Revista Cultura y Ocio

Javier García Crocco, Fernando Sorrentino, La Máquina del Tiempo y el Grupo Alejandría: Unidos por la escritura

Publicado el 03 abril 2011 por Poli @FIPoli27


Javier García Crocco, Fernando Sorrentino, La Máquina del Tiempo y el Grupo Alejandría: Unidos por la escritura

Javier García Crocco

Javier es uno de esos extraños tipos, desconocidos para el gran público, inédito, que tiene una relación muy cercana y particular con la palabra, de una sensibilidad extraordinaria. Nos conocimos el año pasado en el Bar Todo Mundo de San Telmo (el mismo en el que, casualmente, se junta el Grupo Alejandría) cuando nuestro común amigo, Daniel Dalmaroni, presentó su libro Teatro 2 que recopila sus excelentes últimas obras. Intercambiamos direcciones de emails y nos empezamos a mandar relatos. Javier me envió, entre otros, dos cuentos claramente borgianos. Uno de ellos, Insensatos, juega como lo hacía el Gran Jorge Luis con la simetría, con perfección absoluta. El otro, Cuento con prólogo, especula, también como hacía el prócer en otros casos, sobre el significado de un prólogo de una hipotética novela de Tomás Gomez Reyuelo; y las disquisiciones son típicamente borgianas. Además de esto, telefónicamente me hizo observaciones precisas, como un  maestro, sobre tres cuentos que desde hace años tengo a punto de terminar (Ángeles caídos; Espera, no te vayas, Sentirse un dios). En esas charlas, me contó algo que, en lo personal, me hace valorar  más su producción y su pasión por las letras: el sacrificio con que lleva adelante la escritura, robando horas al sueño y en el espacio que haya libre. Me recordó los testimonios de grandes como Juan Carlos Onetti y Roberto Arlt. No tengo dudas de que, en algún momento no tan lejano, publicará su narrativa y la podrán disfrutar. 

Dos más sobre Javier García Crocco. 1.  Leerá uno de sus cuentos el martes próximo junto a, entre otros, Juan José Becerra, invitado por el Grupo Alejandría, como les decía arriba, en el mismo Bar en el que nos conocimos en San Telmo. 2. Me envió, Javier, el link de una Revista Literaria La máquina del tiempo dirigida por Hernán Isnardi en la que colaboró acercando una entrevista con el escritor Fernando Sorrentino (a quien yo no conocía). A pesar de que disiento con varias de las afirmaciones de Sorrentino (su visión sobre Juan José Saer y Osvaldo Soriano), es un punto de vista interesante el que sostiene con total seguridad sobre la narrativa (Sábato vs. Viñas, la caracterización de los elementos esenciales de un cuento, Abelardo Castillo). Por eso seleccioné un fragmento de esa entrevista abajo y la completa en el link de arriba. Fernando Sorrentino nació el 8 de noviembre de 1942. Es escritor y profesor en Letras. Su obra narrativa se compone de los siguientes libros de cuentos (La regresión zoológica, 1969; Imperios y servidumbres, 1972; El mejor de los mundos posibles, 1976; En defensa propia, 1982; El remedio para el rey ciego, 1984; El rigor de las desdichas, 1994), un relato extenso Costumbres de los muertos, 1996) La corrección de los corderos y otros cuentos, 2002; Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza, 2005; El regreso y otros cuentos inquietantes, 2005. etc. Una novela no demasiado larga Sanitarios centenarios, 1979. Y sus libros para niños y/o adolescentes: Cuentos del Mentiroso, 1978; El Mentiroso entre guapos y compadritos, 1994; La recompensa del príncipe, 1995; Historias de María Sapa y Fortunato, 1995; El Mentiroso contra las Avispas Imperiales, 1994; La venganza del muerto, 1997; El que se enoja, pierde, 1999; Aventuras del capitán Bancalari, 1999. Es también autor de dos libros de entrevistas: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, 1974; Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, 1992. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, y distinguida con numerosos premios y menciones.
Reportaje a Sorrentino (por Javier García Crocco).

"Si uno escribe, más que relatar, tiene que mostrar". Fernando Sorrentino.

¿Qué es un cuento?

