuentes de la UPM, mientras el satélite está activo, una cinta o amarra se desenrolla de un carrete y utilizando al mismo tiempo el campo magnético terrestre y las propiedades del plasma que rodea al satélite, se produce una fuerza capaz de frenar y desplazar de una órbita a otra el vehículo espacial al final de su vida útil. Funciona sin gasto de combustible ni potencia.
Según estimaciones de la NASA, hay en torno a medio millón de piezas de basura espacial que recorren el espacio, desde tornillos hasta desperdicios de naves, enviados desde nuestro planeta, que han quedado inoperantes o desbaratados en colisiones. Estos desechos orbitan a una velocidad aproximada de 10 kilómetros por segundo, es decir, unas 40 veces superior a la velocidad que alcanzan los aviones comerciales dentro de la atmósfera terrestre, lo que significa que el contacto con estos fragmentos podría deteriorar e incluso averiar satélites o naves espaciales.
El mayor inconveniente es económico, como suele ser habitual en proyectos complejos. De hecho, "limpiar la basura espacial es más caro que mandar una misión a Marte... y nada glamouroso", como ha afirmado Augusto Caramagno, responsable de desarrollo de negocio en los programas de la Agencia Espacial Europea (ESA). No obstante, los proyectos siguen su curso, y algunos ya han avanzado, como el de la UPM. El espacio forma parte de nuestra evolución y, como podemos comprobar, su limpieza constituye otra dimensión de la sostenibilidad.
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