Revista Cultura y Ocio

Mucho «mariconeo» en Madrid

Publicado el 08 agosto 2015 por Blog De Golcar Golcar Rojas @golcar1

Mucho «mariconeo» en Madrid

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Esto lo escribo mientras voy por la carretera rumbo a Lisboa desde Madrid. A los lados de la vía me rodea un paisaje reseco de tonos ocres y verdes. En algunos tramos la vista se llena del amarillo de los sembrados de girasoles o del oro del pasto seco. En otros el paisaje vira a unos tonos entre gris y verde, los característicos de las siembras de olivares, para de pronto tornarse verde intenso con los inmensos maizales. El cielo es de un tono azul brillante y plano, apenas surcado por una que otra nube. El sol resplandece en lo alto y mientras avanzamos, rememoro lo vivido estos últimos días.

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Los días 3 y 4 de julio fueron jornadas de marcha y algarabía en Madrid. Caminar por los alrededores de Sol y Chueca era asistir a una exhibición de diversidad y de la variedad de la especie humana. Días de fiesta y mariconeo por todos lados. Las lenguas e idiomas se mezclaban cual torre de Babel. Los colores de la piel relucían en todas su manifestaciones bajo un cielo soleado y azul. La noche del 3 quedamos en encontrarnos con Jacqueline y Guillermo junto a «la osa» de Sol. Dos viejos amigos de Maracaibo que llevan unos años viviendo en Madrid. En un bar por Sol nos bebimos unos tragos, comimos un delicioso queso manchego, pan y aceitunas. La conversa, como es habitual, giró en torno a la política, la inseguridad, la inflación y la escasez de Venezuela. No podían faltar algunas comparaciones y referencias a la realidad española y al espanto con el que algunos venezolanos recibimos el discurso de Podemos.

Luego, nos reuniríamos con Yofrank y José para pasear un rato por la Madrid de trasnocho y botellón. Más tarde, se nos uniría Marco.

Difícil decidir hacia dónde apuntar la cámara entre tanta gente llamativa y edificios y monumentos. Gran Vía esa noche era un inmenso templete. El botellón más grande que esa vieja dama que es Madrid haya podido observar. Por los lados de Callao, frente al cine del mismo nombre, una tarima ofrecía un concierto de «Las amistades peligrosas». El lugar estaba atiborrado de gente, algo muy significativo pues, justo en esa parte de

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Madrid, antes exhibían pintas de «Bienvenidos a la zona libre de homosexuales», o algo parecido, según me contó Marco Tulio. Al día siguiente, fuimos a una terraza para reunirnos con un grupo de españoles para almorzar antes de ir al desfile del orgullo gay. La mesa parecía el set de una película de Almodóvar. Gente alegre y divertida con ese humor característico de los personajes almodovarianos. Una rica paella, patatas bravas y una refrescante y deliciosa sangría. Un agua de Valencia, para concluir.

De allí, nos fuimos rumbo al Café de la luz a encontrarnos con Elvia Sánchez, una vieja amistad virtual con vínculos fraternales en la vida real. El encuentro fue ameno y divertido. Un grupo de amigas con las que provoca pasar horas conversando, todas con vínculos especiales con Venezuela, así que se imaginan sobre qué versó la mayor parte de la conversación. Pero, antes de llegar al Café de la luz, pasamos por la Calle del Desengaño, un viejo anhelo por cumplir. La calle no cuenta con el portal número 21 de la serie «Aquí no hay quién viva», llega hasta el 20, pero sí conserva algo del ambiente mostrado en el seriado televisivo que tantas risas me ha regalado por años. Está llena de putas viejas y gorditas echadas en los portales que hablan con diferentes acentos; colombianas, rumanas, dominicanas…

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Del Desengaño, fuimos directo a Cibeles para ver el desfile. Los alrededores del Ayuntamiento, ese imponente edificio que era el Palacio de Comunicaciones y la sede de Correos en mi viaje anterior, frente a la fuente de la Diosa, estaba a tope.

Mucha piel, mucho cuero, mucha pluma. Toda la diversidad imaginable se daba cita para festejar el orgullo de ser y dejar ser. Niños, jóvenes, ancianos. Blancos, negros, amarillos. Judíos, católicos, cristianos, musulmanes, agnósticos, ateos… Homosexuales, transexuales, bisexuales, travestis, intersexuales; la calle de Alcalá era una vitrina de las diferencias. Las banderas de arcoiris ondeaban por doquier y relucían bajo el cielo azul y el resplandeciente sol de Madrid. Los bomberos rociaban agua con las mangueras para aminorar el sofocón.

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Al final, el desfile no fue lo esperado. Las carrozas nunca aparecieron. Pero fue divertido y una experiencia interesante para practicar la tolerancia y superar prejuicios. La galería humana daba todo de sí, como se aprecia en las fotos.  A eso de las 11 y media de la noche, llegábamos exhaustos a casa. Luego nos enteraríamos de que a esa hora comenzaron a desfilar las carrozas. ¡VayaPalaMierda!

El domingo, nos levantamos tarde. Comimos una deliciosa pasta con ibéricos y crema hecha por Yofrank y salimos a pasear por el parque público de Tres Cantos. Un espacio con cisnes, patos, tortugas y pájaros. Con hermosos jardines y perfumadas y coloridas rosas. Puro relax.

Luego, al teatro. A La Latina, junto Lavapiés para ver «ATCHÚUSSS!!!», un divertido montaje dirigido por Carles Alfaro, con textos cortos de Anton Chejov, firmados con el seudónimo de Antosha Chejonte utilizado por el ruso

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en su juventud. Cinco historias breves, cinco estornudos que garantizan montones de risa. El dispositivo escénico es lúdico e ingenioso. Con dos grandes espejos decorados que funcionan como parabán y en el que, por efecto de la iluminación, nos permite observar a través para ver en segundo plano como los artistas se cambian de vestuario para encarnar múltiples personajes cada uno. La escenografía está muy bien concebida y el vestuario tipo clown contribuye a la explosión de carcajadas inspiradas por unos personajes miserables, unos pobres diablos que desnudan ante el espectador sus mezquindades, avaricias y miserias. Personajes interpretados magistralmente por Malena Alterio y Fernando Tejero de «Aquí no hay quién viva», Adriana Ozores  y Enric Benavent, el alcalde de «El secreto de Puente viejo», con lo cual, el espectáculo da la impresión de ser un encuentro entre viejos y divertidos conocidos. La selección de los textos y la secuencia hecha le imprimen un ritmo que hace que las carcajadas vayan in crescendo, con un humor inteligente que no se conforma con la vulgaridad y el chiste fácil. Hacía mucho no me reía tanto con una obra de teatro.

Al salir de la sala, dimos un paseo por la zona de El Rastro, pero sin el mercadillo y allí mismo cenamos con los añorados huevos rotos con jamón y patatas. Otro deseo cumplido. De allí, a casa para preparar la maleta para el viaje a Portugal al día siguiente. La aventura apenas empieza.

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