Revista América Latina

El legado político-electoral de Chávez en clave de 6-D: ¿zonas de riesgo electoral? (II)

Publicado el 18 noviembre 2015 por Jmartoranoster

Javier Biardeau

“(…) La oposición, cuando comenzaron a quemar las leyes, cuando empezaron a llamar a rebelión, cuando empezaron a buscar golpistas y a calentarle la oreja a los militares —y lo lograron—; cuando empezaron a ir a Washington a pedir apoyo a las fuerzas intervencionistas y lograron llevarnos a la esquina caliente el 11 de abril. Ellos rompieron el juego político y convirtieron el país en un campo de guerra. Por eso digo: bienvenidos de nuevo al campo político, y ojalá vengan de verdad a hacer juego político.” (Chávez en entrevista con José Vicente Rangel: De Yare a Miraflores; “Pertenezco a ese tiempo de hace 200 años”, 13/2/2011, p. 335)
1.- INTRODUCCIÓN:
En la primera parte del artículo (http://www.aporrea.org/ideologia/a217278.html) nos hemos detenido a analizar algunos elementos del contexto que enmarca las elecciones parlamentarias del 6-D en Venezuela.
Con relación al clima de opinión nacional e internacional hemos señalado como se han sembrado o cultivado expectativas de derrota para el GPP y de victoria para la MUD de aproximadamente 20 %, apalancadas adicionalmente por la estrategia de presión del gobierno norteamericano y sectores de la derecha internacional. Se trataría de una matriz de opinión que fijaría representaciones sociales acerca de una victoria casi irreversible para la coalición opositora.
Con relación a la crisis socioeconómica hemos planteado la importancia de analizarla en el contexto del cambio de las correlaciones de fuerzas internacionales, económico-sociales, políticas, ideológicas, culturales y militares. Además conviene detenerse en la necesidad no sólo de confrontar el sabotaje económico sino de revisar de modo integral una política económica que permita sanear desajustes heredados así como para construir aquellas condiciones necesarias para re-plantear una estrategia de transformación bajo el horizonte del socialismo bolivariano, democrático y revolucionario para el siglo XXI.
Suponer que el socialismo se construye sólo con estímulos o condiciones materiales es tan equivocado como suponer que tal construcción depende exclusivamente de factores morales o por el despliegue de la voluntad de una “subjetividad revolucionaria organizada” (la vanguardia política). La visión unilateral de alguno de ambos momentos, ya sea de las condiciones objetivas o de las condiciones subjetivas, representa un quiebre en la interpretación de la dialéctica en el campo histórico-social. Este breve desvío “teórico” es clave para comprender además las relaciones entre situaciones de crisis en diferentes esferas económica, sociales, políticas e ideológicas.
Es evidente que la crisis económica está condicionando una caída del salario real, fenómenos especulativos que derivan en presiones inflacionarias, que existe un deterioro de los servicios públicos, una caída en las condiciones materiales de vida, una percepción negativa de la situación personal y del país; en fin, diversas figuras del malestar social. Con relación al malestar social, Gramsci señala:
“La particular cuestión del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial del problema de la correlación de fuerzas en sus varios grados. Pueden producirse novedades ya porque una situación de bienestar quede amenazada por el rudo egoísmo de un grupo adversario, ya porque el malestar se haya hecho intolerable y no se vea en la vieja sociedad ninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad con medios legales. Por tanto, se puede decir que todos esos elementos son manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerza, en cuyo terreno se produce el paso de esas correlaciones sociales a correlaciones política de fuerza, para culminar en las correlaciones militares decisivas.”()
Algunos analistas y operadores políticos de oposición suponen en pasaje mecánico de la situación de crisis económica a un cambio en la correlación de fuerzas electorales. Sin embargo, las crisis económicas inmediatas no producen por sí mismas acontecimientos fundamentales; sino que crean el “terreno favorable para la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que afectan a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”. Gramsci advierte que todas las afirmaciones relativas a los períodos de crisis o de prosperidad pueden provocar juicios unilaterales
También planteamos que los aportes de Gramsci, son una valiosa guía para ir más allá del simple electoralismo e internarse en el complejo asunto de las relaciones entre las relaciones de fuerzas, por una parte, y los flujos y reflujos en acumulación y movilización de recursos de poder, incluyendo en estos las llamadas movilizaciones multi-sectoriales y la consolidación de espacios territoriales de poder.
Gramsci ha señalado como canon metodológico que hay que tener en cuenta como las relaciones internas de un Estado-nación se entrelazan con las relaciones internacionales, creando nuevas combinaciones originales e históricamente concretas. Esta relación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada estado, de numerosas “secciones territoriales” de variada estructura y diversas relaciones de fuerza de todos los grados.
A estas secciones territoriales las hemos denominado “bastiones territoriales”, donde las fuerzas bolivarianas u opositoras tienen ventajas, configurando corredores electorales y las zonas de riesgo político en una geografía política.
Hemos planteado la confrontación político-electoral que se vive en Venezuela tiene una naturaleza no convencional, en la cual: a) Existe un conflicto entre “modelos” de país, b) Tal conflicto es intensificado por un cuadro de polarización ideológica y política, que se mantiene en equilibrio inestable por un significativo espacio de votos blandos, no alineados o indecisos, c) el conflicto está condicionado por aspectos de naturaleza geopolítica internacional. En consecuencia, el hecho electoral venezolano está determinado por variables de alto riesgo político, nacionales e internacionales, que deben ser tomadas necesariamente en cuenta para apreciar los escenarios ante el 6-D ().
Hemos identificado desde el año 2012 el cierre de brechas electorales entre los actores en pugna, el aumento de la volatilidad del voto en el campo bolivariano, una mayor segmentación del campo del voto blando y la aparición de formas de “abstención-castigo”.
Así mismo los resultados de las elecciones presidenciales del año 2012 y 2013 muestran el fortalecimiento de corredores electorales en bastiones territoriales de los estados Zulia, Miranda, Distrito Capital, Carabobo, Lara, Anzoátegui, Táchira, Nueva Esparta y Mérida para las fuerzas opositoras. Por otra parte, hemos analizado comparativamente los resultados electorales de las elecciones presidenciales del año 2012 y 2013 señalando que existe una “crisis de crecimiento electoral” que debe ser encarada en las filas del bloque social bolivariano ().
Si analizamos la siguiente tabla podemos comparar las pérdidas (signo negativo) o la recuperación de votos (signo positivo) de la revolución bolivariana en los eventos que se desarrollaron en tan sólo seis (6) meses entre el año 2012 y 2013, con la incidencia de dos acontecimientos fundamentales: a) el mensaje del día 8 de diciembre de Chávez para someterse a una nueva operación; b) el fallecimiento de Chávez anunciado el día el 5 de marzo del año 2013. La siguiente tabla permite además identificar las variaciones en diferentes bastiones territoriales:
TABLA 1: VARIACIONES DEL VOTO BOLIVARIANO
http://aporrea.org/imagenes/2013/05/tabla2jb.jpg
Para las elecciones municipales del año 2013 hemos reconocido en diversos trabajos, el potencial de recuperación del voto bolivariano, sin que logre aún los resultados alcanzados en las presidenciales del año 2012. Este aspecto: la capacidad de recuperación del voto bolivariano es clave para formular hipótesis sobre escenarios de superación de las condiciones desfavorables tanto en el clima de opinión como en las condiciones socioeconómicas.
Sobre este tema, analistas electorales han planteado sobre la extraordinaria capacidad de recuperación del proceso bolivariano bajo el liderazgo de Chávez:
“(En la Enmienda constitucional), el Presidente logró voltear las tendencias, y los 14 puntos de desventaja que tenía en la encuesta terminada el 16-12-2008 se convirtieron en un triunfo por 10 puntos de ventaja en 60 días. El caso del referendo revocatorio presidencial del 15-08-2004 el vuelco fue aún mayor: la oposición ganaba (en las encuestas) por 38 puntos porcentuales un año antes de la votación, por 18 puntos, cinco meses antes de la votación (marzo 2004) y aun así perdió por 16 puntos” (Gil Yepes, 2011, 47-48).
