Revista Viajes

Metro-manila, la final de berlín y el monte manalmon

Por Eazkoitia
METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Este último mes de junio hemos tenido el blog completamente desatendido, pero tenemos una buena excusa: estábamos viajando por Filipinas, en concreto por las islas de Palawan y Busuanga.Llegamos a Manila (Metro-Manila para los amigos) un pegajoso viernes justo en la hora punta de la tarde por lo que el taxi del aeropuerto (de los amarillos, que son los caros) tardó casi dos horas en recorrer unos 10 km. Si no fuese porque en Manila no hay aceras habríamos ido más rápido caminando a pata coja con grilletes en los tobillos.METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Moverse por Manila representa un acto de fe del que hay que estar convencido. ¿Qué quieres cruzar la calle? Cierras los ojos y como Indiana Jones en “En busca del Arca perdida” das el primer paso con los cataplines por corbata. Mágicamente llegarás al otro lado de la avenida sin percances destacables. Aquí en Manila como en Roma el código de circulación imperante es el caos organizado: los semáforos son como las luces de Navidad (visto uno, vistos todos y a otra cosa mariposa, por lo que nadie les hace caso), los pasos de peatones son como una pieza de arte moderno, la gente los mira, ve que significan algo pero no los entiende así que los ignora y cruza la calle a las bravas como las cebras los ríos en el Serengueti. ¿Qué pasa si de repente quieres ir a un centro comercial a no comprar nada porque todo es carísimo? Fácil, te chupas el dedo, haces ver que estás comprobando de dónde viene la polución y entonces decides una dirección al azar. En menos de tres minutos estarás en un “Mall” como Diagonal Mar donde, antes de entrar, un policía con el uniforme muy bien planchado te tocará con un palo para comprobar que no llevas bombas encima. En Manila hay más centros comerciales que iglesias en Sevilla, lo que no hay es gente que pueda comprar en ellos. Tierra de contrastes.En estas estábamos, con el evidente susto producido por cambiar Glenorchy por una mega urbe de 15 millones de habitantes, cuando descubrimos que daban la final de la Champions en abierto y en directo. Y yo no me había llevado la camiseta del Barça. Afortunadamente no soy supersticioso (dicen que serlo trae mala suerte). Vimos, de madrugada, los primeros 75 minutos del partido marchándonos con 2-1 en el marcador. Habíamos quedado con un grupo excursionista (Trail Adentours) de Manila para ir al Monte Manalmon, y la cita era a las cuatro y media de la madrugada. METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Nos reunimos todos en el McDonald’s “El Pueblo” donde tuvimos el primer contacto con la simpatía filipina. El grupo excursionista era gente joven muy sonriente que nos hicieron sentir bienvenidos desde el primer minuto. Una vez estábamos todos nos fuimos presentando uno por uno como si estuviésemos en una reunión de Alcohólicos Anónimos y partimos hacia el Monte Manalmon enlatados en dos furgonetas, bienvenidos a Asia. METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
La ascensión al monte es muy sencilla y corta, pero la humedad y el calor la dificultan bastante. El camino transcurre a través de un bosque de mangos y piñas. Miles de árboles de mangos hacían que el bosque oliese a zumo tropical. Qué rico. Y, por primera vez, vimos de dónde salen las piñas. Qué fruta más rara.METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Las vistas desde la cima del monte son muy diferentes a las que tenemos en Nueva Zelanda, obviamente, en Filipinas no hay Hobbits a pesar de ser gente muy bajita. Esta zona de la isla de Luzón era completamente llana con algún que otro promontorio elevándose sobre las copas de los árboles aquí y allá.METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Bajando del monte encontramos un riachuelo en el que no pudimos reprimir las ansias de darnos un baño para refrescarnos. La verdad es que fue como entrar en un jacuzzi, madre mía que caliente estaba el agua. Así que nos refrescamos más o menos.METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Volvimos al punto de partida de la excursión, donde intentamos comer rodeados de perros hipnotizadores en busca de algo que llevarse a la boca. Después de comer, las cuevas.METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Nos habían avisado acerca de la excursión: había que llevar calzado adecuado (botas), pantalón y camisa de manga larga por el sol y por las rocas, etc. Pues los guías iban en bañador y chanclas, subiendo arriba y debajo de las paredes de las cuevas como si fuesen cabras. METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
METRO-MANILA, LA FINAL DE BERLÍN Y EL MONTE MANALMON
Ya de vuelta a Manila paramos a cenar en un abrevadero de carretera donde descubrimos que si pides pato frito, te traen medio pato frito; sin plumas pero con todo lo demás. Qué brutos, parecen vascos. De Manila fuimos a Puerto Princesa, en Palawan, pero a esto llegaremos otro día. Enrique & Marina

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