Revista Ciencia

El Delta del Ebro, el reflejo del cambio climático en España

Por Francisco Nebot Edo

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A principios de diciembre está teniendo lugar la cumbre del cambio climático en París y la participación de las principales potencias del mundo y las que se encuentran en vías de desarrollo tratarán de realizar acuerdos para frenar o al menos mitigar el calentamiento de nuestro planeta. En espera de llegar a acuerdos, que para el que suscribe el presente post sospecha que serán difíciles de acometer, veremos que realmente el cambio climático es algo que ya se está ocurriendo y existen evidencias claras en nuestro país.

Muchos son los problemas medioambientales que amenazan la integridad del Delta del Ebro. Sus problemas son un descorazonador suma y sigue que con el paso de los años va a convertirse en un desastre medioambiental, económico y humano de los que todavía no somos capaces de valorar su magnitud.

Los problemas de este gran río, segundo más caudaloso de la Península ibérica, nacieron fundamentalmente de varios factores. En principal elemento devastador, fueron los grandes presas hidroeléctricas construidas a lo largo de la cuenca hidrográfica del río, que frenaron su crecimiento. A este factor, se los suman la introducción de especies invasoras, la contaminación de sus aguas, el cambio climático, la inadecuada y pésima gestión de los recursos  y una erosión marina que los sedimentos depositados no puede frenar.

El principal efecto del cambio climático, será la crecida del nivel del mar, con consecuencias directas sobre la agricultura, la pesca, el turismo, la industria del Delta y, como no, en la estabilidad de los ecosistemas naturales existentes. Con el aumento de inundaciones, será menos  los terrenos que podrán ser ocupados por el hombre, tanto para vivir como para cultivar y dañará los ecosistemas.

El Delta del Ebro, declarada por la UNESCO, como reserva de la Biosfera en el 2013,  se formó por la acumulación de sedimentos que lo río Ebro, arrastraba desde su nacimiento y a lo largo de su recorrido. Sus sedimentos son, por lo tanto, de los Pirineo, el Sistema Ibérico y la Cordillera Cantábrica.

Se considera uno de los más importantes sistemas fluviales del Mediterráneo y es una manifestación de riqueza ecológica por sus humedales. En ellos viven, nidifican, hibernan, descansan y se alimentan durante las migraciones buena parte de las aves existentes en Europa. De sus 320 kilómetros cuadrados, la parte ocupada por asentamientos  urbanos y/o rurales por el hombre es realmente mínima (cerca de 50.000 habitantes). Aún así, el hombre es la principal “especie invasora” peligrosa.

La regresión del delta del Ebro, fue debido  a la construcción en los años cincuenta y sesenta de los embalses de Mequinenza y Riba-roja de Túria a la frontera de Aragón con Cataluña. Dichos embalses, frenaron la acumulación de sedimentos, rompiendo el delicado ciclo natural. Si bien es cierto que estos sistemas de producción eléctrica, dejan pasar el agua, tienen el inconveniente que frenan las arenas arrastradas en el curso del río. Este hecho motiva que el mar esté “limando” despacio el delta y a ello se le suma la crecida global del nivel del mar.

A la regresión se unen otros dos fenómenos que afectan severamente al delta: la subsidencia, es decir, el hundimiento de la tierra; y la salinización, el crecimiento de la proporción de agua salada frente al agua dulce debido a la menor fuerza del río, que no consigue impedir el avance marino.

El Plan Hidrológico de la Cuenca del Ebro del correspondiente al 2015-2021, no mejora los grandes problemas mediaoambientles  acuciantes del anterior que databa del 2013. Entre otros problemas que afectarían a la viabilidad de las infraestruras hídricas, a unos informes erróneos en cuanto al estado ecológico real del Ebro (no hacen buen uso de los indicadores de peces o no tienen en cuenta la presencia de macrofitos que suponen un aumento de la mosca negra que son un grave problema de salud pública), no ponen en su justo lugar los espacios de valor ambiental, ampliación el número de hectáreas de regadíos que se nutren del río durante su trayecto hacia el Mediterráneo y mantiene un caudal ecológico (el mínimo que por ley tiene que pasar)  para el tramo final del Ebro, de poco más de 3.000 hectómetros cúbicos anuales en Tortosa. A todo lo apuntado, dos obras de ingeniería agravaran es circumstancias: el canal de Segarra-Garrigues, que desviará agua hacia la zona interior de Cataluña y el área metropolitana de Barcelona, y el Xerta-Sènia, que traerá agua al País Valenciano.