Adicionalmente, lo que muestra la evidencia de las variaciones de números de municipios alcanzados por la revolución bolivariana y la oposición-MUD en los últimos cuatro eventos electorales, es una avance irregular de la oposición-MUD en determinados corredores electorales del país, tendencia que se expresó con gran fuerza el 14 de abril de 2013, cuando la oposición conquistó 98 Municipios; es decir, casi un 30 % de los municipios del país.
Si comparamos este indicador numérico, con los eventos electorales de diciembre 2012 (donde obtuvo 35 municipios) y octubre de 2012 (donde obtuvo 48 municipios), observamos una tendencia de crecimiento en la geografía electoral, que en las recientes elecciones del 8 de diciembre la colocan en 75 municipios. Sin embargo, los resultados del 8-D muestran en términos generales una clara recuperación del voto bolivariano con relación a los resultados obtenidos el 14 de abril de 2013, superando los pronósticos de los “profetas del desastre”, permitiendo la derrota contundente de la tesis opositora del plebiscito para “sacar a Maduro de Miraflores”.
Mientras el 14 de abril del año 2013 la oposición obtuvo la victoria en 98 municipios, en las elecciones del 8 de diciembre del mismo año alcanzaron la victoria en 75 municipios, mientras las fuerzas bolivarianas alcanzaron en el primer evento 237 municipios y para el 8 de diciembre de 2013 una ventaja electoral en 242 municipios. Allí era posible constatar una leve recuperación del voto bolivariano.
Pero en contraste con el triunfalismo, también señalamos que comparando las municipales del año 2013 con las regionales del año 2012 encontrábamos que las fuerzas bolivarianas había alcanzado en diciembre de 2012 una ventaja en 299 municipios, mientras la oposición sólo obtuvo ventaja en 35 municipios, lo que contrastaba con suponer que la recuperación había alcanzado los objetivos alcanzados para los eventos electorales del año 2012 ().
La conclusión provisional es que a partir de 2013 se inicia un nuevo ciclo electoral en la Revolución Bolivariana, ahora conducida por el Presidente Maduro, que marca discontinuidades con las dos tendencias predominantes durante la centralidad del liderazgo de Chávez: a) la tendencia ascendente del voto hasta el año 2006, b) la tendencia de estancamiento promedio en la brecha favorable cercana a 10 % y de arritmia electoral entre 2007 y 2012.
Los datos desagregados de ventajas electorales por Municipios y Parroquias son extremadamente relevantes para el análisis de las circunscripciones electorales en las elecciones parlamentarias del 6-D, pues permiten reconstruir los cambios en la geografía electoral del país, las características de las brechas, de las variaciones (ascensos y descensos) de los votos (en valores absolutos y relativos) y la distribución desigual de ventajas a lo largo de corredores electorales.
En este marco, todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas (incluidas las fuerzas electorales), cobra significación si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de la voluntad en las estrategias de acumulación de fuerzas y bastiones territoriales.
Los análisis de las relaciones de fuerzas muestran cuáles son los puntos de menor resistencia a los que pueden aplicarse con más eficacia las fuerzas de la voluntad, sugieren como en el terreno se pueden aplicar las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede plantear mejor una campaña de “agitación política”, qué lenguaje será mejor comprendido por las multitudes, indica los flancos débiles, etc.
El elemento decisivo de tal situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde mucho tiempo antes (lo que algunos confunden con la maquinaria electoral), la cual puede ser lanzada hacia delante cuando se juzga que una situación es favorable (y será favorable sólo en la medida en que exista una fuerza así, y esté llena de lo que Gramsci denomina “ardor combativo”). Por eso la tarea esencial consiste en asegurar sistemática y pacientemente la conformación, desarrollo y homogeneización de tal fuerza (liderazgo, unidad de mando, maquinaria electoral, masa crítica favorable, capacidad de maniobra y de sorpresa) para hacerla cada vez más compacta y consciente de sí misma. Una combinación adecuada de liderazgo, unidad de mando, maquinaria electoral y suficientes bases sociales de apoyo puede transformar un potencial electoral en una movilización efectiva en el despliegue final para alcanzar ventajas electorales.
En tal sentido, el análisis de las relaciones de fuerza pone a prueba la capacidad de desplegar en la praxis política algunos principios estratégicos básicos ya mencionados: la fijación de objetivos, la unidad de mando, la iniciativa, la sencillez de las directrices, la sorpresa, la conformación de una masa crítica de apoyo, la economía de fuerzas, la seguridad y la capacidad de maniobra.
En el ámbito electoral, otras referencias han planteado la importancia de la fijación de claros objetivos, la precisión de la estrategia y de los mensajes, la importancia del liderazgo político, la disponibilidad de recursos, la autodefinición política e identificación partidista de los diferentes segmentos de la población, la percepción de la situación personal y del país, tanto en el presente como en el futuro inmediato, el enfoque de la campaña electoral, el perfil de las candidaturas, la simplicidad de la mecánica del acto de votación, o el contar o no con una infraestructura de testigos electorales para la defensa y auditoría del voto, entre otras variables.
De modo que a partir de estos criterios, conviene detenernos en el análisis del desempeño electoral de la revolución bolivariana bajo el liderazgo de Chávez, para comprender sus fortalezas históricas. Tales fortalezas pueden desaprovecharse con inadecuadas estrategias y tácticas. De modo que es preciso conocer el caudal electoral acumulado por el proceso bolivariano, tanto en votos duros y blandos, para dar cuenta de los pisos y techos históricos.
2.- ¿CUÁLES HA SIDO LOS PISOS Y TECHOS HISTÓRICOS DEL DESEMPEÑO ELECTORAL EN EL PROCESO BOLIVARIANO BASADO EN EL ANÁLISIS DE BRECHAS?
El “pensamiento complejo” ha planteado la necesidad de comprender el vínculo entre las partes y las totalidades. Se trata de la vieja metáfora de los árboles y el bosque. Se debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos, enseñar métodos que permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo. Existen múltiples condicionamientos y determinaciones en los fenómenos electorales, o como diría la tan citada frase de Pascal en la obra de Morín:
“Siendo todas las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y relacionándose todas por un vínculo natural e insensible que vincula a las más alejadas y a las más distintas, considero imposible conocer las partes sin conocer el todo, y también conocer el todo sin conocer las partes.”
Uno de los temas más interesantes de abordar en el llamado “legado político de Chávez” es sin duda su alta eficacia política en materia de conquista de resultados electorales favorables. Esto no significaba que Chávez estuviese imbuido de una apreciación “electoralista” de los procesos políticos. Desde el momento de su asunción de la vía política-electoral (1996) hasta su partida física, aparece sin duda alguna el tema de alcanzar la “supremacía electoral” (desde el año 1998 hasta el año 2012, con la anomalía del año 2007). Si la revolución bolivariana asumió la “ventana táctica”, proyectando el mensaje constituyente y se lanzó a la arena electoral, mal puede decirse que despreció de cabo a rabo lo que algunas voces han llamado el “terreno de las elecciones burguesas”.
Pero el asunto electoral es mucho más político, en términos de unidad y acumulación de fuerzas en una voluntad colectiva nacional-popular que de números o guarismos electorales. El terreno electoral es consustancial a una caracterización de la revolución como pacífica, democrática y constitucional. Los guiones de la izquierda revolucionaria pueden decir de esto que se ha caído en el pantano de la “democracia burguesa” y de las “formas de lucha electorales”, pero tanto el proceso popular constituyente como la tesis de la transición al socialismo han sido definidas por Chávez en el marco de procesos políticos democráticos que pasan por mediciones de fuerzas electorales.
