Revista Viajes

Vitoria

Por Orlando Tunnermann
VITORIA
Me despido del País Vasco con parada de rigor en Vitoria. Tenemos a un locuaz y simpático guía local que nos espera en la bonita y popular Plaza Nueva, con su interesante monumento conmemorativo de la Batalla de Vitoria (1813), donde las tropas francesas sufrieron una derrota decisiva e inolvidable. El púlpito está dotado de una gran expresividad gracias a la elocuencia de las numerosas figuras esculpidas.VITORIAPÚLPITO CONMEMORATIVO BATALLA DE VITORIA
La plaza en la que me hallo goza de gran diafanidad y espacios abiertos que invitan al recreo. Salen de aquí como culebras angostos ramales hacia el casco viejo. Es muy recomendable perderse por las calles de los oficios, y aquilatar y cotejar las notorias diferencias sociales entre las viviendas más modosas y los palacetes de Los Álava, Los Ayala y Los Calleja, los tres grandes clanes omnipotentes y omnipresentes en Vitoria.
Es muy agradable comprobar el buen estado en que se encuentra el casco viejo. Acaso ello coadyuve a apreciar mucho más la belleza inveterada de la iglesia gótica de San Pedro (XIV-XVI), con su precioso pórtico policromado.
Deambulando de acá para allá me llaman la atención las paredes de algunos solares e inmuebles, que sirven de lienzos urbanos para que talentosos artistas pinten sus creaciones pictóricas más asombrosas.VITORIA
VITORIA
Para aliviar la extenuación de las extremidades inferiores, pues Vitoria es pródiga en escarpaduras, hay puntos donde me encuentro con escaleras mecánicas para arrostrar sin agobios declives de órdago.
Encantadores son, como un guiño al pasado, los tranvías.VITORIA
Pero para curiosidades, la singular Plaza del machete, con el cual se decapitaba a los alcaldes que incumplían sus obligaciones de manera deshonesta o se comportaban de una manera impropia. A día de hoy, mucho me temo que semejante medida provocaría un holocausto de adalides sin parangón…
Una reproducción de tan sórdido instrumento se encuentra aquí expuesta.
Acabo mi crónica junto a la efigie del entrañable Celedón, un estrafalario personaje que acudía cada año a animar las Fiestas de la Blanca en Vitoria.

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