En Tortosa, a 44 kilometros de la desembocadura,  pasan a día de hoy hasta 9.000 hm3 anuales. Los técnicos de la Generalitat fijan el caudal ecológico necesario en el tramo final del río en 7.100 hm3 en años secos y 12.500 en lluviosos, muy lejos de los poco más de 3.000 aprobados por la ley. Claro que si a los 3000 hm3, menos de la mitad del actual, que son los marcados por la ley,  el delta ya no existiría. Pero   ¿pasará cuando se acaben los dos canales?,  el delta, está en un peligro más que evidente. En un alarde circense de los gobernantes, se supone que se destinará, debido al sobredimensionado de los canales, un 70% que será repartido entre regadío, construcción de nuevos embalses y otros usos más ludicos (por ejemplo campos de golf). Sólo en 30% se quedaría en el Ebro. ¿Estaremos hablando entonces de delito ecológico o incluso un crimen hacia un bien natural?

En el Delta del Ebro habitan en algunos momentos del año más de 350 especies de aves de las cerca de 600 que existen en Europa. Sus humedales atraen a algunas de las colonias de cría de aves marinas más importantes del Mediterráneo. En invierno, 30.000 aves limícolas y más de 70.000 anátidas los usan como zonas de descanso y alimentación, durante su migración hacia lugares más cálidos. Algunas de las especies, como la gaviota corsa, tienen en la Punta del Cuerno (en el extremo sur del delta) más de la mitad de toda su población mundial. Flamencos, garzas reales, cigüeñas, cormoranes, etc. una gran variedad de aves encuentran en el delta un lugar para anidar, invernar, o descansar. Los tres fenómenos (regresión, subsidencia y salinización) que más están afectando al delta, pueden suponer un grave impacto sobre este ecosistema.

La desembocadura la dominan 20.000 hectáreas de campos de arroz, que empezaron a cultivarse al siglo XIX, parte de estas está gestionada por la Comunitat de Regants el Marge Equerre, que sostienen la evidencia en cuanto a la afectación a los cultivos por la regresión. Alguna de las fincas que gestiona la Comunitat ya ha tenido que retirarse tierra adentro por el avance del mar. Se van perdiendo de 6 a 7 mm cada año. Una tercera parte del delta está a 25 centímetros sobre el nivel del mar, así que imagina qué puede suceder en 25 años. La Dirección general de Costas apunta que de continuar la nefasta gestión actual del río, sobre el 2025, una cuarta parte de la superficie del delta,  se verá inundada por el mar.

Otro de los afectados son las mejilloneras. El mejillón se alimenta de los nutrientes que trae la corriente del río, que mezclados con la del agua salada del mar crea las condiciones necesarias para la producción. También genera el fitoplancton que da vida a las algas con las cuales se alimentan los pescados al nacer, y provoca, entre otras cosas, que la desembocadura del Ebro contenga una de las poblaciones más densas de sardinas del Mediterráneo. Si el río no corre, qué nutrientes aportará al mar? Qué fósforo? Qué nitrógeno llegará? Nada. El crecimiento será muy poco y la calidad nefasta.

Por mi trabajo, tuve la suerte de conocer a la gran empresaria que gestiona el negocio Restaurant Vascos (ver  foto), Marcela Otamendi, según me comentaba  bastante apenada, no sabe como se presenta el futuro y seguramente, en un par de años e verá obligada a cerrar su negocio.  Han tenido que sufrir los azotes del mal tiempo y vio como e temporal derribaba una de las paredes del local, obligándoles a repara los daños.

Pero no todo está perdido, podemos apuntar soluciones. Estudios de la Universitat Autònoma de Barcelona, una manera de protegerlo seria devolviéndole lo que perdió, aportarle los sedimentos restableciendo la misma actividad natural del río y ayudando también con el transporte de arena a las dunas. Otras medidas, más caras por las infraestructuras de ingeniería que implicarían sería la efectuar una “polderización” (como los polders holandeses), que consistiría en la rde diques en toda la costa del Delta (incluidas las lagunas interiores). Estos diques lo aislarían del mar, evitando la penetración de sus aguas.

Como bien dijo François Hollande, primer ministro francés, “no hay plan B puesto que no tenemos planeta B”. En manos del hombre se encuentra el futuro de este gran río español, pongámonos en marcha para evitar su desaparición y la de miles de familias.

[Foto: perteneciente del archivo fotográfico de Paco Nebot]


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