De allí la similitud del caso Venezolano en cuestiones de transición al socialismo con el caso Chileno, así como con todas las elaboraciones que desde tiempos de Nikita Jrushchov en la URSS hasta llegar al llamado “Eurocomunismo”, se formularon sobre el “tránsito pacífico al socialismo”. Leamos lo que plantaba uno de aquellos “Manuales de marxismo-leninismo” () sobre este tema:
“Una de las formas posibles de transición pacífica al socialismo puede ser la toma del poder por la clase obrera mediante la conquista de la mayoría en el Parlamento. Durante varios decenios los comunistas denunciaron tenazmente las ilusiones parlamentarias que los reformistas sembraban entre los obreros. Esto no significa que los Partidos Comunistas negasen en redondo la lucha parlamentaria. Admitían, sí, su valor para la defensa de los intereses diarios y los derechos democráticos del pueblo. Más a renglón seguido señalaban que esa lucha no era bastante para alcanzar la meta final de la clase obrera, que es tomar el poder de manos de la burguesía. Esta posición era correcta y venía impuesta por las condiciones históricas de aquel entonces. Ahora, sin embargo, la situación ha cambiado, y la posición de los partidos revolucionarios ante la lucha parlamentaria ha de ser otra. Después de un análisis de las condiciones de la lucha obrera en la época contemporánea, el XX Congreso del P.C. de la URSS llegaba a la conclusión de que hoy día para la conquista del poder por la clase obrera puede ser utilizado el mecanismo de la democracia parlamentaria. En la resolución del Congreso se decía:
“En algunos países capitalistas la clase obrera, dirigida por su parte avanzada, tiene en las condiciones actuales la posibilidad real de agrupar en torno a ella a la inmensa mayoría del pueblo y de asegurar el paso de los medios fundamentales de producción al pueblo. Los partidos burgueses de derecha y los gobiernos formados por ellos van cada vez más al fracaso. En estas condiciones, la clase obrera, agrupando a su alrededor a los campesinos trabajadores, a grandes círculos de intelectuales y a todas las fuerzas patrióticas, y combatiendo enérgicamente a los elementos oportunistas, incapaces de abandonar la política de conciliación con los capitalistas y terratenientes, puede derrotar a la reacción, a las fuerzas antipopulares, conquistar una mayoría sólida en el Parlamento y convertir este órgano de la democracia burguesa en instrumento de la verdadera voluntad del pueblo.”
Sin embargo, frente a una interpretación que diera cabida al llamado por Lenin como “cretinismo parlamentario” el mismo Manual señala:
“La lucha parlamentaria sólo asegura el paso al socialismo cuando se apoya en el movimiento revolucionario de las masas obreras y de las grandes capas del pueblo. Reducirlo todo al libre juego de fuerzas en el Parlamento, a las combinaciones parlamentarias, significaría caer en el “cretinismo parlamentario” del que jamás podrán curarse los líderes reformistas de derecha. Los vínculos permanentes con las grandes masas, con el movimiento revolucionario del pueblo fuera del Parlamento, son la premisa fundamental de que se conseguirá llevar a la práctica las transformaciones socialistas por la vía parlamentaria.”
De este modo, más que crear una falsa frontera entre “parlamentarismo” y “revolución” el Manual en cuestión señala:
“Los partidos obreros revolucionarios necesitan de la mayoría en el Parlamento para algo muy distinto que disfrutar de agradables sinecuras. Utilizan el poder que se les ha concedido para, por vía legislativa, llevar a cabo las transformaciones democráticas y socialistas, como es, entre otras, la nacionalización de las propiedades de los grandes monopolios. El propio Parlamento se convierte entonces en instrumento de la voluntad genuina del pueblo. El nuevo poder revolucionario no sólo conserva los derechos democráticos de que el pueblo goza, sino que los amplía por todos los medios.”
Y sobre el terreno electoral y las maniobras en tales formas de lucha, tal manual señala:
“La experiencia demuestra que la clase capitalista es bastante hábil como para, antes de que se plantee el problema de la llegada de los partidos de izquierda al poder, levantarles toda clase de obstáculos a fin de impedir que conquisten la mayoría. Cuando los partidos gobernantes ven amenazadas sus posiciones, recurren a toda clase de argucias en los sistemas electorales, restringen las facultades del Parlamento, etc. Considerándolo así, los partidos revolucionarios de la clase obrera procuran dominar todas las formas de lucha -pacíficas y no pacíficas, parlamentarias y no parlamentarias- para estar dispuestos en el momento oportuno a poner en juego aquella que más corresponda a la situación y a los intereses de los trabajadores.”
La conclusión a tal debate sobre la transición parlamentaria al socialismo ofrecida por el Manual es la siguiente:
“Es imposible predecir la forma concreta que adoptará la vía parlamentaria al socialismo en uno u otro país, aunque la posibilidad de que así ocurra ha de ser tenida en cuenta desde el principio mismo. No está excluido que allí donde la coalición de las fuerzas democráticas obtenga la mayoría en las elecciones, las clases reaccionarias en el poder no quieran subordinarse a la voluntad de la nación y se resistan a entregar el gobierno a los partidos de izquierda. En tal caso, los partidos democráticos se verán obligados a responder con la fuerza al reto de la reacción. El curso pacífico de la revolución puede ser alterado. La virulencia y las formas de la lucha subsiguiente vendrán determinadas por la correlación de las fuerzas de clase y por la situación internacional.”
Un análisis en detalle de tales planteamientos sería parte del debate sobre la “transición al socialismo” que se ha ido perfilando en Venezuela, de modo irregular y que sigue sin profundizarse por cada una de fuerzas sociales y políticas que plantean una reedición del ideario socialista para el país. Es posible constatar que tales planteamientos siguen vigentes en algunas tendencias políticas e ideológicas que conforman el GPP, incluso en sectores dirigentes del PSUV. Vale la pena entonces activar diversos espacios intelectuales, en los movimientos sociales y en los partidos políticos para asumir sin tantas cortapisas de qué se trata la transición post-capitalista en Venezuela. Así mismo, si entre las condiciones de tal transición se encuentra la conquista de la supremacía electoral.
Para constatar las ventajas electorales del proceso, el siguiente cuadro muestra los porcentajes relativos de apoyo al proceso bolivariano y a las fuerzas de la oposición, conjuntamente con las ventajas o brechas obtenidas, así como los niveles de abstención/participación en diferentes contiendas electorales.
El legado político-electoral de Chávez en clave de 6-D: ¿zonas de riesgo electoral? (II)
De tales datos pueden extraerse un sinfín de interpretaciones, pero queremos destacar por los momentos la siguiente: el “piso electoral” (peor resultado) del proceso bolivariano se alcanzó en el referendo constitucional del año 2007, sobre manera en lo relativo al llamado “Bloque B” del Proyecto de Reforma Constitucional, donde las fuerzas bolivarianas alcanzaron sólo un 48,94 % de apoyo, mientras las fuerzas opositoras alcanzaron un 51,05 %, tomando en cuenta que la totalización electoral alcanzo sólo un 92 % de los votos. La brecha en aquel momento fue una desventaja electoral de alrededor de 2 puntos porcentuales.
Chávez en su manejo de la jerga del baseball llamo a este triunfo opositor en el año 2007: “un podrido”, una suerte de “fly” que cae detrás del cuadro en un “noveno inning, con un juego empatado, dos outs y hombre en tercera”. Derrota al fin, así sea por un voto, se trataba desde entonces de asumir que no se lograron los objetivos y metas electorales. El alcance de tal derrota tuvo honda repercusión en el campo bolivariano y los debates pusieron sobre la mesa las diversas interpretaciones del tal derrota. Desde entonces, la revolución no era invencible en el terreno electoral.
Así mismo, el “piso electoral” de la oposición hasta las elecciones presidenciales del año 2013 (sin contar con las elecciones municipales del año 2013), en términos relativos (porcentaje de votos) puede ubicarse tanto en las elecciones parlamentarias del año 2000 (35 %) como en las elecciones presidenciales del año 2006 (34 %). Las amplias brechas obtenidas a favor de la revolución suponían una verdadera crisis de dirección política en el campo opositor, crisis de dirección y liderazgo de la cual aún intenta recuperarse, bajo diferentes opciones y disputas partidistas. Una de las principales debilidades de la oposición ha sido precisamente la existencia de una coalición heterogénea que sigue reproduciendo el guion de la partidocracia en el seno de sus organizaciones, así como disputas sobre el liderazgo que confunden las metas político-estratégicas con las metas electorales.
Por otra parte, el “techo electoral” (el mejor resultado) en términos porcentuales de las fuerzas bolivarianas fue alcanzado en las elecciones presidenciales del año 2000 (60 %) así como en el año 2006 (63 %), mientras que para las fuerzas opositoras el “techo electoral” fue alcanzado en el mencionado resultado de rechazo al Bloque B de la reforma constitucional (51,05 %), así como en las elecciones presidenciales posteriores al fallecimiento de Chávez en el año 2013 (49,07 %), descartando la situación atípica de los resultados de las parlamentarias del año 2010 en las que dos organizaciones que apoyaban al Presidente Chávez, el PPT y el PSUV (y sus aliados) entraron en una controversia que impidió consolidar una alianza perfecta entra ambos sectores.