Bueno, al minuto de juego ya tenemos una pregunta muy difícil… A ver…, un cuento es una construcción de palabras, que tendría que causar en el lector una impresión, digamos, instantánea y tendría que ser en todo bastante parecido a lo esencial. En una novela hay muchísimas partes neutras que son partes que hay que poner porque no hay más remedio, y que por lo general son meros nexos en vez de episodios de ficción. Un cuento -bueno, eso no lo inventé yo, se ha dicho muchas veces- tiene algo que también tienen los poemas, y es que pueden llegar a una excelencia esencial. O sea: una novela puede ser excelente pero puede serlo de una manera difusa, mientras que un cuento tiene que ser excelente de una manera muy concentrada. Sería muy difícil decir de un cuento: este párrafo está mal. Porque: o está todo bien, o está todo mal. Un pequeño error en un cuento descalabra todo el conjunto.
Has dicho que lo esencial de un cuento es su verosimilitud. ¿Qué otros imperativos debe tener?Sí. La verosimilitud es lo más importante porque el lector, como se dijo alguna vez, tiene que "suspender la incredulidad". Eso es fundamental. Si a una narración le falta verosimilitud, no se la puede leer. Entonces el lector empieza a irritarse porque no puede creer lo que está leyendo.
Otra cosa que creo que tiene que tener cualquier narración -parece una verdad de Perogrullo- es que no aburra. Yo me dejo llevar por el hedonismo, y no puedo leer un relato que no me interese. Por eso he aborrecido visceralmente la llamada literatura experimental: ese conjunto de palabras que sólo son palabras, pero detrás de las palabras no hay hechos. No la puedo soportar. Mi pretensión es bastante modesta en ese sentido. Yo quiero que me cuenten una historia. Leer una historia que me entretenga, que, sobre todo, me atrape. Las palabras, para mí, son meros instrumentos para contar hechos, y no al revés: cuando los hechos son meros pretextos para acumular palabras.

¿Cómo trabajás la trama de un cuento?La misma redacción me va llevando Yo tengo una idea. Por ejemplo el "famoso" cuento mío del paraguas;1 una vez que tuve la idea de que hay alguien que le pega en la cabeza a otro con el paraguas, tengo que empezar a escribir, y ese mismo trabajo me va llevando a una elección continua. Es decir: en cada párrafo elegís algo. Elegís una cosa y desechás cien mil. Y en el párrafo siguiente, lo mismo. Es decir cada nueva oración te plantea un problema de elección. Y hay que elegir y, bueno, así hasta el final. Esto lo dije muchas veces: cuando tengo la idea yo escribo como una catarata de cualquier manera. Lo único que me importa es llegar al final. No puedo tener la abstracción en mi cabeza. Tengo que tener el papel y tengo que ver palabras. No me interesa que lo escrito sea un disparate: que empiece de una manera y termine de otra, que los personajes vayan mutando de nombre, que las calles vayan mudándose de barrio. Lo que quiero es tener algo palpable. Cuando lo tengo, empiezo todo de nuevo, del principio al fin, las veces que me parezcan necesarias. Ése es mi método de trabajo. Tengo cuentos que son complicados, que tienen algo de mecanismo de relojería en el sentido de que sobre el final las piezas encajan unas en otras. Aun en esos casos, el cuento se fue construyendo sobre la marcha. Y la trama me fue llevando a modificar, a retroceder, a modificar de nuevo, a reelaborar, y a volver a avanzar y retroceder un montón de veces.
¿En la construcción literaria, la trama es, entonces, uno de sus pilares?Fundamental. Es fundamental porque el relato que no cuenta nada es inexistente, no tiene sentido ni razón de ser.
Yo soy un admirador, ¡fanático!, de Marco Denevi. Denevi te empieza a contar una historia y te cuenta la historia. Hay mejores, hay peores. He leído muchos cuentos de Denevi y muchas novelas y todo el tiempo, como lector, me decía: ¿qué va a pasar ahora? Eso a mí me parece maravilloso. Si yo lograra que el lector avanzara en la lectura de mis cuentos queriendo saber qué va a pasar, me consideraría más que bien pagado.

¿A qué llamás creación literaria?Sería algo así cuando logro combinar las palabras de tal manera que se conviertan en un tejido parecido a una narración. Más eficaz, menos eficaz, más afortunada, menos afortunada, pero es eso: una construcción artificial de palabras.
Esta eficacia de la que hablás, ¿tiene que ver con un efecto causado en el lector?Sí. Pero el lector soy yo. Cuando yo escribo, trato de escribir lo que a mí me gustaría leer. Por eso nunca voy a escribir literatura experimental ni voy a producir una acumulación de palabras huecas. Ni voy a describir los problemas sociales o económicos de algún grupo de la población. Tengo que escribir lo que a mí me gusta leer. Y a mí me gusta leer historias insólitas, historias fantásticas, historias sorprendentes.

