Revista Historia

Lisboa y La Baixa: teatros, cafés, licores...y un hospital de muñecas.

Por Descubriendonuevasciudades

La Baixa se extiende, de norte a sur, desde el Rossio y la Plaza da Figueira hasta el Terreiro do Paço, a orillas del Tajo. Este barrio es un entramado de calles, que esta limitado al este por la rua da Madalena y al oeste por la del Crucifixo. Tiene cuatro arterias principales que llevan los nombres de Rua do Ouro, Rua Augusta, Rua da Prata y Rua dos Fanqueiros, que se cruzan con la Rua dos Sapateiros y la dos Douradores. Estas calles fueron trazadas según un patrón geométrico regular, todos su edificios se proyectaron para que tuvieran la misma altura, que fueran sobrios y con una uniformidad decorativa, tanto que se prohibió alterar las fachadas incluso poniendo macetas en las ventanas, balcones o buhardillas. Los que fueron desalojados de la antigua Baixa por culpa del terremoto de 1455, de los incendios que lo sucedieron y de las demoliciones del gobierno debían sentirse desorientados ante tanta uniformidad, hay que recordar que el antiguo barrio medieval era abigarrado y caótico, es por ello que prefirieron seguir viviendo en las barracas y tiendas que se levantaron mientras se levaba a cabo el nuevo barrio, incluso se negaron a ocuparlo teniendo que ser obligados a mudarse a él mediante el uso de la fuerza por parte de la policía. Poco a poco se terminaron las iglesias del barrio, sin torres para que no excedieran la altura uniformada de las casas. Se instalaron locales comerciales de diversos artículos y variopintos gustos, incluso se decidió que edificios que se habían mantenido en pie tras el terremoto, tirarlos abajo y reconstruirlos en un nuevo estilo, más acorde con el nuevo barrio. Hay algunas excepciones como el palacio neobarroco, con sus enormes cabezas humanas y leoninas, está situado en la esquina de la calle de la Concepción con la del Crucifixo.

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Para iniciar el paseo lo haremos desde el Rossio de Valverde, o más popular la Praça do Rossio. La palabra Rossio hace referencia a un espacio de propiedad común, ya desde tiempos medievales era el centro neurálgico de la ciudad, fue el escenario de revueltas y festejos populares, se utilizaba como plaza de toros o lugar de ejecución en tiempos de la inquisición. Pues el tribunal de la Inquisición se instalo en la antigua Casas dos Estaus, en un principio construida para albergar a los extranjeros ilustres que visitaban Lisboa y que acabó siendo una sede inquisitorial muy temida. Por suerte o por desgracia el terremoto de 1755 se llevó el edificio por delante, hoy su lugar lo ocupa el Teatro de Doña María II. Este teatro sufrió un incendio en 1959, y tuvo que ser reconstruido, conservaron la fachada y el peristilo de columnas jónicas. Encima del frontón, se encuentra la estatua de Gil Vicente, algunas de cuyas obras se estrenaron en el desaparecido palacio real del Terreiro. No es el único poeta que se encuentra honrado en esta plaza, corazón de la ciudad, pues en el antiguo café Nicola, situado en un edificio del ala occidental de la plaza, se puede ver una estatua de cuerpo entero de Bocage.

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La historia cuenta que la plaza del Rossio quedó totalmente en escombros tras el terremoto de 1755, y todo lo que vemos actualmente se debe a la reconstrucción del siglo XVIII del Marqués de Pombal. De todos los edificios que había en la plaza sólo se mantuvo en pie el Palacio de Almada, actualmente conocido como el Palacio de la Independencia, por haber sido el punto de encuentro de los nobles portugueses que conspiraron contra España para lograr la independencia de Portugal en 1640. Al lado, antes del terremoto, estaba el Hospital Real de Todos los Santos, empezado a construir en 1492 por el rey Juan II y acabado por Manuel I, en 1504. Se trataba de la construcción sanitaria y caritativa más importante de Lisboa, pues ocupaba toda la cara este de la plaza. La lástima es que sólo estuvo en pie medio siglo, en su lugar hoy está la Plaza da Figueira.