Si comprendemos a cabalidad la situación de quiebre de la alianza PSUV-PPT previo a las parlamentarias del año 2010, podríamos advertir el hecho de un resultado que favoreció finalmente a las fuerzas opositoras, pudiendo llegar a casi 50 % de los votos relativos para esos “comicios electorales” a nivel nacional. Este hecho marca una conclusión obvia, pero que vale la pena destacar en las actuales circunstancias. En momentos de equilibrio de las fuerzas electorales entre coaliciones, cualquier división en una de ellas es un factor de oportunidad para el campo adversario. De manera que la explotación de divisiones en el campo adversario es una táctica evidente en tiempos de equilibrios de fuerzas electorales. Más aún si se trata de elecciones parlamentarias y presidenciales.
Y decimos “elecciones parlamentarias” porque es hora de posicionar con fuerza el hecho de que la elección de cargos por circunscripciones, tanto en elecciones parlamentarias, regionales y municipales no tenemos una elección sino que tenemos un escenario donde transcurren varias elecciones simultáneamente. En realidad tenemos múltiples procesos electorales simultáneos. En términos rigurosos tendríamos nada más y nada menos que 113 “elecciones” para la integración de diputados y diputadas nominales a la Asamblea Nacional, conjuntamente con tres circunscripciones para los pueblos indígenas de un (1) cargo para cada una y el voto lista en 24 entidades regionales o estados. Serían entonces elegidos 167 diputados a la AN: 164 por entidad federal (113 nominales y 51 por lista) y 3 representantes indígenas.
De lo anterior podríamos advertir si se van a modificar o no los parámetros de los techos y pisos electorales nacionales para ambos campos de fuerzas en un recuento nacional de votos: Revolución Bolivariana (Piso histórico: 48,94 %, Techo histórico 64 %), Campo Opositor (Piso histórico: 34 %, Techo histórico: 51 %). Cualquier modificación de pisos y techos históricos para cada una de las fuerzas implicaría un índice de cambio de la tendencia histórica-electoral.
Evidentemente, para las elecciones parlamentarias de 2015 no podemos predecir necesariamente esos resultados de techo y piso. Tendríamos 113 pisos y techos electorales nominales, 24 pisos y techos electorales estadales y 3 pisos y techos de circunscripciones indígenas. Existe por tanto una geografía electoral de circunscripciones y estados que impiden presentar resultados tan homogéneos como las votaciones nacionales. Esta es una de las razones por las cuales las proyecciones electorales realizadas con base a encuestas nacionales no dan cuenta de la complejidad del proceso electoral en las parlamentarias. No puede extrapolarse sin graves sesgos una muestra nacional homogénea a una población cruzada por heterogeneidades en su desempeño electoral.
Por otra parte, es preciso dar cuenta de las particularidades y determinaciones de procesos electorales disímiles, como lo son las elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales, municipales y referendos constitucionales. En una descripción superficial tampoco aparecerían las particularidades y determinaciones de las coyunturas políticas, los múltiples condicionamientos: económicos, sociales, internacionales y políticos que, sin duda, atraviesan el clima situacional que enmarca cualquier contienda electoral.
Tales condicionamientos permiten avizorar hacia donde se mueven las tendencias dominantes, el clima de opinión y las percepciones más probables. Allí operan tanto indicadores con datos duros de coyuntura como “data blanda” de sondeos de opinión. Tampoco aparecerían a simple vista las relaciones de fuerzas entre sectores sociales, grupos de presión, clases y fracciones de clases sociales, ni entre fuerzas políticas, económicas, ideológicas, mediáticas y militares en una suerte de “campo nacional e internacional de poder”.
Menos aún en las encuestas aparece data relativa a los grados de control efectivo de centros estratégicos de poder, ni los “cuadrantes institucionales” de los poderes del Estado, ni las correlaciones de fuerzas en el interior del Aparato Estatal, en sus diferentes ramas y órganos; mucho menos aún, las correlaciones de fuerzas internas a las propias factores que apoyan o que se opusieron a Chávez en su momento. Tampoco aparecen en las encuestas las relaciones de fuerzas ideológicas y políticas en el seno de los partidos políticos, ni las tendencias ideológico-políticas en su dirección política, ni en el gabinete ejecutivo del Gobierno.
De manera que, si el foco es un cuadro de datos porcentuales de los resultados electorales, poco o nada sabemos de los contextos significativos más inclusivos (o los procesos y estructuras históricas-significativas) donde se desenvuelven las contiendas electorales que permiten configurar la integración de escaños en la Asamblea Nacional.
Así mismo, en las elecciones parlamentarias cuentan otros factores como la logística, la maquinaria de movilización, los testigos y miembros de mesas, el perfil de las candidaturas nominales, las alianzas y coaliciones (tanto para el voto lista como para el voto nominal), los factores y escenarios de abstención, las ventajas en propaganda electoral entre muchos otros factores situacionales que refieren a la posibilidad de divisiones, opciones independientes, aparición del voto castigo, niveles de abstención históricas o de abstención castigo, contingencias naturales o de otra naturaleza.
Adicionalmente, incluso en la mera esfera aparente de las relaciones de fuerzas electorales, es preciso dar un paso adelante hacia procesos menos aparentes, que llamaremos el análisis de las tendencias de “ventajas o brechas electorales”, así como las “variaciones históricas del caudal de votos” de las fuerzas en cada una de las coaliciones electorales, sobre todo si estamos ante un cuadro electoral condicionado fuertemente por procesos de polarización política.
Incluso, un cuadro de polarización política induce a una suerte de embudo temporal, de decantación del voto a medida que se acerca el día de las elecciones. El cuadro de opciones se va simplificando, repetimos, condicionado por las presiones polarizadoras. La gravitación de la abstención y de las “terceras posiciones” se va clarificando mejor, generando escenarios cada vez menos complejos. En el caso venezolano en estos últimos 15 años, para nadie es un secreto que en términos generales la suma de los votos bolivarianos y de las coaliciones opositoras entre 1998 y 2012 concentran más del 90% de los votos de la población que efectivamente participa en las contiendas electorales. Allí las “terceras fuerzas” son estadísticamente poco significativas en los votos nacionales. Finalmente, un análisis preliminar de las brechas electorales pasa por una caracterización de la población inscrita en el registro electoral, así como un análisis de las tendencias de abstención/participación electoral, dato que conjuntamente con el análisis de las variaciones de los votos de cada fuerza permiten elaborar hipótesis sobre segmentos duros y blandos.
De todo esto tenemos que en estos últimos 15 años, los intentos de construir “terceros espacios, fuerzas o polos electorales” no han obtenido resultados significativos a nivel nacional. Tales espacios son significativos en algunos municipios en las elecciones locales, e incluso en algunos estados en las elecciones regionales, pero han tendido a minimizar sus efectos en las elecciones parlamentarias y presidenciales.
Chávez en 15 años logró polarizar el espacio electoral y la emergencia de los llamados ni-ni, no alineados o independientes no ha detonado aun acontecimientos que quiebren la polarización electoral. Por ejemplo, el intento de diferenciarse de la polarización en el año 2010 no alcanzó siquiera de cerca un 5 % de los votos nacionales, aunque tuvo algunas expresiones regionales emergentes, que a la postre modificaron relaciones de fuerzas locales y regionales. Pero, reiteramos, no han tenido expresiones nacionales significativas hasta el año 2012. Si de legado electoral se trata, Chávez logro simplificar el cuadro electoral de las opciones entre “Nosotros” y “Ellos”. Cualquier otra opción era analizada en su relación a tal esquema de conflicto.
