Revista Coaching

Sin fecha de caducidad

Por Raúl Amo @amoelreto

Hace ya muchos años, un hombre, con una herida muy profunda, dejó de creer en el amor. Dejó de creer en la mayor energía del universo.

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Estaba separado del resto y así lo deseaba. Lo deseaba con toda el alma, por ese dolor monstruoso, que hizo partirse en dos y en miles de pedazos su corazón. Un corazón que siempre volaba libre, sin miedos, sin corazas; hasta el día que cayó por el peor precipicio. Un precipicio con un fondo lleno de estacas y brasas sedientas de fuego voraz.

No creía en el ser humano, por su maldad, su arrogancia, sus tentaciones diabólicas… Ese hombre donde algún día tuvo ilusiones, sueños y amor; de repente solo tenía oscuridad, desilusiones y temores. Miedos. Los mismos por los que algún día logró las mayores victorias, pero que finalmente sucumbió ante él. Ante la maldad de su misma raza. La peor derrota.

Se perdió. Creía y lo aceptaba, que nunca jamás volvería a encontrarse, ni a volar junto a su corazón libre. No creía en nada. Miraba a su alrededor, y solo veía amores vestidos de trajes impolutos, de las mejores marcas. Una mísera hipocresía, allá donde clavara su mirada.

Aquel hombre, empezó a “vivir”, siendo consciente que nunca jamás encontraría ese amor puro, de alma, lleno de luz. Sin fechas de caducidad. Aunque siempre, en su corazón oxidado, siempre se hallaba un resquicio de luz; pero él lo tapaba, con sus recuerdos malvados y su memoria tirana.

Iluso de él, que creía cerradas y tapiadas las puertas del amor, vio de repente, por “casualidad” a una mujer. Una mujer con sus mismos miedos, y la misma oscuridad por la que sus ojos empuñaban los pasos. Una mujer aún con ilusiones, pero con grandes desilusiones y la misma alma partida en dos.

Un encuentro como si ya estuviera planeado con antelación. Si las mismas almas se hubieran citado, mucho antes que sus miradas se cruzaran. Es posible o tal vez, que planeado incluso mucho antes de que pisaran por primera vez, con pies desnudos, la madre tierra.

El encuentro de aquél hombre y la mujer, fue el primero de muchos. El primero de algo que no tendría fin. Ambos se volvieron a desnudar, y empezaron a descubrir, que el tiempo solo era una ilusión, el miedo una barrera mental, y que el amor es y sería eterno. Por siempre.

“Las cosas más bellas de la vida, se encuentran detrás del miedo. Allí, tal vez, resida el amor. El amor eterno.”

Raúl Amo
http://www.facebook.com/AmoElreto


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