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Si nos acercamos a esta plaza podremos disfrutar de una espléndida vista del Castillo de San Jorge. Como curiosidad os diré que en el número 7 de la Praça da Figueira, existe un hospital muy curioso, pues es para muñecas. Desde 1830 el Hospital de Bonecas (muñecas) es único en su género y el más antiguo de Europa. Desde hace más de un siglo este hospital cura a las muñecas de los más pequeños, los recuerdos de los ancianos y la memoria de todos los lisboetas. El sistema de hospitalización y los tratamientos que reciben es como si fuera un hospital normal. Ingresan a traves de la taquilla de la tienda, se rellena una ficha con el número de cama que identificará al paciente, se coloca la muñeca en una camilla (tinoni) y se sube por la escalera hasta la planta del taller. Cada sala tiene un nombre que indica el tratamiento que se va a dar. Tenemos la sala de cirugía plástica, aquí las restauran, pintan y peinan. También está la sala de los politraumatizados, para las muñecas que han sido víctimas de juegos un pelín violentos. Y por último está la sala de los transplantes, llena de brazos, piernas, cabezas... Si la pobre muñeca no tiene arreglo acaba en la morgue, donde las partes aún servibles se utilizarán para otras enfermas.

Pasó el tiempo, y en el siglo XIX la plaza fue cubierta con los típicos mosaicos portugueses, la adornaron con dos fuentes de bronce que se importaron de Francia. En 1874 fue erigida en el centro de la plaza la estatua de Pedro IV, rey de Portugal y primer emperador de Brasil, a sus pies las figuras alegóricas representan a la Justicia, la Sabiduría, la Fuerza y la Templanza, se supone que eran las cualidades de Don Pedro, aunque muchos no lo crean. Desde ese momento el nombre oficial de la plaza sería Praça de Dom Pedro IV, aunque se coloquialmente sigue siendo del Rossio.

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La estatua fue inaugurada el 29 de abril de 1870, y a los pies de la columna hay un insólito conjunto de estatuas, situadas en las esquinas del pedestal cuadrado, que se encuentra ribeteado con los blasones de las principales ciudades portuguesas. Las figuras se encuentran vestidas con solemnes trajes grecorromanos. los personajes representan los cuatro naipes de la baraja, el trébol o bastos (paus), la pica o espadas (espadas), diamantes u oros (ouros) y corazón o copas (copas) y ¿que pintarán los palos de una baraja en medio de la plaza? os preguntaréis... pues son una vulgarización del símbolo del báculo episcopal, de la espada real, de la estrella protectora y de la eucaristía como atributos mágicos tradicionales de los cuatro Ángeles del Destino, y al que los orientales llaman Deva Lipikas. La tradición cabalística judeocristiana los conoce como los Cuatro Arcángeles Coronados, y los llama Rafael, Miguel, Uriel y Gabriel. La disposición en la que están colocados nos da a entender que sirven para proteger a Portugal, partiendo del centro de la plaza y en dirección a la estación central del Rossio donde se encuentra la estatua de Don Sebastián, encontramos la Prudencia, es la que sujeta en su mano derecha una rueda con una serpiente, representa el naipe de oros. Mirando hacia la puerta de San Antonio, encontramos la Templanza con una copa. Mirando hacia el Convento do Carmo, donde vivió el santo y guerrero Nuno Álvares Pereira, destaca la Fuerza, apoyada sobre una maza. Nos falta la Justicia, a la que caracteriza la espada y la balanza, y se encuentra mirando hacia la Sé. En lo alto del monumento tenemos al Poder, representado en la figura de Don Pedro IV, que mira hacia el Arco de Triunfo de la Rua Augusta y el Cais das Colunas.

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Ese mismo siglo XIX, entre 1886 y 1887 otro edificio fue erigido en la plaza, la Estación de Trenes del Rossio, con una fachada neo-manuelina proyectada por el arquitecto Luís Monteiro, por encargo de la Compañía Ferroviaria Real Portuguesa. La estación está muy decorada, nos parecería más un palacio o un teatro. Es cuando accedemos a su interior, cuando contemplamos el bello techo de los andenes, ideado por Gustave Eiffel. Las plataformas de los andenes se encuentran unos cuantos metros por encima del nivel de la entrada principal, pues el edificio se construyó en la colina del Bairro Alto. Desde aquí los trenes parten hacia Sintra y Queluz. Para los amantes de las grandes cadenas de cafés americanas, que siempre acuden a uno de ellos cuando se mueven por el mundo, os diré que el Starbucks está entrando a la derecha.