Con esto no queremos decir que no aparezcan tales acontecimientos despolarizadores en el futuro, más aún luego de la afectación de uno de los “centros de gravedad” fundamentales de la Revolución Bolivariana: su Líder Histórico. En consecuencia, haciendo algunas analogías (y que quede claro que son analogías), la Revolución Bolivariana se enfrenta a los retos internos de:
a) Consolidar, integrar y ampliar una “fuerza política consistente” (fuerza material y fuerza moral, como señalara Simón Rodríguez en sus escritos),
b) Conservar-ampliar los bastiones territoriales y ampliar bases sociales de apoyo,
c) Conservar-ampliar el sistema de alianzas sociales y políticas,
d) Encarar el reto del Liderazgo y de la conducción sustitutiva a Chávez,
e) Consolidar y expandir su capacidad hegemónica en el terreno ético-cultural, intelectual, político y económico.
En este último aspecto, hemos señalado en otros escritos que a pesar de la supremacía electoral del proceso bolivariano en 15 años, no existe hegemonía en el terreno de la estrategia económica. Se ganan elecciones pero eso no significa que se viabilice automáticamente una visión y una estrategia de transformación económica. El liderazgo y estructura de mando del sistema económico, de los fines económicos de la estrategia política, no traduce automáticamente la correlación de fuerzas electorales. El “chavismo gana elecciones” pero la dirección, contenido y alcance del proceso económico responde a la hegemonía de sectores y grupos económicos que constituyen “poderes fácticos” no desplazados significativamente por eventos electorales. Una ventaja electoral significativa es condición necesaria pero no suficiente de una modificación de las relaciones de poder en la sociedad.
Por tanto, la democracia electoral no incide necesaria ni mecánicamente en los procesos de democratización económica y social. Como dirían algunos discursos plebeyos: los pueblos ganan elecciones pero sigue mandando el Capital a la hora de las decisiones económicas. Mantener estrictamente cercada la separación de esferas electorales y económicas es parte de lo que se conoce como “Democracia gobernable” desde el ángulo neoconservador. Se enaltece una democracia limitada a la escena electoral y se castrar la posibilidad de democratizar las esferas económico-sociales.
Chávez intento quebrar tal cercado, ensayo la posibilidad de un cambio en las esferas económico-sociales a partir de una transformación sociopolítica apalancada por mediciones de fuerzas electorales. Sin embargo esta vía, cuyo ritmo está condicionado por el juego de fuerzas, implica desatar múltiples nudos y mediaciones en los espacios y aparatos propios de la “sociedad política” y de la “sociedad civil” en términos de Gramsci. El riesgo de no asegurar o consolidar espacios en las relaciones de fuerzas, el riesgo de no consolidar un segmento de votantes ideológicamente consistentes, el riesgo de atraer votantes blandos a partir de estímulos utilitarios, el riesgo de suponer que la política social, el gasto público o la liquidez real son suficientes para asegurar o consolidar posiciones, el riesgo de recaer en el “cretinismo parlamentario”, el riesgo de debilitar las bases sociales de apoyo y no consolidar el poder popular y los movimientos sociales, todos estos factores hacen de la vía electoral al socialismo una campo minado para el avance del proceso de transición post-capitalista. De modo que la correlación de fuerzas electorales es un pequeño eslabón del problema más amplio de las correlaciones de fuerzas internacionales, económicas, sociales, políticas, ideológicas y militares.
Pero volvamos al eslabón del árbol electoral. Una lectura a contrapelo de los aspectos señalados inicialmente, permite caracterizar a las fuerzas opositoras:
¿Quién es su líder o su liderazgo? ¿Cuál es su fuerza política consistente? ¿Cuáles son sus bases sociales y territoriales de apoyo? ¿Cuál es su sistema de alianzas políticas y sociales? ¿Cuáles son sus recursos, capacidades y estructuras de movilización? ¿Cuál es la influencia de su proyecto histórico? ¿Cuáles son sus apoyos internacionales?
En efecto, el análisis de las brechas electorales y sus tendencias, junto con el análisis de las variaciones del caudal de votos, son solo un instrumento que contribuye a dar insumos a las preguntas anteriores, siendo una herramienta útil para ir un poco más allá de la superficie de los resultados de cada fuerza por separado (en valores absolutos y relativos), y colocar a las brechas en el marco del análisis de la abstención y la participación electoral.
Además, si se expresan los valores de las brechas en términos porcentuales, es posible superar escollos numéricos para comparar eventos con poblaciones electorales (REP) distintas, que además varían en el tiempo, dando pistas significativas para profundizar en el análisis de determinados eventos utilizando herramientas estadísticas, incluyendo el análisis de series históricas y la prospectiva electoral.
Aquí cabe reiterar la advertencia. En elecciones muy cerradas en términos de brechas electorales no es posible asegurar pronósticos electorales con base a encuestas, las cuales deben construir rigurosos muestreos poblacionales y con márgenes de error menores a las brechas potenciales entre los actores que disputan una contienda electoral. No es una ligereza advertir que en tales condiciones lo que no dicen las empresas encuestadoras es que ellos no saben realmente quien puede ganar o no.
Tampoco es posible realizar proyecciones certeras sobre elecciones en 113 circuitos o circunscripciones conjuntamente con 24 estados, pues las empresas encuestadoras no levantan generalmente información de tal complejidad y heterogeneidad, sino que realizan encuestas nacionales, o en una muestra de circuitos o de estados que pudieran dar pistas sobre el comportamiento de poblaciones similares. Allí operan los sesgos introducidos en las muestras, sobre todo el tipo de población (grandes centros poblados), además de otro tipo de sesgos que contradicen sus propios análisis de la situación: por ejemplo, si en una encuesta se señala que existe una alta percepción de un “proceso inflacionario”, no puede escogerse una composición de estratos sociales bajo premisas de un proceso de mejoramiento sustancial de las condiciones socioeconómicas.
3.- LA IMPORTANCIA DEL ANÁLISIS DE LA TENDENCIA HISTÓRICA DE LA BRECHA O VENTAJA ELECTORAL:
Un análisis histórico de las brechas históricas entre la revolución bolivariana y la oposición (ventaja electoral) en el proceso venezolano puede visualizarse en la siguiente serie histórica:
El legado político-electoral de Chávez en clave de 6-D: ¿zonas de riesgo electoral? (II)
Un análisis de la tendencia histórica de la brecha en Venezuela puede distinguir con relativa facilidad dos (2) períodos con comportamientos de brechas disímiles, tomando como eje la línea horizontal del 10 % de brecha.
En primer lugar, un período que va de 1998 al año 2006, en el cual la Revolución Bolivariana mantenía mayorías relativas amplias (mayores de 10 %), incluso crecientes (casi de 26 %). La brecha era ampliamente favorable hasta el punto de decir que la victoria del año 2006 de Chávez frente a Manuel Rosales fue una “victoria apabullante”.
En segundo lugar, un período que va desde el año 2007 al año 2013, en donde predominó una suerte de “arritmia de brechas electorales”; es decir, fluctuaciones irregulares de brechas en el límite o por debajo de 10 % de ventaja nacional, que caracterizaron un cambio de ciclo político-electoral bajo el liderazgo de Chávez y potenciales síntomas de desgaste para la revolución bolivariana, por una parte, y de recuperación electoral de fuerzas opositoras. Recordemos que no estamos analizando por ahora el porcentaje de votos por separado, sino la ventaja relativa en conjunto.
Ahora bien, los sucesivos resultados electorales en términos de mayorías relativas posteriores al año 2000 hasta 2006 sedimentaron una suerte de “subcultura triunfalista” en el seno del MVR y del Polo Patriótico de aquel momento, sobremanera luego de la derrota a la oposición en su intento de revocar el mandato popular de Chávez en el año 2004. Esta subcultura triunfalista se reforzó con el retiro opositor de los comicios parlamentarios del año 2005, y luego con el aplastante resultado electoral del año 2006 favorable al proceso bolivariano ya mencionado.
Sin embargo, el análisis de brechas entre el año 2006 y 2007 indican un conjunto de datos que fueron “barrido bajo la alfombra” durante mucho tiempo, datos que comenzaban a contrastar con tal subcultura triunfalista: la base electoral de la revolución bolivariana mostraba en la integración-cohesión de su composición interna un amplio segmento de voto blando, moderado, no consistente ideológicamente, heterogéneo en su composición, que podía diferenciarse y contrastar con el comportamiento electoral de su histórico “voto duro”. Incluso para el año 2007 apareció un primer síntoma de abstención castigo. Un segmento importante del voto chavista no voto por ambos bloques del proyecto de reforma constitucional del año 2007, fue refractario a tal proyecto o al menos mostro mucha una actitud de incertidumbre ante enunciados propuestas que fueron ni asimiladas y acomodadas a sus marcos de interpretación y expectativas.