..............¿Los escritores que tienen opinión propia difícilmente pueden integrar un círculo literario?Yo sólo puedo hablar por mi persona. No sé qué piensan los demás.
...
Abelardo Castillo, tiene varios cuentos muy buenos, pero recuerdo especialmente uno, "Volvedor". Un cuento que funciona como un mecanismo de relojería.
Y hay otros autores que, en fin…, no logro comprender cuáles son sus méritos. Yo compraba prácticamente todos los libros de literatura que publicaba el Centro Editor de América Latina, y leía cuentos y novelas.
Por ejemplo, parece ser que ahora es obligación venerar a Juan José Saer, que solía figurar en esas antologías… Y esos cuentos no tienen ninguna gracia, ninguna sorpresa, son monocordes… Es posible que él sea un narrador genial, pero, sin duda a causa de mis limitaciones, El entenado, que leí hace poco, me resultó insoportablemente aburrido…
Por mis épocas juveniles leí nada menos que cuatro novelas de David Viñas: Los dueños de la tierra, Dar la cara, Cayó sobre su rostro, Un dios cotidiano. Lo cierto es que las leí sin esfuerzo y sé que no me aburrieron. Pero casi no me ha quedado ningún recuerdo de ellas, lo que me hace pensar que invertí una cantidad importante de mi tiempo en leer para el olvido. Naturalmente, Viñas escribe infinitamente mejor que Sábato, que es un prosista bastante torpe. Sin embargo, puedo recordar más episodios de Sábato que de Viñas, y quizás esto tenga que ver, no con las palabras, sino con los hechos narrados. Creo que, a pesar de su torpeza estilística, lo que narra Sábato es mucho más interesante que lo que narra Viñas.
.......Por último, de todo esto hablado, recordado, ¿se te ocurre en este momento alguna anécdota que quieras contarnos?

Yo cursé el profesorado en el Mariano Acosta. Ahí tuve como profesor de lengua a don Julio Balderrama, que es el hombre más inteligente que yo haya conocido, en todo sentido. Una vez nos hizo escribir una redacción. Y yo la escribí a mi manera, pensando que la hacía muy bien. Luego Balderrama me hizo sus observaciones. Fueron dos o tres minutos en los que yo aprendí muchísimo. Porque él me dijo lo siguiente: "Si uno escribe, más que relatar, tiene que mostrar".
Tiempo después leí el libro de Ortega y Gasset Ideas sobre la novela. Y ahí Ortega y Gasset escribe algo que me confirmó lo que me había dicho Balderrama. Él contaba que, en una novela de Emilia Pardo Bazán, ella decía que cierto personaje era muy gracioso. Pero Ortega y Gasset leía el libro y no le veía hacer ninguna gracia al personaje. Se sentía irritado porque la autora decía que el personaje era gracioso y él se preguntaba ¿por qué?, dado que el personaje no había hecho ninguna cosa graciosa. Desde luego, en vez de decir que tal personaje es gracioso, en vez de declararlo, uno tiene que hacerle hacer cosas graciosas. Y todo eso, que parece el abecé de la narrativa, uno a veces necesita que alguien se lo diga, o, si no, lo descubre por sí mismo después de equivocarse varias veces. Yo me di cuenta de eso gracias a las palabras de Balderrama -claro, yo le prestaba muchísima atención a todo lo que decía- . Y eso lo aproveché.
Podría dar un ejemplo clásico de una narración escrita por alguien que no sabe narrar: el Cándido de Voltaire, que adolece justamente de ese defecto. Cuenta, pero no muestra.
¿Podríamos decir que el escritor a la hora de escribir debe pensar en un lector que termina de completar la idea? O sea: si ve a un hombre haciendo cosas graciosas, que el lector diga: este tipo es gracioso.Exactamente, el lector no tiene por qué confiar en la palabra del narrador. Sí tiene que creer en lo que el autor le muestra: ésa es la verdadera prueba de la eficacia narrativa.
Notas
1. Se refiere al cuento "Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza", que forma parte del volumen Imperios y servidumbres (1972). Puede leerse en:
http://sololiteratura.com/sor/sorrentinoexiste.htm


Javier García Crocco, Fernando Sorrentino, La Máquina del Tiempo y el Grupo Alejandría: Unidos por la escritura
Blog del autor del libro de cuentos "Historias fugaces de hombres y mujeres".

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