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Al lado del Teatro Doña María II hay una plaza, la de Largo Sao Domingos, lo que ocurre es que nos olvidamos de ella al estar tan presente la del Rossio. En esta plaza encontramos el Palacio de la Independencia. Fue propiedad de los condes de Almada y aquí se reunieron los conjurados que , en 1640, se rebelaron y destronaron a los reyes españoles de la Casa de Austria.En su interior destacan los típicos azulejos tan presentes en Lisboa, algunos de ellos conmemoran este hecho histórico, aunque también hay escenas de caza, episodios mitológicos e incluso dibujos abstractos. Si queréis comer bien está la Kantina, el restaurante que hay en el mismo palacio. La comida es típicamente portuguesa, y el menú va variando cada día, dependiendo a la zona de la región a la que lo dedican. Los viernes por la tarde, el palacio se puede visitar de forma gratuita.

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En la misma plaza se pueden ver la Iglesia de Sao Domingos, fundada en el siglo XII, una iglesia que sufrió el terremoto de 1531 que la dejó bastante maltrecha, la restauraron pero aún no habían acabado que de nuevo sufrió otro terremoto el de 1755 de nuevo reconstruida, en 1959 sufrió un incendio en el que murieron dos bomberos. Es la más grande de Lisboa, y aquí se celebran las ceremonias religiosas más importantes, coronaciones, exequias, bodas reales...En esta iglesia comenzó el motín de la matanza de los cristianos nuevos en 1506, durante casi 100 días por toda la ciudad una turba enloquecida se dedicó a perseguir y asesinar a cientos de judíos conversos acusándoles de ser los culpables de la peste y de la hambruna que azotaba el país. Todo comenzó el 19 de abril, era domingo y los fieles estaban orando para pedir que la sequía y la peste abandonaran de una vez el país, en un momento dado alguien juró haber visto en la cara iluminada de Cristo del altar, un fenómeno que para los católicos presentes, sólo podía significar un milagro, era el mensaje misericordioso de Cristo. En esas que un nuevo cristiano que también estaba en la misa, intentó explicarles que este supuesto milagro era sólo el reflejo de la luz, más le valdría haberse estado calladito, pues con esta afirmación se desató la ira.

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A partir de ahí los Judíos se convirtieron en el chivo expiatorio, los frailes dominicos contribuyeron a los disturbios prometiendo la absolución de los pecados de los últimos 100 días para todos aquellos que matasen "herejes", así que más de medio millar de personas se pusieron a ello. Hoy se recuerda a las víctimas con un monumento con la forma de la estrella de David, situado en el exterior de la iglesia. También en un muro a la derecha de la plaza hay una placa donde se puede leer la frase "Lisboa, una ciudad de tolerancia" escrita en 34 idiomas.

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Un lugar muy típico para los lisboetas y para los turistas se encuentra justo entre el teatro y la iglesia, se trata de un bar pequeño en el que sólo caben en la barra tres clientes. Se trata de "A Ginjinha", un bar donde sirven la Ginja, un licor de cerezas. Fundado en 1840 por Francisco Espinheira, cuando decidió mezclar cerezas, agua, alcohol y azúcar y lo puso todo a fermentar, de eso hace 100 años, y durante todo este tiempo los lisboetas han disfrutado de un licor que se toma en vasitos, como si fuera el típico "chupito". Hay que tener cuidado con él, pues entra muy bien y muchas veces nos olvidamos que su graduación es de 23 grados. Cuando lo pidáis el camarero os preguntará "com elas" o "sem elas", se refiere a las cerezas, si queréis rematar el chupito con la traca final que sería comerse las cerezas. Eso ya, a gusto del consumidor! Hay más bares que ofrecen Ginjinha por Lisboa, ya los iremos conociendo, no os preocupéis...


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