Analizar este hecho era la pista para comprender la naturaleza del llamado “podrido” del resultado electoral del año 2007. La variación de las brechas electorales entre los años 2006/2007, muestran que en tan sólo un año la Revolución bolivariana pasó de una ventaja de 26 % a una desventaja de -2 %. La caída de la brecha fue de 28 %.
Conviene retener tal dato, porque a nivel de la gestión de percepciones se trata en la actualidad de construir una matriz semejante a tal caída en las encuestas que hacen pronósticos sobre la ventaja opositora para el 6-D del 2015.
Otro ejemplo de la arritmia electoral: En las elecciones presidenciales del año 2012, la ventaja a favor en porcentaje de votos fue de casi 11 %, mientras que 6 meses después (pasando por el dramático evento del fallecimiento de Chávez), la ventaja a favor se redujo a 1,59 %. Es decir, se pierde más de 9 % de ventaja. De modo que tenemos dos caídas significativas: una de 28 % entre 2006-2007 y otra de 9 % entre 2012 y 2013.
No se trata de comparar “peras con manzanas” en el primer caso, pues el proyecto de reforma constitucional estuvo amarrado a la figura de Chávez que su derrota genero grados de des-legitimación sobre su acción de gobierno, en tanto mantuviera una correspondencia vis a vis entre las políticas públicas y el contenido de normas propuestas en el Proyecto de Reforma. En algunos ámbitos o de agenda temática, así se hizo.
En otro orden de ejemplos, podríamos hacer la siguiente comparación, haciendo abstracción de las variaciones del REP entre los años 2006 y 2012: en el evento electoral presidencial del año 2006 la revolución bolivariana obtuvo un 62,84 % de respaldo electoral, mientras que en el evento electoral presidencial del año 2013, obtuvo un respaldo de aproximadamente un 50,61 %; es decir una disminución de la brecha de 12,23 %. El legado electoral de Chávez mostraba su cara de desgaste en la delegación de su Liderazgo en el Presidente Maduro.
¿Se trataba acaso de un “deslave inevitable”, de un “derrumbe electoral”, de una “implosión” de la base electoral de la revolución bolivariana, como lo han querido hacer ver algunos dispositivos de propaganda opositora, algunas voces del proceso bolivariano?
No tengo muchas dudas sobre la respuesta. Tal juicio es precipitado y exagerado, aunque si había operado un “cambio de ciclo político-electoral”, que expresaba la interrelación de un conjunto de determinaciones y contradicciones que rodeaban las expresiones de malestar, descontento, ineficacia, ineficiencia, desilusión; que aparecían a su vez en la nomenclatura simbólica de expresiones “antídoto” como las llamadas 3R y 3R al cuadrado.
Las tendencias de las brechas no son fenómeno irreversibles, pero si conforman situaciones a ser modificadas en un sentido favorable a la recuperación electoral del voto bolivariano.
Recuperarse de situaciones negativas ha sido también parte del legado electoral de Chávez en tanto se contrastan las encuestas pre-electorales que anunciaban su derrota con los resultados electorales efectivos que anunciaban su victoria, como sucedió por ejemplo en los años 2002 y 2003, y luego en el referendo del año 2004.
Lo cierto, en términos de tendencia histórica de la brecha electoral, es que bajo la presencia y conducción del propio presidente Chávez, luego del año 2007 operaba un proceso de gradual desgaste, de debilitamiento soterrado del impulso de la revolución bolivariana, a pesar de obtener recuperaciones exitosas entre el año 2007-2009 y entre el año 2010 y 2012. Así mismo, aparecía un lento pero sostenido proceso de recuperación del voto opositor.
De manera que en el año 2013, el Presidente Maduro heredó los rasgos de un nuevo ciclo político-electoral que se inició en el año 2007, tendencia de expresaba de contradicciones, desajustes y debilidades internas en el proceso bolivariano. Maduro y la alta dirección política del proceso bolivariano, ahora sin Chávez, enfrentan el reto de contener tales tendencias de desgaste para neutralizarlo (y superarlo). La estrategia de recuperación del voto bajo el liderazgo de Maduro exige operaciones de maniobra política mucho más exigentes que implican inevitablemente un replanteamiento de la caracterización del sistema de alianzas sociales y políticas, por una parte, y del estilo de conducción política de la revolución bolivariana, por otra. Bajo cambios significativos de las circunstancias socioeconómicas y del clima de opinión, no basta administrar ni política ni electoralmente el llamado “legado de Chávez”.
La tarea política no podía ser definida como “llegar a ser política o electoralmente como Chávez, o alcanzarlo”, sino que la tarea política era necesariamente mejorar su más reciente desempeño, es decir, alcanzar el desempeño electoral del año 2012, identificarse con los logros positivos de la conducción política de Chávez, pero no continuar ni imitar errores, o realimentar condiciones del desgaste o mantener debilidades.
En definitiva, las 3R debían dejar de ser consignas y ser realidades. Las 3R debían aplicarse al propio legado político-electoral de Chávez.
Algunas voces levantaran sus “mecanismos de defensa” ante tales ideas, suponiendo (erradamente) que se trata de “ataques velados” a Chávez. Aclaremos el punto.
Confundir cualquier crítica como un “ataque velado a la persona” no logra discernir el contenido positivo, propositivo, constructivo de las críticas, tanto de aquellas elaboradas para mejorar y fortalecer al proceso bolivariano, como de aquellas criticas cuya intención es minarlo, debilitarlo y destruirlo (a las cuales hay que prestarle su debida atención y análisis sin subestimar a los actores oponentes). En todo caso, hay que saber aprovechar las fuerzas positivamente ocultas de las posturas críticas, incluso de la más “malsanas” siempre que ofrezcan informaciones validas sobre una situación. Y para eso hay que fortalecer los espacios e instancias de escucha, mejorar los sistemas de percepción y sensibilidad sobre las necesidades, demandas, aspiraciones y expectativas de la población.
Quedarse sólo en el nivel de “reacción de defensa al ataque” no logra discernir entre “reacciones condicionadas” y “respuestas inteligentes”. En tal contexto, la regla es mantener la flexibilidad y la apertura ante el cambio de circunstancias. Se trata con relación a la “herencia de Chávez”, de llevar a un terreno superior los logros alcanzados hasta el año 2012. Ni retroceder ni mantener todo igual. La tarea es corregir (cambiar) y mejorar (acumular logros). Lo que no se ha advertido es que existe un cambio de ciclo político-electoral. Se está abriendo el ciclo político del proceso bolivariano sin la conducción de Chávez.
Por ejemplo, existen múltiples voces que llaman a mejorar el modelo de inclusión social y reducción de desigualdades iniciado por Chávez, señalando que esta idea no implica denigrar de los esfuerzos de Chávez para enfrentar estos retos. Todo lo contrario, es un reconocimiento y valoración positiva de lo acertado de la política de colocar la “deuda social acumulada” como ámbito prioritario de las políticas públicas.
También múltiples voces llaman a clarificar el rumbo y los desafíos de la transición al Nuevo Socialismo para el siglo XXI, de su economía política del crecimiento, diversificación productiva, del modelo de desarrollo humano integral y sustentable, lo cual no implica automáticamente denigrar de los esfuerzos de Chávez por construir un nuevo “modelo productivo socialista”.
Todo lo contrario, implica señalar las debilidades, las dificultades de mantener una económica capitalista y rentista, de confundir el “Capitalismo de Estado” con el “Socialismo productivo y diversificado”, o peor aún confundir las vías del nuevo socialismo con las vías y contenidos erráticos del llamado “socialismo real”, del modelo soviético de transición al socialismo.
Para este último propósito, las peores condiciones de partida las conforman un sistema socioeconómico estancado, distorsionado, con una baja eficiencia, con un cuadro de política económica que recompensa la especulación y la corrupción, sin marcadores institucionales de confianza y certeza, que defiende el modelo de importaciones como única fuente de oferta, con patrones de consumo que no se corresponden a la capacidad productiva real del país, que profundiza el capitalismo más salvaje y las motivaciones más egoístas. Desde allí, debemos decirlo, no es posible construir ningún socialismo.
El pensador socialista indoamericano José Carlos Mariátegui planteo un tema de reflexión: “La heterodoxia de la tradición”. Es hora ya de tener una relación mucho más crítica y constructiva con los hábitos y tradiciones ideológicas que limitan la posibilidad de salir de la crisis.
También múltiples voces plantean superar cualquier línea política que se caracterice por el sectarismo, el dogmatismo o la arbitrariedad, que cuestionar estos rasgos no equivale a denigrar del estilo político de Chávez, pues promovió en muchas ocasiones mantener una actitud crítica, teóricamente abierta, validada en argumentos, y que no confundiera las formas de conducción política con la corrupción del poder, con el abuso de poder. Con todos sus errores prácticos, destaco esta intención manifiesta en Chávez que debería der parte de la cultura política del campo bolivariano. No la “crítica y la auto-crítica” como consigna, sino el debate argumentado y la apertura a la libre discusión de ideas y tendencias, la necesidad de una constituyente ética y a la vez del intelectual colectivo en el campo bolivariano, de ejercitar la reflexión creativa y critica, dejar atrás las segregaciones y los bozales de arepa.
Considero que es inconveniente defender el “legado de Chávez” asociándolo a un estilo arbitrario de ejercicio del poder. Tal asociación crearía un abismo entre el legado político de Chávez y su proyecto de configurar una nueva democracia, participativa, protagónica y revolucionaria. Generaría preguntas legítimas sobre lo dicho y lo hecho, sobre su ejercicio efectivo de gobierno, así como del estilo político de sus continuadores en el Alto Gobierno.
El desafío del presente para quienes ocupan altas responsabilidades de dirección política y modelaje social es precisamente hacer efectivo el poder popular, su protagonismo, su ejercicio organizado y movilizador. Por allí pasa nada más y nada menos que la condición política de posibilidad de la recuperación de la crisis económica y de la transición post-capitalista.
El socialismo democrático es una expansión de los espacios de libertad reducidos del liberalismo político, un rebasamiento de sus límites conservadores, de los privilegios sólo para pocos: de los propietarios y sus grupos auxiliares. Si se llegase a caer en la teoría estalinista del fortalecimiento del Estado policial, sería muy difícil salir del estancamiento.
¿Dijo usted teoría estalinista de fortalecimiento del estado policial?
Veamos. En 1939, Stalin comentó “la fórmula clásica de Engels de la teoría sobre el desarrollo del Estado socialista”:
“Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresión; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es, a la par, su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no es ‘abolido’; se extingue” (F. Engels, Anti-Dühring).
Stalin plantea: “¿Es justa esta tesis de Engels? Sí, es justa, pero con una de estas dos condiciones: a) si estudiamos el Estado socialista desde el punto de vista del desarrollo interior del país únicamente, haciendo de antemano abstracción del factor internacional, aislando, para mayor comodidad de la investigación, al país y al Estado de la situación internacional, o bien b) si suponemos que el socialismo ya ha vencido en todos los países, o en la mayoría de los países y, en lugar del cerco capitalista, existe un cerco socialista, no existe ya la amenaza de ataque del exterior, no hay ya necesidad de fortalecer el ejército y el Estado.”
De modo que para Stalin, el realismo político indica que en condiciones de cerco capitalista, mientras el socialismo en un solo país comience a dar sus pasos, cuando existe aún amenaza o ataque del exterior se precisa de fortalecer el ejército y al Estado. Y luego continúa Stalin:
“Pero de esto se infiere que no se debe extender la fórmula general de Engels referente al destino del Estado socialista en general al caso particular y concreto del triunfo del socialismo en un sólo país, rodeado de países capitalistas, que se halla bajo la amenaza de un ataque armado del exterior, del cual, en vista de ellos, no puede abstraerse de la situación internacional y debe disponer de un ejército bien instruido, de órganos de sanción bien organizados, de un fuerte servicio de contraespionaje; por tanto, debe mantener a su Estado suficientemente fuerte, para tener la posibilidad de defender las conquistas del socialismo contra los ataques del exterior.”
Hasta ahora, todo pareciera ser razonable en la argumentación de Stalin. Pero vayamos al siguiente giro de su discurso:
“Lenin escribió su famosa obra El Estado y la Revolución en agosto de 1917, es decir unos meses antes de la Revolución de Octubre y de la creación del Estado soviético. Lenin consideraba como objetivo principal de esta obra la defensa de la doctrina de Marx y Engels sobre el Estado contra las deformaciones y las vulgaridades de los oportunistas. Lenin tenía el propósito de escribir la segunda parte de esta obra, en que iba a hacer el balance principal de la experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917. No cabe duda de que Lenin se proponía estudiar y desarrollar aún más, en la segunda parte de su libro, la teoría sobre el Estado apoyándose en la práctica de la existencia del Poder soviético en nuestro país. Pero la muerte le impidió llevar a cabo este propósito. Más lo que no consiguió realizar Lenin, lo deben realizar sus discípulos. (Clamorosos aplausos).”
Y continúa Stalin:
“El Estado surgió sobre la base de la división de la sociedad en clases hostiles, surgió para mantener sujeta a la mayoría explotada en interés de la minoría explotadora. Los instrumentos de Poder del Estado se concentraban, principalmente, en el ejército, en los órganos de sanción, en el servicio de espionaje, en las cárceles. Dos funciones fundamentales caracterizan la actividad del Estado: una interior (la principal), la de mantener sujeta a la mayoría explotada, y otra exterior (no principal), la de extender el territorio de su propia clase, la dominante, a costa del territorio de otros Estados, o defender el territorio de su Estado contra los ataques de otros Estados. Esto es lo que sucedía bajo el régimen esclavista y feudal. Lo mismo ocurre bajo el capitalismo.”
“Para derrocar el capitalismo, hubo necesidad, no sólo de eliminar a la burguesía del Poder, no sólo de expropiar a los capitalistas, sino también de demoler totalmente la máquina estatal de la burguesía, su viejo ejército, su burocracia, su policía, y colocar en su lugar un nuevo sistema estatal, el sistema estatal proletario, el nuevo Estado socialista. Como es sabido, fue precisamente así como procedieron los bolcheviques. Pero de esto no se desprende en absoluto, que el nuevo Estado proletario no pueda conservar ciertas funciones del viejo Estado, modificadas de acuerdo con las necesidades del Estado proletario. De esto no se desprende, ni mucho menos, que las formas de nuestro Estado Socialista deben quedar inalterables, que todas las funciones iniciales de nuestro Estado deben seguir manteniéndose plenamente también en lo sucesivo. En realidad, las formas de nuestro Estado se modifican y se irán modificando, de acuerdo con el desarrollo de nuestro país y con el cambio de la situación exterior.”
Cuando Stalin dice sutilmente: “Pero de esto no se desprende en absoluto, que el nuevo Estado proletario no pueda conservar ciertas funciones del viejo Estado, modificadas de acuerdo con las necesidades del Estado proletario”, ya comienza el giro más importante que muchos desprevenidos del marxismo-leninismo. En su didáctica explicación del proceso de transición, Stalin señala:
“Desde la época de la Revolución de Octubre, nuestro Estado socialista ha atravesado en su desarrollo dos fases principales.
Primera fase: el período desde la Revolución de Octubre hasta la liquidación de las clases explotadoras. La tarea fundamental de este período consistió en aplastar la resistencia de las clases derrocadas, organizar la defensa del país contra los ataques de los intervencionistas, restaurar la industria y la agricultura, preparar las condiciones para liquidar los elementos capitalistas. Congruentemente con eso, nuestro Estado realizó, en aquel período, dos funciones fundamentales. La primera aplastar a las clases derrocadas dentro del país. Con ello, nuestro Estado se parecía, en lo externo, a los Estados precedentes, cuya función consistía en aplastar a los insumisos, pero con la diferencia de principio de que nuestro Estado aplastaba a la minoría explotadora, en aras de los intereses de la mayoría trabajadora, mientras que los Estados anteriores aplastaban a la mayoría explotada, en aras de los intereses de la minoría explotadora. La segunda función: defensa del país de los ataques del exterior. En esto también se parecía exteriormente a los Estados precedentes, que también se ocupaban de la defensa armada de sus países, pero con la diferencia de principio de que nuestro Estado defendía de los ataques del exterior las conquistas de la mayoría trabajadora, mientras que los Estados anteriores defendían, en estos casos, la riqueza y los privilegios de la minoría explotadora. Había también una tercera función: la de los organismos de nuestro Estado en el trabajo de organización económica y de educación cultural, que tenía por objeto desarrollar los brotes de la economía nueva, socialista, y reeducar a los hombres en el espíritu del socialismo. Pero esta nueva función no alcanzó, en aquel período, gran desarrollo.
Segunda fase: el período que va desde la liquidación de los elementos capitalistas de la ciudad y del campo hasta el triunfo completo del sistema socialista de la economía y la adopción de la nueva Constitución. La tarea fundamental de este período era: organizar la economía socialista en todo el país y liquidar los últimos residuos de los elementos capitalistas, organizar la revolución cultural, organizar un ejército completamente moderno para la defensa del país. Congruentemente con esto, han cambiado también las funciones de nuestro Estado socialista. Ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplastamiento militar dentro del país, porque la explotación ha sido suprimida, ya no existen explotadores y no haya quién aplastar. En el lugar de la función de represión, surgió la función, para el Estado, de salvaguardar la propiedad socialista contra los ladrones y dilapidadores de los bienes del pueblo. Se ha mantenido plenamente la función de la defensa militar del país contra ataques del exterior; por consiguiente, se ha mantenido también el Ejército Rojo, la Marina Roja de Guerra, lo mismo que los organismos de sanción y de contraespionaje, necesarios para capturar y castigar a los espías, asesinos, saboteadores, que los servicios de espionaje extranjeros envían a nuestro país. Asimismo se ha conservado, obteniendo un desarrollo completo, la función de los organismos del Estado en el trabajo de organización económica y de educación cultural. Ahora, la tarea fundamental de nuestro Estado, dentro del país, consiste en desplegar el trabajo pacífico de organización económica y de educación cultural. En lo que se refiere a nuestro Ejército, a los organismos de sanción y de contraespionaje, éstos van dirigidos, no ya contra el interior del país, sino contra el exterior, contra los enemigos exteriores.
Como veis, tenemos ahora un Estado completamente nuevo, socialista, sin precedentes en la historia, y que se distingue considerablemente, por su forma y sus funciones, del Estado socialista de la primera fase.
Pero el desarrollo no puede detenerse aquí. Seguimos avanzando, hacia el comunismo. ¿Se mantendrá en nuestro país el Estado también durante el período del comunismo?
Sí, se mantendrá, si no se liquida el cerco capitalista, si no se suprime el peligro de un ataque armado del exterior. Claro está que, en este caso, las formas de nuestro Estado volverán a modificarse, con arreglo al cambio de la situación interior y exterior.”
¿Interesante no? Una definición de comunismo con el fortalecimiento del Estado. Una caracterización de la transición al socialismo donde la vía de realización del mismo es de modo claro y transparente el ejercicio de la Dictadura: “nuestro Estado aplastaba a la minoría explotadora, en aras de los intereses de la mayoría trabajadora”, “desarrollar los brotes de la economía nueva, socialista, y reeducar a los hombres en el espíritu del socialismo”. En una segunda fase, “el período que va desde la liquidación de los elementos capitalistas de la ciudad y del campo hasta el triunfo completo del sistema socialista de la economía y la adopción de la nueva Constitución”, en esta segunda fase “ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplastamiento militar dentro del país”, “la tarea fundamental de nuestro Estado, dentro del país, consiste en desplegar el trabajo pacífico de organización económica y de educación cultural. En lo que se refiere a nuestro Ejército, a los organismos de sanción y de contraespionaje, éstos van dirigidos, no ya contra el interior del país, sino contra el exterior, contra los enemigos exteriores”.
¿Es este acaso el imaginario que una revolución democrática, pacífica, electoral y constitucional se plantea para la transición al socialismo? ¿Se trata acaso de fortalecer la función de aplastamiento militar dentro del país, utilizar el ejército, los tribunales y los servicios de contraespionaje contra el interior del país? ¿Quiénes fueron a la postre los enemigos internos de Stalin? ¿Los sometidos a las “grandes purgas”?
Valga este recordatorio para reanimar el debate a la crítica del modelo soviético de transición al socialismo y los comentarios de Chávez sobre el socialismo y la democracia en el llamado “Golpe de Timón”. No hay que pasar del realismo político de las relaciones de fuerzas a una legitimación ideológica del ejercicio de la Dictadura en nombre de los intereses del pueblo trabajador. Por esa vía, la dictadura del proletariado se convierte por acto de magia en la dictadura sin proletariado, en la formula anti-marxiana del “Comunismo con fortalecimiento del Estado”.
Como han reaparecido nostálgicos de los poderes dictatoriales y de vigilancia de Stalin, vale la pena tomar algunas previsiones históricas.
La transición al socialismo planteada en Venezuela, sin caer en el cretinismo parlamentario, implica desarrollar a cabalidad y en la praxis cotidiana la significación precisa de las relaciones entre revolución democrática y democracia revolucionaria.
En este orden de ideas, el debate constituyente del año 1999 y el Texto constitucional son faros de referencia para comprender como un eje central del Proyecto Nacional Simón Bolívar es la democracia social y participativa, señalando los vínculos entre participación, protagonismo, poder popular, asumiendo el debate aun no cerrado entre la revolución democrática y la democracia revolucionaria en el proceso bolivariano.
De modo que no se entienda como una anatema la necesidad de corregir y mejorar. Si los herederos considerar que los llamados a corregir y mejorar son ataques, incluso ataques personales, están partiendo de un bajo nivel de capacidad y conciencia, aunque demuestren mucha voluntad (matriz de liderazgo señalada por Chávez en diferentes intervenciones).
Está claro que a la derecha mundial no le bastó con el fallecimiento físico de Chávez, que estos actores, fuerzas y movimientos precisan de una “aplastamiento simbólico y político” del ahora llamado “Chavismo”.
La consigna sería: Chávez ya es cosa del tiempo pasado. Lo mismo ocurrió con la gesta de Bolívar, con Zapata, con Villa, Sandino, Farabundo Martí, Gaitán, Guevara, Allende y con toda esa trinchera de “viejos tipos y tipas” que Chávez evocó en su discurso ante el Foro Social de Porto Alegre en 2005. ¿Son cosas del pasado? De nuevo, apelamos a Mariátegui: “heterodoxia de la tradición”.
De modo que para no desviar más de lo debido el foco hacia aspectos cualitativos, conviene reconocer la significación del análisis de brechas electorales, aspectos cuantitativos del contexto significativo desde el cual pueden interpretarse tales guarismos para fines de estrategia electoral, además de señalar que el proceso bolivariano (como en sus aspectos políticos, económicos, culturales y sociales) requiere de revisiones, de correctivos y re-impulsos.
Si se quieren evitar sorpresas desagradables el 6-D, hay que preparase para neutralizar los peores escenarios y conquistar los escenarios más favorables.
En términos de tendencia histórica existe un margen cierto de probabilidad para una derrota electoral de la revolución bolivariana para el 6-D. Ese riesgo político debe analizarse como el peor de los escenarios, y este escenario debe ser superado.
Su superación depende fundamentalmente de la recuperación del voto histórico bolivariano con base a los siguientes aspectos:
a) Consolidar, integrar y ampliar una “fuerza política consistente” (fuerza material y fuerza moral, como señalara Simón Rodríguez en sus escritos),
b) Conservar-ampliar los bastiones territoriales y ampliar bases sociales de apoyo,
c) Conservar-ampliar el sistema de alianzas sociales y políticas,
d) Encarar el reto del Liderazgo y de la conducción sustitutiva a Chávez,
e) Consolidar y expandir su capacidad hegemónica en el terreno ético-cultural, intelectual, político y económico.
En las siguientes entras, veremos en particular el análisis de las brechas históricas y cuáles serían los escenarios más probables para el 6-D-2015.

Articulista de Opinión. Promotor del Pensamiento Crítico Socialista. Profesor de Estudios Latinoamericanos-Sociología UCV.
 [email protected]      @jbiardeau

Javier Biardeau


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